Sucedieron este martes varios episodios que llevan a concluir que hay dos españas que se han dejado de entender, pero no por méritos, sino por lo contrario, dado que su capacidad de alumbrar no es más elevada que el volumen de sus berridos. Una España clamaba ayer tras el rechazo parlamentario a la reducción de la jornada laboral, mientras que la otra celebraba la decisión tomada en el Congreso, dado que el ciudadano de a pie lo que quiere, en realidad, es trabajar más para pagar antes sus deudas. Mientras tanto, una España impedía la normal celebración de La Vuelta ciclista por considerar lamentable la participación del equipo israelí y la otra confesaba su indignación porque unos cuantos intolerantes boicoteen la carrera.
La España de derechas prefiere El Hormiguero -donde fue invitado Nacho Cano, enemigo en Moncloa, niño mimado del ayusismo- y la oficialista, zurda, La Revuelta. Una todavía hace el esfuerzo de escuchar a la otra, mientras que, otra, ha dejado de hacerlo porque sabe que no va a entender a la contraparte y, a lo mejor, descubre algún que otro motivo para repudiarla, quizás sin tener en cuenta que el mero hecho de significarse con intensidad convierte al individuo en alguien especialmente patético.
Lo interesante es que las dos españas contemporáneas coincidieron en el programa de David Broncano, donde el presentador y su invitada, Mariló Montero, reprodujeron aquello del “no me chilles, que no te veo”. O sea, la discordia con tensión contenida y el desencuentro propio de dos personas que, como en el caso de Nacho Cano, marcan el perfil -alguno más que otro- porque saben que así es más rentable.
Que te adoren en estos tiempos no es tan complicado. Basta con realizar ese ejercicio, que implica, como hizo Mariló, denunciar el obsceno predominio de la izquierda en Radiotelevisión Española (que es obvio) y reivindicar la tauromaquia. El objetivo es levantar pasiones entre los afines y provocar una respuesta airada del contrario, que en este caso era Broncano, quien negó el control gubernamental de La 1, pero a la vez se definió como alguien de izquierdas, ya es casualidad. Estaba obligado el presentador a criticar los toros para no generar dudas y lo hizo. Le ayudó alguien del público: “Pero bueno, si eso es maltrato animal”. Quedó todo claro.
Había un vicio oculto
Lo que se olvidaron de comentar es lo que quizás resulte más interesante para el espectador. Porque a la primera le concedieron las mañanas de RTVE y eso no suele ser posible sin influencia política y empresarial. "Hablas de Begoña, pero no de tu (ex) marido", Carlos Herrera, le recriminó una espectadora, rolliza, malhumorada; parte de esa España que invierte una parte de su tiempo en perdonar la vida a su entorno, que es el culpable de su cabreo, de su frustración, de la pastillita debajo de la lengua, de lo que cuesta el veterinario...
Lo que quizás desconocía esa espectadora es que Montero sufrió alguna consecuencia lamentable en esa etapa, en la que alguna periodista a la que le dieron mando en su programa la trató de una forma despreciable, como bien saben quienes la rodeaban. Sobra decir que en RTVE lo conocían y que se fumaron un puro con ese claro caso de acoso laboral, dado que, en esa etapa, convenía cambiar de presentadora.
Broncano también tiene un contrato en 'la pública' y eso le hace tener muchas más cosas en común con Montero de las que considera. Si te ponen ahí es por algo o por alguien y así sucede en todos los casos. Alardea el showman de independencia mientras se define como alguien de izquierdas; e intenta desligar su llegada a RTVE de la estrategia mediática del Gobierno de Pedro Sánchez. Todo ello, en un momento en el que la triada Intxaurrondo-Ruiz-Cintora ha situado la línea editorial de la casa en el terreno exacto que el conviene al PSOE.
Aseguró ayer -al que produce Mediapro, no por nada- que le parecía una “gilipollez” el discurso que afirma que en la televisión pública “no se puede decir lo que uno quiera”. No quedó ahí la cosa, dado que también despotricó contra los líderes de opinión que sostienen ese argumento, que considera falso.
Cabría retar al presentador a hacer bromas de Santos Cerdán o de las saunas de Sabiniano durante unos cuantos días seguidos. Que pruebe. Que lo intente, a ver qué sucede. A buen seguro, no recibiría ningún palo por parte del presidente del Gobierno que lanzó una campaña salvaje contra la prensa crítica cuando le estallaron casos de corrupción dentro y fuera de su familia.
Puedes decir lo que quieras si a mí me parece bien
Podría decirse que Broncano es más de brocha gorda. Mariló, la de la otra España, mide mejor sus palabras y sus reacciones. Es más fina con sus palabras y con sus giros. Ayer a los dos les tocaba marcar postura. Mariló, defendiendo lo que quieren escuchar a quienes se dirige. Broncano, lo mismo, aunque con el componente añadido tan típico en esa 'otra España': el que te asegura que tú puedes decir lo que quieras, pero siempre que no te gusten los toros, no dudes de que sus reivindicaciones nacionales e internacionales son justas; y no te salgas de la línea que te marcan, a riesgo de que te insulten. La gente como Broncano te concede la libertad al mismo tiempo que te la regula.
Broncano es de esa España que te permite decir lo que quieras, siempre que no defiendas los toros ni consideres injustas sus reivndicaciones nacionales e internacionales
El presentador es de la España que hoy está enfrentada con la otra, como la una con la otra. Agua y aceite; aceite y agua. A la vista de esta situación, podría decirse a los ciudadanos algo que quizás ayude a sembrar la concordia entre ellos, y es que lo de ayer, como lo de Javier Ruiz, lo de Cintora o lo de Gonzalo Miró, lo pagan ellos, les guste o no; y si ahora les parece bien, cuando gobierne contrario lo apoquinarán igual. Es y será obligatorio, al igual que, qué se yo, destinar 100.000 euros de sus impuestos al gimnasio que Óscar Puente ha licitado para que disfruten los funcionarios de su ministerio.
Habrá yoga y pilates. Podrían todos ellos pagar la cuota del Basic Fit que hay a 200 metros, como todos los ciudadanos, pero, ¿para qué? Ya la pagan los contribuyentes. Si entiende usted eso, se explicará mejor lo de La Revuelta de ayer.
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