Yo sí creo a los mossos que acompañaron a Puigdemont. Yo sí los veo en Waterloo montándole los muebles como elfos, la cama como la de Ricitos de Oro, con el cabecero de madera tallado como una casita de pájaros; las mesas de Richelieu como galeones de secano de un conspirador de secano, los zapateros para zuecos de la patria y zapatitos de cristal, los sofás de marajá decorados como globos de los Montgolfier, las comoditas como clavecines, la mecedora con balanceo y armazón de diligencia desde donde mirar el horizonte y tocar el banjo, y hasta un perchero para pelucas como para sombreros de hongo. Yo veo a los mossos soplando viruta y desplumando gansos y pintando un templete y hasta dándole a los setos forma de cupidos. Yo veo escuderos cargando con el baúl y con el orinal cartujano, y peinadores consagrados como las vírgenes vestales, y al policía encargándose igual de guardar la vida que la librea del señor. A quien le extraña lo que pasa en Cataluña es porque no entiende esto.

En la España jotera pensamos en policías, maestros, empresarios, periodistas, burócratas, políticos, cada uno a lo suyo, pero el indepe sólo ve una pirámide de la servidumbre

Los mossos que fueron a Waterloo no hacían de escoltas para el fugado Puigdemont, eso es lo que ellos han declarado y yo los creo. Los creo porque uno está seguro de que su servidumbre va mucho más allá, es la del vasallo que lo mismo tiene que hacer de copero, de ebanista, de verdugo o de garçon del pis, como decía Mel Brooks haciendo de Luis XVI en La loca historia del mundo. Un escolta sin más, o un operario sin más, sólo es un contratado, como si fuera un payaso de cumpleaños o un masajista a domicilio o un limpiapiscinas. Incluso un funcionario tiene su horario y su convenio de funcionario, con el cuadrante, las obligaciones y hasta el bocadillo establecidos con la sacralidad, la inflexibilidad y la pausa del ángelus. Pero estos mossos son mucho más, son mosqueteros de camarín, mayordomos de planchar el calzoncillo largo, doncellones de atar corpiños, carpinteros de carruaje o lo que haga falta. Claro que estos mossos no hacían de escoltas, hacían mucho más: cumplir con la corvea real. “Es bueno ser President”, diría Mel Brooks.

A Puigdemont los mossos le hacían o le harían de tablajeros, de porteadores, de herreros, de barberos, de panaderos, de mesegueros, de remendones, de cetreros, de maestresalas, de alfayates y lo mismo hasta de alcahuetes. También seguramente de centuriones, por supuesto. Si no se entiende esto, no se entiende lo que pasa en Cataluña. En la España jotera pensamos en policías, maestros, empresarios, periodistas, burócratas, políticos, cada uno a lo suyo, pero el indepe sólo ve una pirámide de la servidumbre, un castillo feudal con obligaciones sagradas y privilegios de corral. Está el que le ara al señor el campo o la calle, el que le pone el zapatito rococó al pie o al apellido hinchado y gotoso, el que canta en los banquetes con un laúd con boca de jarra de vino, el que enseña la historia como a bordar, el que guarda el puente levadizo o el cofrecito o el lecho... Todos tienen un solo señor y un lugar en su casa, sobre el palafrén o sobre el scriptorium, con la daga o con el trigo, con el mocho o con el dinero.

A Puigdemont los mossos le montaban los muebles como si le construyeran la capilla familiar o le arreglaran un jardín italiano, a Puigdemont los mossos le desenrollaban las alfombras para que anduviera siempre como recién coronado, o le adornaban el faisán de la cena como un hipogrifo heráldico, o le guardaban las cortinas de apuñaladores y las carreteras de bandidos y furtivos, y todo a la vez. Yo me lo creo porque ellos no verían en eso nada extraño, no entenderían que el señor tuviera que responder por que un sirviente que le echa el vino luego le arregle un encaje, o le aplaste en la mesa una cucaracha hermosa como un escarabajo egipcio, o le trinche un traidor. No entienden que el señor tenga que compartimentar a sus sirvientes como no entienden que tenga que compartimentar el dinero. Son la misma hacienda, son el mismo señorío. Por eso ahora planean pagar las multas por malversación con dinero público, no ya malversando otra vez sino negando que la malversación tenga algún sentido. Puigdemont no distingue entre policías y personal de caballeriza como no distingue entre presupuesto y patrimonio, entre lo público y lo partidista. En realidad no es Puigdemont, claro, que en este caso sólo es el protagonista de una alegoría o un cuento, Ricitos de Oro en su cama caprichosa, usurpada o robada, con su peluca desmontable colocada sobre un huevo de Fabergé. Es el nacionalismo catalán el que no distingue. Por eso yo creo lo que dicen los mossos, porque uno está seguro de que se aceptan y gustan como siervos, como los funcionarios que se asumen evangelizadores y la gente que se cree soldado de colmena. Hay un solo señor, una sola voluntad, una sola bolsa, una sola lealtad. “Es bueno ser indepe”, diría Mel Brooks ahora. Hablan de democracia y de república, fíjense, los que no entienden que no puedan coger el oro o la teta que les dé la gana. Incluso hay funcionarios y ciudadanos que se enorgullecen, aplebeyados, sumisos, de ser tratados como el garçon del pis.

Yo sí creo a los mossos que acompañaron a Puigdemont. Yo sí los veo en Waterloo montándole los muebles como elfos, la cama como la de Ricitos de Oro, con el cabecero de madera tallado como una casita de pájaros; las mesas de Richelieu como galeones de secano de un conspirador de secano, los zapateros para zuecos de la patria y zapatitos de cristal, los sofás de marajá decorados como globos de los Montgolfier, las comoditas como clavecines, la mecedora con balanceo y armazón de diligencia desde donde mirar el horizonte y tocar el banjo, y hasta un perchero para pelucas como para sombreros de hongo. Yo veo a los mossos soplando viruta y desplumando gansos y pintando un templete y hasta dándole a los setos forma de cupidos. Yo veo escuderos cargando con el baúl y con el orinal cartujano, y peinadores consagrados como las vírgenes vestales, y al policía encargándose igual de guardar la vida que la librea del señor. A quien le extraña lo que pasa en Cataluña es porque no entiende esto.

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