No ha habido el menor cambio. Las cosas en RTVE van a seguir como siempre han estado, al menos  durante los últimos 30 años: repartida, desgajada a dentelladas por parte de los partidos políticos y de sus intereses.

Toda aquella parafernalia del concurso público que se montó para hacer más profesionales y menos politizadas la Radio y la Televisión públicas ha sido para nada. Al final, cada partido que ha tenido alguna posibilidad de colocar sus peones en el Consejo de Administración los ha colocado. Y es esa adscripción de la mayoría del nuevo Consejo a un partido u otro lo que ha primado sobre las cualidades profesionales de los designados con la consecuente devaluación de su competencia en el oficio.

Ni qué decir tiene que dentro de este nuevo Consejo hay excelentes periodistas pero desgraciadamente no están en él por esa razón sino por la previsión que hacen los distintos partidos de que sus planteamientos, su ideología y el trato que esperan recibir de los servicios informativos de ambas Casas, RNE y TVE, -y de los programas de entretenimiento que desde hace años abarcan cada vez más ampliamente el espacio de la información- es el trato adecuado o por lo menos el que más se aproxima a sus deseos.

Cosa que, por cierto, no sucede jamás porque todas las formaciones políticas, tanto da si están en el poder como si no, se muestran permanentemente insatisfechas con el tratamiento informativo dispensado por esa Casa. Por lo tanto, quieren poner a uno o varios de “los nuestros” en el Consejo de Administración, en la dirección general de RTVE, ahora presidencia de la Corporación y, por descontado, en las jefaturas de los Servicios Informativos.

Al final RTVE va a acabar muriendo por la falta de aire libre que le vienen robando desde hace demasiados años ya los insaciables partidos políticos que han decidido convertirla en un campo de batalla permanente

Esto ha sido así desde que Adolfo Suárez presentó su dimisión como presidente del Gobierno y, visto el acuerdo conseguido ayer, continuará en idénticos términos durante los próximos seis años. Las reuniones de ese Consejo de Administración vivirán una batalla continua y sin final porque serán la continuación de los enfrenamientos  que protagonizan los partidos políticos en el Congreso de los Diputados y fuera de él.

Nada ha cambiado. Se reproducen los modelos que se suponía iban a quedar desterrados  en pro de una RadioTelevisión Española movida por la independencia y la objetividad. Nada de eso es lo que han buscado los partidos participantes en la negociación que ha dado como resultado los acuerdos conocidos ayer.

Para este viaje no hacían falta las alforjas del trabajo desarrollado con esfuerzo y honestidad encomiable de los encargados de examinar las propuestas de quienes aspiraban a formar parte del Consejo de Administración o, en su caso, a ocupar la presidencia de la Corporación. Trabajos, por cierto, que fueron evaluados bajo la garantía del anonimato.

Una pérdida de tiempo. Las cosas vuelven por donde solían y por donde nunca han dejado de ir. Una nueva oportunidad perdida y, lo que es mucho peor, en unos momentos en que TVE está registrando unos bajísimos índices de audiencia, los más bajos de su en otros tiempos brillante historia, que no justifican el elevadísimo coste de su mantenimiento.

Así pues, pierdan ustedes toda esperanza si es que una vez albergaron alguna. Al final RTVE va a acabar muriendo por la falta de aire libre que le vienen robando desde hace demasiados años ya los insaciables partidos políticos que han decidido convertirla en un campo de batalla permanente. Y así seguirán hasta que acaben con ella convertida ya en un barril de dinamita. Es la desnutrida y famélica vaquilla que torean los dos bandos de la guerra civil en la película de Berlanga y que termina sus días despanzurrada y en tierra de nadie.  

No ha habido el menor cambio. Las cosas en RTVE van a seguir como siempre han estado, al menos  durante los últimos 30 años: repartida, desgajada a dentelladas por parte de los partidos políticos y de sus intereses.

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