Dos sucesos relevantes acaecieron en este país a mediados de agosto. Podemos decir que el primero se produjo en Aranda de Duero, donde actuó un grupo llamado Los Niños Jesús. El conjunto está encabezado por Jordi Évole y su nombre ilustra, en parte, sobre el espíritu de esa generación que quedó anclada en la línea editorial de El Jueves, la cual dejó de hablar en 2018, con tanta intensidad, de la crisis y de sus efectos sobre los parias de la tierra. Era mucho más sencillo denunciar los problemas sociales con la derecha en el Gobierno. Ahora se puede culpar de ello al capital... o a la derecha; pero como la crítica excesiva puede malinterpretarse, lo suyo es invertir el tiempo libre en tocar versiones de Duncan Dhu.

El otro hecho al que quisiera referirme no puede definirse con un verbo transitivo, dado que tiene que ver con la publicación de dos reportajes en el diario Público y en Telecinco. El primero se titulaba Mini “staycation”: cómo planificar tus vacaciones en casa con ambiente de escapada. El texto ilustraba sobre las diferentes formas de aliviar el malestar -púdicas- en caso de no poder veranear y citaba cuestiones que también podríamos analizar, como la de acudir a admirar las paredes con grafitis. Hay un nutrido grupo de medios que durante la crisis económica nos ilustró sobre la precariedad y sus múltiples formas y culpó de ello a la derecha y al capital. Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Ahora, celebran los 15.000 puntos del Ibex-35 y dirigen sus armas hacia quienes denuncian que a lo mejor no todo va tan bien.

Hay un nutrido grupo de medios que durante la crisis económica nos ilustró sobre la precariedad y sus múltiples formas y culpó de ello a la derecha y al capital. Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Ahora, celebran los 15.000 puntos del Ibex-35

Hay cierto mesianismo en esa actitud. Leí precisamente la semana pasada la fantástica novela Cisnes salvajes, centrada en la vida de tres mujeres, de tres generaciones, en la China del siglo XX. Cuando los japoneses capitularon, en 1945, se rompió el armisticio al que habían llegado los nacionalistas dirigidos por Chiang Kai-shek y los comunistas. Los revolucionarios -comandados por Mao- habían prometido igualdad, pan, tierra y prosperidad al pueblo, pero, una vez vencieron, comenzaron a trasladar entre la población que había que renunciar a los “lujos burgueses” para vivir al igual que los campesinos. Es decir, con humildad y espíritu colaborativo. Mientras prohibían cocinar en casa a las familias y obligaban a hacer “autocrítica semanal” a quien hubieran pillado con una camisa demasiado limpia, regulaban privilegios para los miembros del partido, como el de disponer de nodrizas o de concubinas en ciertos casos "regulados". El día que terminé el libro, encontré el reportaje de Público. Hay que conformarse, pero sólo cuando conviene hacerlo.

El escudo social

El enfoque siempre es importante. Un periodista puede difundir que en los últimos años nos hemos empobrecido y eso ha disminuido la prosperidad de un territorio -lo cual le confrontaría con el Gobierno- o puede incidir en que la escasez se ha visto aliviada por un 'escudo social'... o en que la pobreza no tiene que ser necesariamente sinónimo de infelicidad.

Pongamos que en algún territorio existiera un problema con la vivienda, de modo que el 75% de los jóvenes (Consejo de la Juventud) no pudieran emanciparse, como leo en otro periódico pro-gubernamental, al que no vamos a citar para no hacer más sangre, pero cuyo dueño es troskista, ergo conoce bien el dogma marxista, que sostiene que 'todo es política', tanto en lo que se hace como en lo que se deja de hacer.

Podría afirmarse que si los veinteañeros no se van de casa es porque sus trabajos están mal pagados, y en muchos casos es cierto. Lo suyo es también apuntar a la escasez de oferta asequible... y ahí existen dos opciones para estos periódicos, en función de si gobierna la derecha o la izquierda. Uno puede pensar que hace falta más vivienda y, por tanto, liberar suelo y estimular a las constructoras para que incrementen su actividad. Lo suyo también es reducir los impuestos a la vivienda, lo que podría abaratar las operaciones.

¿Qué sucede? Que 'especialistas' como Jaime Palomera (ver su entrevista en La Noche en 24 Horas) niegan que el sector esté sometido a la ley de la oferta y la demanda, así que el discurso terminan por centrarlo en los especuladores -sin duda, parte del problema-en las viviendas turísticas y en los propietarios que hacen negocio con un bien que es de su propiedad. Es decir, acaban por atribuir toda la responsabilidad a quienes tienen dos camisas... o lucen una limpia. Sin duda, una mentalidad revolucionaria.

Un país de tiesos

Lo mismo sucede con la imposibilidad de veranear. España vive un momento turístico excelente y eso es innegable, pero, desde la pandemia, el precio de los “hoteles, cafés y restaurantes” ha aumentado el 26,5%, como detalló Alejandra Olcese en El Mundo. La vivienda ha incrementado su precio el 21,2%, el transporte, el 17%, la ropa y el calzado, el 11,5%; y los alimentos, el 38,5%, algo esto último que afecta a quienes conservan la mala costumbre de comer todos los días.

Podría deducirse que si la inflación ha sido bastante mayor al incremento del salario medio -2,7% en 30 años, según la OCDE-, los hogares españoles son menos prósperos, más tiesos o más pobres, según se mire. No dudo que eso se señalaría con mucha más insistencia e intensidad en todos estos medios si el Gobierno -el que reparte 150 millones en publicidad institucional- fuera otro. También estoy seguro de que el nivel de crítica de otros tantos sería mucho más bajo en ese caso.

Mientras tanto, toca que los medios de izquierdas hablen del co-living, del car sharing, del staycation... y del concierto del grupo que ha montado el periodista más incisivo durante la crisis económica, que ahora, por cierto, empezó tres años después, en 2011. Para darle más empaque, si cabe, lo suyo también es reivindicar a intelectuales que no sólo celebran la 'escasez', sino que la reclaman, como es el caso de Antonio Muñoz Molina. Un intelectual que reivindicó el pasado sábado precisamente -en una entrevista en El País- la 'escasez' por todo lo que puede aportar al hombre la reflexión sobre la misma. Se entiende, a su espíritu o a su moral, dado que en la práctica ha traído envidias y deseos oscuros; y eso ha desatado conflictos de todo tipo para modificar el reparto de recursos limitados. La frase sirve como eslogan vacío -ejercicio de anti-intelectualidad-, pero cae por su propio peso si se reflexiona al respecto. El discurso ludista o pseudo-maltusiano cae por su propio peso cuando topa con la realidad y aprecia que son el capitalismo, el comercio y la ambición por mejorar los mayores generadores de paz, progreso y abundancia. El resto es utopía… o catecismo.

Évole denunciaba la escasez en su día. Hoy es otro cantar el de todos estos intelectuales. A mí siempre se me viene a la cabeza una frase que apunté al leer el cuentito Presencia, de Onetti, que fue un genio. "Lo que había sido limpio, sagrado, era ahora grotesco y bestial". Pues al revés… cuando gobierna el PSOE.