No me canso de escuchar de manera casi incesante lo talentosos y buenos que somos los españoles en la práctica deportiva.

Sin importar el medio de comunicación y/o la fuente de información y sin distinción por disciplina y/o modalidad deportiva encuentro reiteradas alusiones al alto nivel del deporte español.

Sin embargo, lejos de sumarme a esta corriente de reconocimiento incuestionable, antes, un par de interrogantes se me plantean, así como una profunda y personal reflexión sobre el valor de nuestro deporte.

El punto de partida, como señalaba, lo encuentro en la imposibilidad de negar el destacado éxito deportivo y todo ello pese a la deficiente inversión por parte de los poderes públicos. Como remarcaba el profesor Palomar, en un reciente artículo, no hay duda de que “las cifran cantan” en relación con la minoración de partidas destinadas al programa ADO, un programa que debiera poder ser resumido con la siguiente ecuación I + D = E (Inversión + Desarrollo = Éxito). Al margen del amplio debate establecido sobre el modelo deportivo de España y la difícil elección entre un modelo público, privado o mixto. Es en este preciso momento donde nace el primer interrogante ¿Deberíamos pedir a los poderes públicos un cambio de modelo o antes deberíamos concienciarnos todos los ciudadanos sobre lo que tenemos?

Me gustaría explicarme, se repite como si de un mantra se tratase que el sector, se me ocurre, eléctrico o bancario es vital, capital o estratégico para la economía española y salvo meritorios intentos, el júbilo del éxito deportivo parece consumir todas las expectativas que reservamos para nuestro deporte. Al hilo de esta idea me planteo el segundo de los interrogantes ¿Acaso es que todo acaba con el metal tocando el pecho o con la copa brindando a un cielo alimentado por fuegos artificiales?

Me cuesta aceptar esta idea, es más…. me niego a creer que lo primordial sea el éxito deportivo. Seguro que es muy importante, pero no creo que llegue a agotar todo el valor. Quizás por idealista o por amante del concepto tradicional deportivo creo que el deporte posee algo más importante.

Para mí, el desarrollo de una industria deportiva, la salud, física y psíquica, de la población o incluso el concepto del deportista embajador son la clara significación de un valor incuantificable, complejo, rico y universal.

Un valor que se representa cuando gritamos con pasión “somos campeones o campeonas” pero también con la solidaridad del deporte, el deporte inclusivo y adaptado o el respeto y la tolerancia en el deporte.

Empecemos a considerar al deporte más allá del éxito o la derrota, como ese mecanismo transformador de la sociedad, Mandela no se cansaba de decirlo. A lo mejor entonces lo consideramos un sector estratégico, sin importar si es para un país o para nosotros mismos.

A fin de cuentas, lo único que tengo claro es que atesoramos mucho deporte y mucho éxito,pero también tenemos mucho más. Todo ello debe ser el valor de nuestro deporte.

No me canso de escuchar de manera casi incesante lo talentosos y buenos que somos los españoles en la práctica deportiva.

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