David Uclés ha anunciado este jueves que abandona X. Lo ha hecho con un mensaje breve, deliberadamente ingenuo –el "hasta aquí :)" final–, publicado en esa red social y replicado en Instagram, acompañado por una fotografía suya de niño: un guiño entre naíf y cursi que, en su caso, funciona como parte del personaje.

Pero el contenido del tuit no deja lugar a dudas: el escritor, convertido en fenómeno literario del último año, se marcha cansado del clima hostil que asegura soportar a diario. "ADIÓS. X se convirtió en un nido de fascistas que cada día me insultan, dicen saber dónde vivo y critican no solo mi trabajo, sino mi sexualidad y apariencia. Por eso me voy. Nací con una anomalía: y es que siempre he sido un niño muy feliz. Y quiero seguir siéndolo. Hasta aquí :)".

La salida de Uclés tiene algo de ruptura anunciada, pero también de gesto que muchos no esperaban precisamente ahora, cuando su presencia digital crece al ritmo de su éxito editorial. Hace un año, coincidiendo con la campaña y la reelección de Donald Trump impulsada desde X por Elon Musk, millones de usuarios decidieron a migrar a otras plataformas. Uclés mantuvo el perfil abierto. Aguantó las invitaciones al éxodo, las críticas al algoritmo Alt Right y la discusión permanente sobre la deriva de la red social. Lo que no ha aguantado es la mezcla persistente de insultos, ataques personales y amenazas veladas que, afirma, recibe desde hace tiempo.

Uclés, escritor de moda

El contraste con su momento profesional no puede ser mayor. Uclés (Úbeda, 1990) es, hoy por hoy, uno de los autores españoles más solicitados. La península de las casas vacías, publicada por Siruela en marzo de 2024, ha pasado de ser una novela extravagante –700 páginas de Guerra Civil y realismo mágico jiennense– a convertirse en el libro de consenso del último año, como lo fue Patria sobre ETA. Dieciséis ediciones, más de 200.000 ejemplares vendidos y un fenómeno que se sostiene en algo tan poco digital como la recomendación de libreros y lectores. El éxito, impar, no nació en las redes, pero las redes lo amplificaron.

Ese contraste –la sobreexposición del escritor amable frente al veneno cotidiano de su bandeja de menciones– explica mejor que cualquier interpretación sociológica la decisión que hoy anuncia. Uclés nunca ha sido un usuario particularmente combativo. Su relación con X ha sido funcional: promocionar firmas, agradecer elogios, compartir anécdotas domésticas y poco más. Su imagen, la del muchacho de flequillo leonino y boina ladeada, mezcla de candidez estética y ambición literaria, siempre ha permanecido a resguardo de la disputa permanente que define la plataforma. Hasta ahora.

La foto que acompaña su despedida –él mismo, niño, sonrisa abierta y gesto despreocupado– subraya la tesis del mensaje: proteger una felicidad que considera original, casi genética. La frase escogida –"nací con una anomalía: siempre he sido un niño muy feliz"– puede sonar excéntrica, pero encaja con el tono calculadamente desacomplejado que ha caracterizado su comunicación pública desde que la novela estalló. Hay en esa mezcla de vulnerabilidad y humor un eco de su prosa: la capacidad de convertir lo íntimo en gesto narrativo sin dramatización.

El impacto de su marcha es relevante. Uclés es uno de los escritores jóvenes con mayor proyección y uno de los pocos que ha logrado conectar con públicos diversos sin necesidad de emprender batallas culturales, a diferencia de un tuitero vocacional como Arturo Pérez-Reverte. Su novela, esa Jándula convertida en Macondo peninsular, poblada de personajes que recorren la España de la Guerra Civil, ha desmontado prejuicios tanto en lectores escépticos con el realismo mágico como en quienes siempre recelan de los relatos históricos. Que alguien con ese perfil renuncie a una red social dominante por considerar que se ha convertido en un entorno hostil dice mucho más del clima actual que del propio autor.

Uclés parece decidido a seguir su propio rumbo. La serie basada en su novela avanza, su agenda continúa llena, y él mantiene la misma prudencia que confesaba hace meses: no saber cuánto durará este momento, pero aprovecharlo mientras llega. Su adiós a X, más que un gesto político, parece una declaración de higiene mental.