El dúo Pantomima Full ha definido con precisión a la España 'de tiesos' sin necesidad de mancharse las manos, aunque a costa de romper el corazón a más de uno. Su último vídeo se titula Navidad conformista y duele. Es un golpe mortal a las expectativas vitales. Es lo que hacía Michael Haneke, pero sin necesidad de inyectar horror moral en cada escena.

Hay un momento en el que la protagonista se encuentra junto a la valla de la pista de patinaje de la Plaza de España de Madrid, sin hacer ningún ademán por participar. Mientras observa a los esquiadores con melancolía, afirma algo así: “De pequeña me encantaba patinar, pero ahora, con el trabajo, no tienes tiempo para nada”. Lo expresa con la impotencia del que se aburre de su vida, pero tampoco lo considera malo del todo. Ya sabe que va a ser así, que no va a prosperar y que si tiene una niña la llamará Martina porque así lo hace ahora todo el mundo.

Ella y su pareja pasean por el centro de la ciudad como dos sombras. Han ido “a ver las luces” porque es lo suyo en estas fechas. Recorren los mercados navideños, pero no compran nada y hablan de proyectos caros que no harán --ir a Vigo porque no "pillaron una oferta"-- y de su plan para Nochevieja, cuyo punto fuerte es comentar “el vestido de la Pedroche”, lo cual siempre genera cierta sensación de seguridad, dado que a todo el mundo le cae mal. No hay mucha posibilidad de fallar.

No sólo son aburridos --y no lo digo a malas--, sino que también van justos de dinero... o lo parece. Lo bueno de ser un tieso en estos tiempos es que no desentona en exceso. A lo mejor hace unos años existía cierta sensación de quedarse en la estacada por no tener dinero para el mecánico o para el dentista, pero ahora es bastante habitual. La gente está tiesa. No al límite, ni mucho menos, pero, quien más, quien menos, nota que su particular cuento de Navidad es más apretado porque todo es más caro. Los padres de los críos de 5 años eran jóvenes más o menos en los primeros 2000, así que seguramente en sus casas había más holgura de la que ahora tienen ellos.

Eso lleva a que los Reyes Magos se dejen guiar más por la razón que por la emoción, por si las moscas. Por eso, durante el vídeo ella asegura que comprará a su marido camisas para trabajo y cremas para la cara. Lo básico. Lo necesario. Recibir ropa el 6 de enero implica dos cosas, una fantástica y otra, terrible: la buena es que hay alguien que te conoce y te cuida. La mala es la total ausencia de pasión que se deduce tras la camisa de Álvaro Moreno o el gorro y los guantes de Primark que deja tu pareja junto a los zapatos. Antes de la pandemia, lo suyo era una smartbox para un spa o un masaje. Ahora, hay que aprovechar para reponer el armario.

La lotería de los tiesos

Mientras la pareja de aburridos del vídeo pasea, encuentra la cola de Doña Manolita, que se extiende hasta la calle de al lado y más allá, como es costumbre durante todo diciembre. Los periódicos digitales advertían en los días previos al sorteo de que, por primera vez, El Gordo no es suficiente para comprar un piso decente en Madrid, mientras que hace unos años servía para pagar dos o tres viviendas y un buen coche. El tieso generalmente encuentra consuelo cuando echa la Primitiva el lunes por la mañana, pero ahora le aseguran que ni siquiera le resolvería la vida el premio principal. Manda narices.

Podría decirse que todo es más caro, pero la palabra más precisa es 'inaccesible'. Si los precios aumentan, pero los sueldos lo hacen a un mayor ritmo, las personas viven mejor. Eso no ha sucedido en España, donde las retribuciones llevan 30 años estancadas, pero los precios se han disparado, especialmente desde la pandemia. Eso hace que este año se aproveche más que nunca el 6 de enero para regalar pijamas y camisas. Y eso ha provocado que la caja de langostinos para Nochebuena se haya comprado en noviembre y que al centro de las ciudades cada vez más personas hayan ido “a dar una vuelta”, no sea que los jabones o la cartera de cuero del mercado navideño descuadren enero.

Habrá quien incida en que los restaurantes están llenos y es cierto que las principales ciudades resplandecen con vida social. Esto no es la posguerra ni se puede comparar con otras latitudes menos afortunadas. Pero hay cierta apatía que es difícil de solucionar y que se ha instalado ante la evidencia de que los elementos que estructuran las sociedades con una clase media moderna y robusta (los de los Treinta gloriosos) mantengan una evolución adversa para los ciudadanos. Me refiero a los sueldos y a los precios de la vivienda, del utilitario y de la cesta de la compra. Mientras esta dinámica se mantenga, habrá quien se acueste todos los días con la sensación de que cada vez debe correr más rápido para poder mantenerse en el mismo sitio.

Uno acaba al final sin energía cuando la rutina consiste en eso y tampoco hay expectativas de más. Se aburre de sí mismo, cansa a los demás y termina por conformar una pareja que se retroalimenta, se da la razón y se ciega ante los errores que nadie le señala.

El protagonista del vídeo augura en su última intervención que en Nochevieja se meterá en la cama a las doce, aunque antes no era así. Ella asiente. Son la antítesis de la alegría. Un coñazo. Lo normal antes, a su edad, era pensar en la segunda casa, en la playa. Ahora, no se podría ni con El Gordo de la lotería. ¿Cómo van a estar contentos? Que no les pidan más. La app de su banco es su tensiómetro. Netflix, su purgatorio. Y así cada vez hay más.