Artur Mas, uno de los principales responsables de que la situación de Cataluña haya derivado en la parálisis que provocan el fracaso y la frustración, introdujo el concepto "astucia" para definir el arma infalible en la relación de su partido, entonces en el gobierno de la Generalitat, y el gobierno de España. La astucia le impulsó en 2015 a adelantar unas elecciones que llevarían a CiU a pegarse un castañazo de los que hacen época; fue la astucia la que le inspiró para acercarse a los independentistas, con lo que propició el hundimiento de su partido y la ascensión al poder de un personaje tan nefasto como Carles Puigdemont,... En fin, no es extraño que en la entrevista que concedió a La Vanguardia el pasado 27 de diciembre confesara: "Nada salió como esperaba".

El ex presidente de la Generalitat que encendió el motor de la desconexión con España con el referéndum farsa del 9 de noviembre de 2014 ha quedado arrumbado por los acontecimientos. Ya ni siquiera es un peón al que puede recurrir la cobarde burguesía catalana. Pero la semilla de la astucia ha dado sus frutos. Ahora todos o casi todos los partidos catalanes se mueven en esa clave: a ver quién es el más listo, el que puede engañar a los demás y sacar rédito de ello.

Pero hete aquí que los astutos Junqueras y Puigdemont, y los menos brillantes, como Aragonés o Laura Borrás, se han topado con el astuto de la Moncloa. Mientras que desde Madrid se les ofrecían pactos, promesas de reformar el Código Penal, e incluso la posibilidad de liberar a los presos del procés mediante un indulto aunque fuera contra la opinión de la Fiscalía y la Sala Segunda del Supremo, el departamento de ideas geniales comandado por Iván Redondo se sacó de la manga la candidatura de Salvador Illa, ministro de Sanidad, para disputarles el liderazgo en las elecciones previstas para el 14 de febrero a los independentistas, ¡incluído ERC, el partido que apoyó la investidura, los presupuestos y lo que hiciera falta!

Cuando Pedro Sánchez dio su visto bueno a la operación ya sabía por las encuestas que hacen sus fontaneros, que el PSC estaría en disposición de recibir un empujón de tal calibre que podría incluso disputarle el liderazgo a los republicanos.

Los independentistas han movido el calendario electoral por un puro cálculo partidista. Eso puede desinflar el efecto Illa y trastoca los planes de Sánchez sobre los indultos y el acuerdo con el PP para renovar el CGPJ

Y eso no les ha gustado a los independentistas, que pensaban no sólo ganar, sino sumar mayoría absoluta de escaños y obtener más del 50% de los votos, lo que les permitiría reclamar justificadamente, dicen, un referéndum de autodeterminación.

Así que los astutos de ERC y JxC se mosquearon y se reunieron para abortar la operación Illa, o, al menos, intentar desinflar sus efectos. Esa es, y no otra, la clave del retraso electoral ¡hasta el 30 de mayo!

La excusa: cuidar la salud de los catalanes en un momento de repunte de la pandemia. La astucia, como se ve por este insostenible argumento, no está reñida con la desvergüenza. Cuando se convocaron los comicios, el índice de contagios era similar al que hay ahora en Cataluña, y entonces la Generalitat no vio inconveniente ni peligro en llamar a las urnas a los catalanes. Es verdad que el año pasado se suspendieron las elecciones autonómicas en el País Vasco y Galicia, pero las circunstancias no eran las mismas. La fecha prevista inicialmente coincidía con un confinamiento domiciliario que ahora no se da en Cataluña. Miquel Iceta, el desplazado por Illa como candidato a presidir la Generalitat, lo ha dicho muy claro: "La decisión no se ha tomado por criterios epidemiológicos". Eso lo ve hasta un ciego.

El retraso no sólo da la oportunidad a los independentistas para atribuirle a Illa todos los desastres sanitarios que se produzcan durante los próximos cuatro meses (el portavoz de ERC, Sergi Sabriá, otra lumbrera, ya califica al ministro como "uno de los peores de Europa"), sino que les permite ganar tiempo para posibles nuevas coaliciones electorales.

Si con el actual mapa político Illa sería capaz de empatar con ERC y JxC, entonces ¿por qué no cambiamos el mapa? Otra vez la astucia. En esto hay que reconocer que Puigdemont ha sido más astuto que Junqueras. Porque el tiempo corre a favor del exiliado de lujo. Y estos cuatro meses que ha ganado de rebote le pueden dar la oportunidad de formar coalición con el capitidisminuido PDECat o incluso con la CUP. En ambos supuestos, JxC sobrepasaría a ERC y volvería a marcar la agenda política catalana, como ya sucedió tras las elecciones de 2017.

Esa posibilidad de reabrir el mapa político es lo que lleva a denunciar a Iceta que el Govern quiere cambiar las reglas en pleno partido. Sí. Es como si el Barça fuera perdiendo con el Madrid por un gol a cero y en el minuto 90 el arbitro alargara el partido 20 minutos. No se quejen. Esto es otra consecuencia de la astucia.

El retraso no sólo le ha hecho la pascua al PSC, que ve en el aire el efecto gaseoso de colocar al ministro de Sanidad en la cabecera de su cartel para las catalanas, sino que ha frustrado los planes del Gobierno en asuntos particularmente sensibles.

Por ejemplo, los indultos. El plan inicial era indultar después de las catalanas, para que el votante más españolista, aquel que el PSC le quiere robar a Ciudadanos, no se espantara. Pero ahora, ¡oh milagro!, sí que hay tiempo para indultar. Y ERC va a exigir que se cumpla lo prometido. Si no hay indulto ya nos podemos imaginar lo que harán los diputados del partido republicano en el Congreso cuando el PSOE necesite sus votos. Incluso Pablo Iglesias se sumará gozoso a esa fiesta reclamando la salida de prisión de los condenados por sedición, lo que le daría a Junqueras la posibilidad de hacer campaña.

Ese es un daño colateral nada desdeñable. Sánchez tendrá que hacer algún gesto para demostrar que sigue siendo el presidente de la distensión en Cataluña. Y los presos son un elemento movilizador que los astutos del independentismo manejan a las mil maravillas.

Otro daño colateral del retraso es la imposibilidad de cerrar con el PP el acuerdo para la renovación del CGPJ. Ya sabemos que Pablo Casado no quiere fotos con Sánchez hasta después de las catalanas. Porque mira con estupor la subida en las encuestas de Vox y para él sería un desastre que Abascal le ganara en escaños en Cataluña.

Por eso, no es extraño que un ministro tan templado como Juan Carlos Campo recurriera esta semana de algo tan rimbombante como la "suspensión de la democracia" para referirse al retraso de las elecciones en Cataluña. A él esto le parte.

Lo que ocurre, pues, poco tiene que ver con la salud y los contagios. Es cálculo político descarnado y burdo. Es, en definitiva, la consecuencia de la envenenada semilla plantada por Artur Mas.

Artur Mas, uno de los principales responsables de que la situación de Cataluña haya derivado en la parálisis que provocan el fracaso y la frustración, introdujo el concepto "astucia" para definir el arma infalible en la relación de su partido, entonces en el gobierno de la Generalitat, y el gobierno de España. La astucia le impulsó en 2015 a adelantar unas elecciones que llevarían a CiU a pegarse un castañazo de los que hacen época; fue la astucia la que le inspiró para acercarse a los independentistas, con lo que propició el hundimiento de su partido y la ascensión al poder de un personaje tan nefasto como Carles Puigdemont,... En fin, no es extraño que en la entrevista que concedió a La Vanguardia el pasado 27 de diciembre confesara: "Nada salió como esperaba".

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