Liderar no va de imponer

Cuando hablamos de innovación, competitividad y sostenibilidad, a menudo vinculamos estos conceptos a ámbitos corporativos como la tecnología o el entorno financiero. Pero hay un factor silencioso —y cada vez más crítico— que es ya una realidad determinante y marcará el futuro para muchas empresas: el talento.

Cuando hablamos del estado actual en el entorno laboral en España, podemos comprobar que ya hay más de 150.000 vacantes cualificadas que permanecen sin cubrir, tal y como refleja el INE. Este no es un dato coyuntural ni una consecuencia temporal derivada de un acontecimiento como la pandemia: es un síntoma estructural de un modelo laboral que no se ha adaptado y que cada vez impacta a más compañías. Mientras muchas empresas necesitan con urgencia determinados perfiles, el mercado no logra generarlos, atraerlos o fidelizarlos.

Este modelo afecta a diversos sectores, y algunos como Logística y Transporte, Industria, Tecnología o Sanidad se encuentran entre los más afectados. La previsión es, además, que en los próximos años esta problemática se acentúe y afecte a cada vez más empresas. Las causas son diversas, pero hay cuatro que se repiten con claridad:

En primer lugar, encontramos un relevo generacional insuficiente. Más del 80% del empleo que se generará en los próximos años servirá para cubrir jubilaciones, pero no hay suficientes jóvenes —ni suficientemente preparados— para asumir ese reto.
Por otro lado, actualmente existe una brecha formativa evidente, con demasiados itinerarios que no conectan con las necesidades reales de las empresas.

Las condiciones laborales a menudo resultan poco atractivas, especialmente en sectores donde los turnos son duros, la conciliación es limitada y la estabilidad escasa

Además, las condiciones laborales a menudo resultan poco atractivas, especialmente en sectores donde los turnos son duros, la conciliación es limitada y la estabilidad escasa. Las personas trabajadoras buscan otras motivaciones que van más allá del salario y son determinantes para que acepte un nuevo puesto de trabajo. Y cuarto, una dificultad creciente para fidelizar talento. Cada vez más personas cambian de trabajo de forma voluntaria, no tanto por dinero, sino por propósito, flexibilidad o bienestar.

Este escenario obliga a repensarlo todo. Ya no se trata solo de contratar personas. Se trata de atraerlas con una propuesta clara, acompañarlas en su desarrollo, integrarlas en culturas corporativas saludables y activar su potencial de forma sostenida. El talento no es un recurso: es un sistema que debe gestionarse con inteligencia, empatía y visión de futuro.

Para poder plantear una solución, debemos saber mirar más allá de nuestras fronteras. Esta realidad supone una oportunidad para atraer talento internacional cualificado de forma legal, planificada y acompañada, una solución eficaz —y necesaria— ante la escasez actual. Pero debe hacerse con garantías, evitando la precariedad y garantizando procesos de integración reales, no solo contractuales.

El futuro del trabajo también pasa por el desarrollo del que ya está dentro. La formación continua, el reskilling, la movilidad interna y el liderazgo transformador son claves para activar talento que, muchas veces, ya está en las organizaciones, pero infrautilizado o desmotivado. Invertir en las personas no es un coste: es una decisión estratégica que impacta directamente en la productividad, la innovación y el clima organizativo.

Necesitamos dejar de ver los recursos humanos como una función técnica. Son el centro de la estrategia. La sostenibilidad para muchas compañías empieza por construir entornos donde las personas puedan crecer, aportar y quedarse.

Debemos comenzar por liderar este cambio. Sin personas no hay transformación. La clave está en comprender la necesidad de adaptarse y evolucionar hacia un nuevo modelo de captación y fidelización de talento. Y este cambio pasa por escuchar, acompañar y empoderar.