Los inversores particulares no suelen acertar cuando tratan de hacer market timing. Esto es, cuando tratan de comprar y vender en el mejor momento. Lo normal es que lo hagan justo en el peor momento. Esto es observable en las dinámicas de suscripciones y reembolsos en fondos de inversión.

Típicamente, los inversores compran el fondo cuando éste ha llegado a sus máximos y lo venden cuando alcanza sus mínimos. Es éste al menos el resultado de uno de los muchos estudios que evidencian que normalmente somos los mayores enemigos de nosotros mismos cuando invertimos de acuerdo con nuestra intuición.

El estudio de la firma de análisis Dalbarcon, con sede en Boston, que toma datos de 20 años, encontró que los inversores se dejaron de media un 1,79% anual por sus decisiones de compras y ventas de los fondos en los que invertían. Ésta fue la rentabilidad que dejaron de obtener frente a una estrategia de buy&hold (comprar y mantener). En términos acumulativos y, al cabo de 20 años, los inversores se habrían dejado un 42,6% de rentabilidad.

En estos tiempos en que los depósitos bancarios no ofrecen rentabilidad y, en algunos casos, un inversor debe pagar por tener su dinero en el banco; en los que un bono del Tesoro español a 10 años tan solo ofrece una rentabilidad anual del 1,61%, realmente resulta difícil, incluso para un profesional, ofrecer un mínimo de retorno a los inversores que le confían las decisiones sobre su patrimonio. Esto, analizado en términos nominales, porque, si lo tomamos en términos reales, la pérdida de poder adquisitivo sería brutal si tenemos en cuenta que el último dato de inflación en España según el INE (Instituto Nacional de Estadística) fue del 3% a cierre de enero.

Nos lo deberíamos de pensar dos veces antes de cometer otro típico error como invertir en un activo de riesgo

¿Invertir en activos con riesgo? Ésa es la alternativa que aparentemente podría tener más sentido. Ahora bien, si consideramos que los actuales niveles de valoración en las bolsas son históricamente elevados (PER -relación precio beneficio por acción- de 17 veces en bolsa americana y cerca de PER 15 veces en bolsa europea), nos lo deberíamos pensar dos veces antes de cometer otro típico error como invertir en un activo de riesgo porque las alternativas de rentabilidad en activos seguros son muy pobres…

El resultado de esta estrategia suele ser que no sólo no se obtiene la rentabilidad del activo seguro, sino que se pierde dinero y, en muchas ocasiones, mucho dinero.

Todo ello si consideramos como activo seguro a un bono a 10 años al 1,61%, lo cual es mucho considerar. Un simple repunte en los tipos a largo de un 1 por ciento hasta el 2,62% supondría para un inversor que lo hubiera comprado a una TIR (Tasa Interna de Retorno) del 1,61%, una pérdida patrimonial cercana al 9 por ciento, lo que, no es baladí, especialmente si hablamos de renta fija.

Recientemente McKinsey Global Institute (MGI) analizaba las expectativas de rentabilidad para acciones y bonos de cara a los próximos 20 años. Para ello, el instituto de estudios de la consultora con sede en Nueva York analiza cuatro factores económicos que explican los retornos en estos activos financieros: inflación, tipos de interés, crecimiento real del PIB y márgenes de beneficio de las empresas.

MGI llega a la conclusión de que, a pesar de fuertes movimientos con subidas y bajadas notables, las últimas tres décadas destacan sobre todo por la obtención de rentabilidades excepcionalmente elevadas: desde mediados de los años ochenta las rentabilidades que han ofrecido las acciones tanto americanas como europeas y la renta fija han superado holgadamente a las rentabilidades medias de esos activos de los últimos cincuenta y cien años: un 1,4% más en las acciones americanas y un 3 por ciento superior en las acciones europeas. Por su parte, la renta fija ofreció un 3,3% más que su media histórica en EEUU y un 5,9 por ciento en Europa, lo que supone tres veces más de rentabilidad que la media histórica de los últimos cien años.

El instituto de McKinsey estima que las rentabilidades obtenidas en los últimos 30 años serán difícilmente alcanzables en las próximas dos décadas: peores fundamentales económicos, crecimientos débiles en el empleo, inflación probablemente al alza y tipos de interés en el mismo sentido.

Un inversor racional debería evitar la toma de decisiones basadas en su propia intuición y asesorarse convenientemente con profesionales

El informe estima que, dependiendo del escenario económico para los próximos veinte años (crecimiento moderado como el actual o una aceleración que conlleve un crecimiento más robusto), las acciones se revalorizarían un 4-5% en términos reales en el primer escenario o un 5-6% en el segundo. En ambos casos, por debajo de la media histórica de los últimos treinta años (2,5% o y 1,5% menos, respectivamente). Por su parte, la renta fija registraría retornos sustancialmente inferiores a los obtenidos en las últimas tres décadas, especialmente en el escenario de bajo crecimiento en el que los bonos obtendrían 3 puntos porcentuales menos de rentabilidad.

Ante este panorama, un inversor racional debería, en primer lugar, evitar la toma de decisiones basadas en su propia intuición y asesorarse convenientemente con profesionales que tengan la capacidad profesional y el nivel de independencia para poder ofrecerle buenos consejos.

En segundo lugar, considerar otro tipo de inversiones no tradicionales como el private equity, la deuda privada, las infraestructuras o los inmuebles. Esto es, activos reales. Pero si es conveniente asesorarse por profesionales en activos tradicionales, no digamos en los activos reales, que por su propia naturaleza son ilíquidos y donde las pérdidas pueden ser aún de mayor calado y francamente irrecuperables.


Juan Jesús Gómez Cubillo es socio, director general de Consilio Asesores Patrimoniales.

Los inversores particulares no suelen acertar cuando tratan de hacer market timing. Esto es, cuando tratan de comprar y vender en el mejor momento. Lo normal es que lo hagan justo en el peor momento. Esto es observable en las dinámicas de suscripciones y reembolsos en fondos de inversión.

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