Cuando escuché a García Page dar su apoyo con tono mitinero a su amado líder Pedro Sánchez, fui consciente de lo preocupados que están en el PSOE por lo que les viene encima. Todos los líderes en activo obedecieron una vez más sus órdenes sin rechistar. Solo se negaron a grabar un vídeo de apoyo los barones ausentes de cargo como Lambán y Susana Díaz. El resto, hincaron su rodilla al suelo para besar su mano y bajaron la cabeza antes de arriesgarse a que fuera cortada. Para eso han servido estos cinco días, para saber quién está con él y quien no. Ha recibido el apoyo telefónico de todo el grupo de Puebla, hasta Lula da Silva le llamó por teléfono. Esas llamadas internacionales sí las quiso responder, las de los barones nacionales no, solo habla con su padre ideológico Zapatero.

Los más obedientes al dictador han sido los de siempre. Tezanos gasta unos cientos de miles más de dinero público del CIS para publicar una encuesta exprés cuyo resultado ya sabemos todos de antemano, el delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín, se asegura el puesto provocando el mayor de los ridículos asegurando de forma oficial que a la concentración de apoyo a Sánchez acudieron 12.500 personas, cuando los convocantes las cifraron en solo 10.000. Todo es falso relato, todo postureo, apariencia y ese impostado apoyo al presidente solo denota miedo a lo que va a venir. La guinda fue el manifiesto de decenas de periodistas pidiendo terminar con la libertad de expresión de sus compañeros, muy propio de dictaduras bolivarianas. Hasta hoy existían los tribunales si un periodista daba una información falsa. Ahora ya no, existen los periodistas comisarios políticos con el carné en la boca para decir quién es buen y mal periodista.

Hablando de periodistas, estuve con uno de los más grandes en la presentación del magnífico libro “Los presidentes en zapatillas y sus primera damas” escrito por Mari Ángeles López de Celis, quien fue secretaria de los presidentes en la Moncloa durante más de treinta años, desde Suárez a Zapatero. La presentación corrió a cargo de Eduardo Sotillos, y yo tuve el honor de ser el maestro de ceremonias. Sotillos no solo fue director de RNE dos veces, y dimitió las dos por estar en contra de las órdenes que recibía de quien le nombró, sino que fue portavoz del Gobierno con Felipe González, y me contaba que la primera norma que le dio fue que jamás criticara a la oposición en las ruedas de prensa como portavoz del Gobierno. Que se lo digan a Isabel Rodríguez o Pilar Alegría. También me contó lo que sucedió el primer día que llegó junto al presidente González a la Moncloa: en la pared del edificio había bien visible una placa en la que recordaba que las obras de acondicionamiento del lugar habían sido realizadas por Francisco Franco. Un colaborador dijo inmediatamente que esa placa había que retirarla, a lo que Felipe González respondió que de ninguna manera, que eso era historia de España. La placa hoy sigue ahí.

Tras tantos presidentes y secretarios generales del PSOE, Eduardo Sotillos rompió su carné de afiliado a causa de las formas de Pedro Sánchez. Fue cuando quiso echar a Tomás Gómez como secretario del partido en Madrid, y lo hizo a su manera. Aprovechó que estaba respondiendo preguntas en una entrevista de televisión para ordenar a su fiel Rafael Simancas, un hombre sin escrúpulos como él, que le cambiara la cerradura de la sede del partido para que Gómez ya no pudiera entrar más a su despacho. Y así lo hizo. Ese día, Eduardo Sotillos vio que su partido se había convertido en una secta sin debate interno, en una dictadura donde todo lo decide el caudillo de la Moncloa, y dejó de militar en el PSOE.

Con Sánchez la democracia desaparece a pasos agigantados, eso era previsible. Lo que no esperábamos es que tanto supuesto “progresista” le apoye a cambio de un puñado de monedas o un cargo público. Saben que no solo pierden una tras otra las elecciones convocantes, sino que han perdido el poder de la calle, ya nadie les cree y su tiempo se acaba. Es cuando se ve acorralado cuando Sánchez es más peligroso. Ahora va directamente a por el poco poder judicial libre que nos queda y a callar las pocas voces de periodistas honestos que aún publican. Preparados, que llega lo peor.