“La guerra será larga”, ha dicho Pedro Sánchez ante la Ejecutiva Federal del PSOE, reunida como una aldea para recibir estos vaticinios de santo labrador, cabañuelista y sequizo. La guerra será larga o no, pero lo que quiere decirnos Sánchez es que nuestra recuperación se hunde ya con justificación histórica, geopolítica, atlantista, europeísta y hasta bíblica, que tenemos a los cuatro jinetes del Apocalipsis cabalgando por campos y marismas como garrochistas de Abascal. La guerra será larga o no, la que va a ser larga sin duda es nuestra agonía, pase lo que pase, y ése es en realidad el mensaje de Sánchez, que parecía celebrar una eucaristía de pan negro. La guerra será larga, o no, que eso no lo sabe nadie y quizá la iniciativa de Ione Belarra por la paz nos soluciona esto este mismo 8-M, entre pancartas con flores clitóricas y misiles fálicos tachados con carmín, como una despedida de la amante en el espejo. La guerra será larga o no, pero más largos se van haciendo Sánchez y su coalición.

Salvo que desaparezcamos en un estallido naranja de rayos gamma, lo único seguro es que Sánchez seguirá repartiendo una ceniza de fracaso

Sánchez ya está repartiendo el pan negro, las alubias negras, la achicoria negra y el tabaco negro de la guerra, por si acaso, dure la guerra más o menos. Sánchez, ceniciento de pelo y de capote, nos va preparando para lo peor, que seguramente no es tanto una guerra mundial como una guerra mundial con él en el Gobierno. La guerra podría empantanarse o quizá no, podría ganar Putin mañana porque Ucrania se rindiera al ver bajo los escombros sus colchones y sus hijos; o podrían ganar los ucranianos, que uno los ve un poco como gaditanos fígaros y piconeros contra franceses fanfarrones y mantecosos. Podría pasar todo esto y, salvo que desaparezcamos en un estallido naranja de rayos gamma, lo único seguro es que Sánchez seguirá repartiendo una ceniza de fracaso, una ceniza de subvenciones europeas, una ceniza de excusas, una ceniza que lo mismo requeriría que volviera Fernando Simón con su palada de ceniza por la cabeza.

En Europa fuimos los más desgraciados en la desgracia del bicho y yo creo que Sánchez hace bien en prepararnos para ser los más desgraciados en la desgracia de la guerra, al menos en la desgracia económica, de momento. Los apocalipsis se nos acumulan como cartas del banco, pero uno confía en Sánchez, cuyo protocolo para el fin del mundo ha sido ya depurado por dos años de sucesivas olas, oleajes, curvas, recurvas, doblegamientos, carencias, disimulos, mortajas y normalidades. Habrá que prepararse pues, para que nos digan que el machismo mata más que la guerra, para aplaudir en batamanta a los ucranianos, para que nuevos funcionarios de manguito negro o de jerseicillo de abuelo, un nuevo Illa o un nuevo Simón, con nuevos mapas y nuevos números y nuevos eufemismos, nos vayan dando el parte y explicando la inevitabilidad de lo que ya ha pasado. Prepárense, ya digo, para una suave y leal cogobernanza con la UE y la OTAN, para que una nueva cuenta atrás con globos nos anuncie la nueva normalidad y la vuelta de las sonrisas, y todo en ese plan.

Podemos ya nació con un manual del fin del mundo, el fin del mundo es su terreno, lo llevan preparando y esperando más tiempo que el que Putin lleva depilándose el pecho

La guerra será larga, o no, pero Sánchez ya tiene su manual del fin del mundo, que es un poco su mismo manual de resistencia pero con cara grisácea. En cuanto a su socio, Podemos no pintó mucho contra el virus porque para ellos no había más bicho que Ayuso, pero esta guerra es diferente. Podemos ya nació con un manual del fin del mundo, el fin del mundo es su terreno, lo llevan preparando y esperando más tiempo que el que Putin lleva depilándose el pecho. Lo llaman revolución o lo llaman democracia real pero requiere, antes que nada, la muerte de la democracia liberal. El bicho era un fin del mundo un poco extraterrestre, sin ideología ni patria, pero esta guerra no es tan inquietante por volver a descoser fronteras ni por sacar de boquilla las armas nucleares como si fuera un as de bastos. No, es tan inquietante porque, de nuevo, como en la Guerra Fría, es una guerra contra la democracia liberal. Contra el bicho, Podemos podía dormirse. En su anhelada guerra del fin del mundo, no lo hará.

Si Ione Belarra e Irene Montero vienen a decir lo mismo que Marine Le Pen; si Pablo Iglesias es capaz de poner la “hipocresía” de Europa al mismo nivel que el asesinato en masa de Putin, coincidiendo con Ana Iris Simón incluso en ese estilo de arado sobre piedra; si esto es así, decía, no es por la paz en el mundo de Miss Montana, ni porque Putin sea comunista o fascista o todo lo contrario (un poco como Ana Iris Simón, con su cosa de tocar con la balalaika algo de María Ostiz), sino porque el enemigo común es la democracia liberal y sus valores. Nadie se enfrenta ahora a la democracia con la fuerza de Putin, ni China con su tacticismo económico ni por supuesto Maduro y los de Puebla con calzonas de franela. La guerra de Putin, que no es contra Ucrania sino contra la democracia liberal, es la guerra que Podemos no puede hacer, así que en sus pegas, en sus pancartas, en su no a las armas con los bracitos caídos y el sobaco en alto, como un ramo de Banksy, no hay pacifismo sino posicionamiento.

La pandemia que cambió el mundo, y la guerra que lo cambiará aún más, no podrán cambiar a Sánchez ni a su manual. Tampoco a Podemos, que no sólo no atiende a la realidad ni a la lógica, igual que Sánchez, sino que las combate a la par que a la civilización. Nos van llegando los apocalipsis en una fila como de penitentes cenicientos y nos vuelven a pillar con este Gobierno partido en una mitad que sólo hace propaganda y otra mitad que sólo hace sabotaje. La guerra será larga, o no, pero mejor vayan pensando en el pan negro y en si tendrán con qué limpiarse el culo.

“La guerra será larga”, ha dicho Pedro Sánchez ante la Ejecutiva Federal del PSOE, reunida como una aldea para recibir estos vaticinios de santo labrador, cabañuelista y sequizo. La guerra será larga o no, pero lo que quiere decirnos Sánchez es que nuestra recuperación se hunde ya con justificación histórica, geopolítica, atlantista, europeísta y hasta bíblica, que tenemos a los cuatro jinetes del Apocalipsis cabalgando por campos y marismas como garrochistas de Abascal. La guerra será larga o no, la que va a ser larga sin duda es nuestra agonía, pase lo que pase, y ése es en realidad el mensaje de Sánchez, que parecía celebrar una eucaristía de pan negro. La guerra será larga, o no, que eso no lo sabe nadie y quizá la iniciativa de Ione Belarra por la paz nos soluciona esto este mismo 8-M, entre pancartas con flores clitóricas y misiles fálicos tachados con carmín, como una despedida de la amante en el espejo. La guerra será larga o no, pero más largos se van haciendo Sánchez y su coalición.

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