Cualquiera diría que Miguel Ángel Gallardo era un señor que pasaba por allí; un ciudadano de Villanueva de la Serena al que ofrecieron la Secretaría General del PSOE de Extremadura porque llevaba gafas y pensaron que era listo. Quien no llegara a la noche del domingo con los deberes hechos y encendiera el televisor, a lo mejor no tomó plena conciencia de que a este hombre le situó Pedro Sánchez como candidato porque formaba parte del núcleo de irreductibles a los que hay que cuidar por haber prestado un servicio a la familia.
Resulta que el presidente que suele estar en todo, esta noche se había ausentado de las conversaciones. Pepa Bueno hacía especialmente hincapié en algo que los medios de centroderecha —tan dados a equivocarse en sus predicciones— tratarán con sordina este lunes, y es que María Guardiola convocó las elecciones para intentar despegarse de la sombra de Vox, que condicionaba a su Gobierno, y no ha cumplido con su objetivo.
Su porcentaje de voto es muy bueno (43%), pero la formación liderada por Santiago Abascal ha mejorado su resultado de forma sobresaliente y eso marcará el resto de la legislatura. De la extremeña, que se iniciará pronto; y de la nacional, dado que obligará al PP a replantearse si las elecciones se ganan desde el centro o desde la derecha de su derecha, ante la evidencia de que su discurso no le hace crecer, mientras Vox se dispara.
Los factores ambientales
Pero el segundo gran titular de la noche es el hundimiento de los socialistas en uno de sus feudos históricos, donde ha perdido 14 puntos y 100.000 votos en los últimos cuatro años. Y eso no se explica sólo, como decía Esther Palomera en RTVE, en su mal candidato y en “otros factores ambientales que seguramente han hecho que una parte de los votantes socialistas se haya quedado en casa”. Aquí el gran culpable es Sánchez, por quien han pasado de largo durante gran parte del debate, como si fuera un actor secundario en todo esto.
Hace tiempo que el líder del Gobierno adoptó algunas de las manías que provocaron el hundimiento político de Pablo Iglesias. La más evidente es la de comandar su partido con una nula tolerancia a la crítica interna y quemar a diferentes figuras para salvarse a sí mismo, con una política que a días es de tierra quemada y, otras veces, de pura supervivencia.
El otro vicio adquirido por Sánchez es el de intentar avivar en el ciudadano las mismas pasiones, manías y miedos de las que hablaba Iglesias en 2017, cuando comenzó su declive. Iglesias hablaba entonces de la “alerta antifascista” y de la “cloaca mediática y policial”. Pedro Sánchez ha invertido los últimos dos años en advertir de los bulos, de la máquina del fango y de los “lobbies oscuros” que conspiran contra la izquierda.
Lo que Pablo no le funcionó, a Pedro tampoco le valdrá, aunque por el camino haya conseguido desquiciar a los ciudadanos con una dialéctica y una propaganda totalmente disparatadas. Ese discurso descansa en las nubes y no en la calle, de ahí que no enganche a los ciudadanos. En el caso de Extremadura, se mezcla además con una corruptela, que es la que se imputa al candidato que eligió, acusado de enchufar a su hermano en Badajoz para componer, a costa del contribuyente, la segunda, la tercera, la cuarta y la quinta parte de La danza de las chirimoyas, obra cumbre del artista hasta el momento.
Lo que viene...
Supongo que no es casual esa barrera de protección que se ha establecido en RTVE hacia Sánchez, a quien se ha criticado con cuidado e incluso sin nombrarle, por si las moscas, mientras Pepa Bueno enfatizaba en la victoria agridulce de Guardiola. Hay que decir que han sido más críticos tras escuchar las palabras de Gallardo, quien, tras negarse a dimitir durante la noche electoral — ya veremos este lunes — ha denunciado la forma en la que la presidenta extremeña ha “aupado a la ultraderecha” con esta convocatoria.
La derecha radical... Ése es el clavo ardiendo al que podría agarrarse Sánchez para estos dos años venideros, en los que le esperan infiernos en Castilla y León, Andalucía y Aragón; amén de en la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo, en el Congreso de los Diputados y quién sabe si en otros lugares que todavía no conocemos.
Así que no debería extrañarle a nadie si, a partir de este lunes, el pelotón conformado por Intxaurrondo, Ruiz, Flich, Miró y Cintora declaran la alerta antifascista y hablan de la necesidad de parar ese fenómeno desde una posible nueva posición oportunista de Sánchez: la de presidente con deje de caudillo y líder de la oposición desde Moncloa. O la de presidente totalmente entregado a su propio procès, aplicado en todo el territorio nacional, pero con el mismo fin rupturista.
Espero que la derecha reciba eso como la mejor de las noticias y no pierda los nervios, como de costumbre. Mientras más se refiera Sánchez a asuntos tan alejados del terreno, más espacio libre dispondrán para hablar de las condiciones de vida. De lo que importa y preocupa en realidad al ciudadano medio: poder adquisitivo, trabajo, impuestos, inmigración y vivienda.
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