Fue el primer dibujo animado de una chica. No de una princesa, ni de una damisela en apuros, ni de la novia de un héroe animado; sino de una chica. Con la falda demasiado corta, el escote demasiado profundo y una voz chillona que pareciera sacada de un bidón de helio. No hablaba: canturreaba. No caminaba: bailaba, meneando las caderas y cerrando los ojos muy lentamente, aleteando sus largas pestañas. Betty Boop fue una sex symbol en blanco y negro, una flapper que sobrevivió al cine mudo; le inventaron novios, le borraron faldas, la censuraron, la adoraron. Vivía en un mundo donde los muebles se movían solos, los relojes sudaban y los edificios tenían ojos, pero lo más surrealista era ella. Porque nadie esperaba que una mujer pudiera ser tan descaradamente libre.

Fue el 9 de agosto de 1930 cuando Betty Boop apareció por primera vez. Lo hizo en el corto Dizzy Dishes, y lo cierto es que era de todo menos humana. El primer diseño del personaje la hacía verse como una perrita antropomórfica, de largas orejas y hocico puntiagudo. Se pensó en ella como un personaje secundario, subida a la tarima de un diner para entretener a los comensales con su canto. Aparece poco, pero no le hizo falta más para robarse el protagonismo. Betty Boop había llegado para quedarse.

Para 1932, Betty era ya 100% humana (las orejas de cocker se transformaron en unos gigantescos pendientes) y protagonizaba sus propios cortos. Se convirtió en la primera sex symbol de la animación, y en la caricatura más popular de su tiempo. Entonces, la demanda por plagio no tardó en saltar.

La envidia de Helen Kane

Cuando Betty Boop se volvió famosa, Helen Kane, una cantante y actriz muy popular en los años 20, denunció que el personaje hablaba y cantaba como ella, con la misma vocecita aniñada y con su mítico estribillo —el boop-boop-a-doop— por el cual Kane era conocida. Precisamente, Kane había pegado un pelotazo por su sencillo I Wanna Be Loved by You (sí, el que más tarde cantaría Marilyn Monroe), por su flequillo corto, sus grandes ojos y vestidos a lo flapper. ¿Os suena de algo?

Lo cierto es que Kane le tenía cierta envidia a Betty Boop. Paramount Pictures era el estudio que ambas compartían y, cuando este dejó paulatinamente de apoyar la carrera de la cantante para centrarse en la del dibujo animado, haciendo que la fama de Kane decayera mientras que la de Betty Boop subía, la "real" estalló. Presentó una demanda por 250.000 dólares de los de entonces (unos 5 millones de euros actuales) contra Paramount y el dibujante Max Fleischer por haberle "robado" su personalidad, su estilo y su voz. Kane llegó a plantearse demandar incluso a todas las actrices que habían puesto voz al personaje pero, al final, estas fueron únicamente llamadas a testificar. A favor de Betty, claro.

El juicio fue público, convirtiéndose en uno de los juicios más seguidos de la época. La prensa apoyaba inicialmente a Kane: parecía un claro caso de explotación de su imagen. Entonces, la defensa de los Fleischer sacó su mejor baza: resulta que el boop-oop-a-doop de Kane era, en realidad, un plagio en sí mismo.

El plagio del plagio

Parece ser que Kane no había inventado ese estilo, sino que se lo había copiado a una cantante afroamericana casi desconocida llamada Esther Jones, apodada Baby Esther. Jones actuaba en solemnes clubs de Harlem durante los años 20 y era popular, de nuevo, por su voz aniñada. La defensa presentó testimonios del manager de Jones, e incluso el de un productor de teatro que aseguraba haber visto a Kane asistir a un show de Esther antes de lanzar su estilo "propio".

El juez falló a favor de Betty Boop, concluyendo que el estilo boop-oop-a-doop no era exclusivo de Kane y que esta no contaba con la suficiente originalidad ni relevancia como para consolidarlo un rasgo protegido por los derechos de autor.

Kane quedó desacreditada públicamente y, aunque siguió trabajando un poco, nunca recuperó su popularidad, a la sombra siempre de Betty Boop, un ídolo de masas. Sin embargo, con la llegada del puritano Código Hays en 1934, Betty tuvo que taparse: su vestido se alargó, su silueta se suavizó y su voz se volvió más recatada. Perdió su picardía: pasó rápidamente de ser un mito erótico a una figura decorativa. Su fama se esfumó tan rápido como había llegado y, pese a estar calada siempre en la cultura popular, hoy en día Betty Boop no es más que una efeméride a recordar.