La fragmentación de la representación política que caracteriza la España de nuestros días es enemiga de la estabilidad política y por tanto de la gobernación, así como de la posibilidad de realizar reformas de calado de nuestro marco institucional. Sin embargo tal fragilidad política posibilita, paradójicamente, hacer de la necesidad virtud.

En primer lugar y como llevamos comprobando desde el último cambio de Gobierno, estamos viviendo una etapa ayuna de nueva legislación dadas las dificultades para encontrar mayorías legislativas para la aprobación de nuevas leyes. Esta situación, que pone de los nervios a quienes confunden la política con el arte de promulgar nuevas leyes, es y está resultando muy positiva para la libertad de los ciudadanos y el quehacer empresarial, habida cuenta que la proliferación normativa tiende a limitar la primera y poner obstáculos al segundo.

Desde una óptica liberal, estas vacaciones legislativas lejos de representar un problema vienen a paliar el agobio regulatorio que padecen los ciudadanos y las empresas; por tanto, no está mal que duren.

En segundo lugar y mientras dura la imposibilidad de afrontar reformas de mayor calado, es el tiempo de ensayar una nueva fórmula política concebida por Karl Popper denominada ingeniería social fragmentaria.

En su ensayo La miseria del historicismo (1944-1945), Popper tras demoler  filosóficamente el marxismo por sus infundadas pretensiones historicistas de comprender la historia humana y en tanto y cuanto comprendida poder  dirigirla hacia una meta ideal, planteaba una visión fragmentaria de la realidad y de los posibles remedios para mejorar lo mejorable. Frente a las arrogantes reformas utópicas que ponen “patas arribas las cosas” con resultados desastrosos –como se ha podido comprobar históricamente-, la ingeniería social fragmentaria mediante la sabia práctica de la prueba y el error -siempre parciales- permite dar pasos adelante mediante “ajustes y reajustes que pueden mejorarse continuamente”.

La fórmula popperiana hunde sus raíces epistemológicas en su lógica del descubrimiento científico que ha permitido a la ciencia dar pasos  adelante consolidando los resultados positivos y desechando los malos.

La fragmentación de la representación política que caracteriza la España de nuestros días es enemiga de la estabilidad política y por tanto de la gobernación

Un buen ejemplo al respecto está siendo Madrid Central, el arrogante y holístico invento de la izquierda municipal que incapaz de valorar las consecuencias negativas de todo tipo que podía originar lo puso en marcha con el inefable argumento de que se trataba de una decisión democrática; como si la democracia pudiera atentar a la libertad y los derechos de los ciudadanos, salvo que sea totalitaria. Para Popper, “la práctica del método holístico resulta imposible; cuanto más grandes sean los cambios holísticos intentados, mayores serán sus repercusiones no intencionadas y en gran parte inesperadas, forzando al ingeniero holístico a la improvisación fragmentaria”…que es de hecho lo que está sucediendo.

Desde la modestia intelectual de la filosofía popperiana, es mas razonable emprender modificaciones parciales -como se ha venido haciendo- de la regulación del tráfico por las calles y en función de los resultados cosechados ir avanzando o retrocediendo. Incluso podría suceder que al cabo del tiempo hubiera amplias zonas de la ciudad con restricciones de circulación de vehículos, pero porque la valoración ex-post de las experiencias habidas así lo fueran aconsejando; no porque unos iluminados y poco competentes políticos tengan ocurrencias irreflexivas e  inconsistentes.

Siguiendo el método de la ingeniería social fragmentaria o gradual, sería posible afrontar un amplio listado de reformas parciales que caso por caso podrían encontrar mayorías suficientes en el parlamento para llevarlas a cabo, dejando para nuevos y posibles tiempos de sólidas mayorías parlamentarias  reformas de más calado.

Siguiendo el método de la ingeniería social fragmentaria o gradual, sería posible afrontar un amplio listado de reformas parciales que podrían encontrar mayorías suficientes

He aquí un listado, parcial y meramente enunciativo, de iniciativas que deberían poder contar con suficientes apoyos políticos para llevarlas a cabo. En todo caso, las fuerzas políticas que tomaran la iniciativa de presentarlas, de no lograrlas podrían obtener el reconocimiento ciudadano por haberlo intentado de cara a unas próximas elecciones.

  • Devolver a la lengua española su papel de lengua común de todos los españoles sin perjuicio del uso de las otras lenguas españolas..
  • Limitar la efervescencia legislativa. Cada nueva iniciativa legislativa deberá cumplir inexorablemente dos condiciones previas: la eliminación de al menos dos anteriores -algo que se está haciendo con éxito en Gran Bretaña, EUUU, etc- y una memoria económica y financiera que no genere déficit fiscal.
  • Racionalizar el sistema de pensiones de forma que no de lugar a deudas para las generaciones futuras. En Suecia ya lo han hecho.
  • Asegurar la patria potestad de los padres de forma que no pueda ser sustituida por el Estado en la educación de los hijos.
  • Limitar la influencia de los partidos políticos nacionalistas en Las Cortes y la política nacional, modificando la ley electoral en el sentido de excluirlos del parlamento si no superan un porcentaje mínimo de votos a nivel nacional. Alemania es un buen ejemplo a seguir.
  • Devolver la soberanía a los ciudadanos en las elecciones municipales. Los alcaldes serán los candidatos más votados de su municipio si obtienen en primera vuelta más del 50% de votos; si no, habría segunda vuelta.
  • Hacer transparente y accesible el censo de subvenciones y prebendas. Todas las instituciones que adjudiquen subvenciones dispondrán -como condición “sine qua non”- de una página web permanentemente actualizada en la que informen del importe, objeto, destino y criterio de adjudicación de las mismas.
  • Crear una narración histórica común de nuestro devenir como nación. Los libros de historia del sistema educativo serán revisados antes de su uso por una comisión ad hoc en el seno de la Real Academia de la Historia.
  • Despolitizar el Poder Judicial. Los cargos del Consejo del Poder Judicial serán elegidos por sorteo de una lista de candidatos seleccionados por antigüedad y reconocida trayectoria profesional en la carrera judicial.
  • Los indultos estarán limitados a un máximo anual -razonablemente mínimo- y no se aplicarán a los políticos.
  • Equilibrar la relación Hacienda-contribuyente. Los plazos administrativos de la Agencia Tributaria serán simétricos con de los contribuyentes y el silencio administrativo beneficiará a éstos.
  • Profesionalizar el Estado. Todos los altos cargos de las empresas públicas serán elegidos entre candidatos seleccionados con criterios profesionales por una Agencia Estatal Independiente.

En un artículo anterior sostuve que es absurdo pensar y aun más actuar como si solo los que se dedican profesionalmente a la política estuviesen dotados para aportar soluciones a los problemas de la sociedad.

Más bien sucede lo contrario: es en la sociedad civil, cuya inteligencia es obviamente superior —por mera cuestión de cualificación y tamaño— al de la clase política, donde residen más y mejores respuestas para gobernar. Los políticos deberían acostumbrarse a aceptar con normalidad que su función tiene más que ver con “hacer cosas útiles para la sociedad” que “pensar lo que hay que hacer”.

Y así, sin necesidad de grandes revoluciones ni experimentos sociales, podríamos arreglar muchas de las cosas que están desarregladas en nuestro país desde hace mucho tiempo. Llámese ingeniería social fragmentaria o simple sentido común.


Jesús Banegas es presidente del Foro de la Sociedad Civil