Sánchez se irá o se quedará, pero ya nos ha dejado sumidos en el folclore de los populismos chandaleros de caudillo, fe, maracas y llorera. Pase lo que pase, recordaremos que mientras Sánchez estaba en la cripta negociando con los fantasmas o los demonios de la bodeguilla, el PSOE se convirtió en el show de Xuxa de los antisistema y gran parte de lo que un día fue la España progresista explotó en una locura que mezclaba el peronismo, el trumpismo, el feudalismo y el fetichismo de chupar pies. Sánchez se irá o se quedará, pero ha transformado definitivamente España de una manera que no soñó ni Pablo Iglesias, que ahora seca vasos en un bar entre cortinas de macarrones subversivas y estampas revolucionarias como estampas maragatas. “El puto amo”, que dijo Óscar Puente haciendo como de ayudante jorobado y lamoso de nuestro Frankenstein, se ha subido a la palmera del populismo como tantos antes, pero ahora lo aplauden todo el PSOE y gran parte de España, esperando que les tire cocos. Pase lo que pase, el PSOE y España tardarán más en reencontrar la socialdemocracia y la cabeza que lo que está tardando el PP en encontrar el centro.

Sánchez se irá o se quedará, pero ya lo ha destrozado todo, empezando por lo que se entiende por democracia. Al menos, lo que se entiende por democracia más allá del bar de Iglesias, donde las moscas parecen justamente comisarios políticos de esas dictaduras de las moscas que él admira; más allá de los dictadorzuelos del pueblo, con fajín, papada y paipái; y más allá de los indepes, claro, a quienes Sánchez ha copiado el concepto, el discurso y la espinita en el alma. La democracia no es el paraíso, ni es un suspiro, ni son buenos modales, ni es un cojincito para el corazón como el que tiene un cojincito para los pies o para el culo. La democracia ni siquiera son las apetencias, fantasías o venganzas de las mayorías, ni en las noches electorales ni en las noches de cristales rotos. La democracia no sólo es votar, son libertades individuales, imperio de la ley y separación de poderes. Si quieren una definición inversa, que quizá es más fácil, tomen todo lo que tienen en común los discursos de Trump, de Maduro, de Puigdemont, de Podemos, de Vox, de Sánchez e incluso del PP cuando le da, y justo eso es lo que no es democracia.

Pase lo que pase, Sánchez ha conseguido que lo que siempre fue discurso antisistema, y que se quedaba en ese légamo como de pozo que crían la guitarrita, el porro y la nostalgia, sea ahora el canon de un partido que dio padres de la Constitución y que, objetivamente, aun con sus sombras, llevó a España a la modernidad que nos había negado la historia no ya desde Fernando VII sino desde Lutero. En realidad, el PSOE ahora es lo que quiera Sánchez: indepe, carlista, nacionalista, populista, bolivariano, caudillista o chufla. El PSOE es ya un circo o una secta que incluye una horda de eurofans con ministros que lloran y se abrazan como por Rosa de España. Aunque esa María Jesús Montero festivalera y espídica no es tan significativa como la María Jesús Montero acusando con bulos en el Congreso a la mujer de Feijóo, mientras Sánchez aplaudía, reía y coreaba. ¿Cómo se puede poner la línea roja de la democracia en algo que has practicado tú más que nadie? Pues porque no hay ninguna línea roja, ni a Sánchez le importa la democracia más que a Maduro o a Trump.

“Pase lo que pase, recordaremos que mientras Sánchez estaba en la cripta el PSOE se convirtió en el show de Xuxa de los antisistema”

Sánchez se irá o se quedará, pero en todo caso el PSOE está viudo de PSOE y España está enferma de democracia. Intelectuales demediados, artistas con legaña de prejuicio y palominos de fetichismo, y hasta periodistas biencomidos se han sumado al fandom sanchista, a esta locura de un señor que se atreve a decir que cuando un juez abre diligencias contra su santa es una persecución, como si fuera no ya Trump sino Jesús Gil; alguien que es capaz de equiparar su impunidad legal y su tranquilidad emocional a la esencia de la democracia; que piensa que las ideologías ya vienen exculpadas o condenadas de casa y que un juez debe archivar inmediatamente lo que le presenten los fachas, igual que asumir lo que le dicen los progres. La verdad es que, como explicaba el otro día El Confidencial, ninguna de sus noticias publicadas sobre Begoña Gómez ha sido desmentida. Y, desde luego, entre los retortijones sentimentales y sintácticos de la carta de Sánchez, no aparecía la frase “mi esposa, Begoña Gómez, nunca ha intermediado a favor de empresas u organizaciones que luego obtuvieran ayudas públicas”, como señalaba David Mejía en X.

A mí, sobre todo, lo que me parece increíble es que el “puto amo” se hunda por unas diligencias previas a las que, en vista de la manifiesta inocencia de su señora, demostrada por su pedigrí ideológico, le quedan muchos pasos, vicisitudes, recursos y apelaciones para llegar a hacer mella en el resiliente más resiliente que ha dado nuestra política y hasta nuestra metalurgia. Además, eso de que los ricos, los curas, los medios y los jueces conspiren, no para arrebatarle al pueblo su libertad ni su pan, sino a su líder, me parece el último recurso del que ya no tiene nada con lo que defenderse ni con lo que reivindicarse, o sea el recurso no sólo del probable culpable como del innegable incompetente.

Entre las lágrimas de Sánchez, relamidas y pegajosas como caramelos de café con leche; la repugnante sumisión de los que, como decía el gran Félix Bayón, viven del presupuesto, y los flecos de Raffaella Carrà, nueva musa de la democracia verdadera, se perdían el pudor, el espíritu crítico y el afán por proteger lo público, que eso tiene mucho más valor democrático que la santidad de la santa Begoña o del santón que dirige esta secta que se prepara o nos prepara el suicidio entre flautas y carromatos. Sánchez se irá o se quedará, que eso no dependerá tanto de si las caras largas venían de la ofensa a la honra de Begoña como de si venían de los descubrimientos de Pegasus y la realidad de una legislatura sin futuro. Pase lo que pase, se caiga de la palmera o se haga allí el reducto, el daño ya está hecho y va a costar mucho tiempo y mucha pedagogía que el PSOE y España recuperen la socialdemocracia, la cabeza, la vergüenza y hasta los pantalones. Y a ver si no tenemos que recuperar la libertad.