Madrid ha asistido este domingo 7 de diciembre a un movimiento improbable: el Congreso de los Diputados, o al menos su réplica a escala, ha abandonado la Carrera de San Jerónimo para recorrer la ciudad a hombros de la ciudadanía. No como metáfora tibia, sino como imagen literal.

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Un día después de que la sede de la Cámara Baja acogiera los actos del Día de la Constitución, veintiséis integrantes del Coro Fermín Gurbindo –personas con ceguera y discapacidad visual– han cargado durante tres horas con la maqueta del edificio, atravesando el centro de la capital. La actividad, titulada Desplazamiento del Congreso, se inscribe en España en Libertad 50 años, el programa conmemorativo impulsado por el Gobierno para celebrar medio siglo de democracia.

El acto ha comenzado a las 11 de la mañana en la escalinata del propio Congreso. La pieza, construida por el ebanista Antonio Bachiller a partir de los planos de su última reforma, avanzó lentamente entre los turistas que atestaban Madrid por el Puente de la Constitución. No era procesión religiosa, ni desfile institucional: era otra cosa. Un traslado. Un gesto de carga compartida que invertía la jerarquía habitual entre edificio y ciudadanos.

Remover lo estable

El artista catalán Roger Bernat, impulsor del proyecto, ha manejado antes esta tensión simbólica. En 2014 coordinó en Santiago de Chile El Desplazamiento del Palacio de la Moneda, cuando decenas de colectivos sociales trasladaron la sede presidencial a La Legua, uno de los barrios más pobres de la capital chilena. Allí cada tramo incorporaba voces distintas, músicas y silencios; aquí, Madrid ha recogido ese eco con una deriva más abierta, festiva, pero con una misma premisa: sacudir el edificio para hacerlo respirar. La idea no nace de cero: Bernat toma como modelo una práctica comunitaria de Chiloé, donde las casas se desmontan y se trasladan colectivamente hasta un nuevo lugar. Ese gesto –mover lo estable para afirmar lo común– es la raíz que conecta Chile y Madrid en esta deriva del símbolo.

La democracia “requiere participación, diálogo y gestos que nos recuerden que las instituciones se sostienen sobre la ciudadanía”, explicaba Carmina Gustrán, comisionada de España en Libertad. Según la historiadora, no basta con celebrar cincuenta años de libertades: hay que volver tangible el vínculo que las sostiene. Hoy lo ha sido en forma de maqueta de madera sobre los hombros que la hacían avanzar.

La acción ha incluido paradas intermitentes y la participación de colectivos artísticos y sociales. La comisaria de la acción, la periodista cultural Marta García Miranda, situó la propuesta en la tradición de obras que desplazan el punto de vista ocupando el espacio público. El actor y performer Juan Navarro se sumó a la intervención, que ha funcionado como pieza escénica expandida donde el público podía sumarse, acompañar o simplemente mirar.

Cuestionar su solemnidad

La comparación con la Moneda chilena planea inevitable, pero Desplazamiento del Congreso busca su propio marco: no trasladar el poder para denunciarlo, sino para poner en juego su fragilidad, su dependencia de quienes lo sostienen. Bernat ha señalado que mover el símbolo es exponerlo a la crítica, arrancarlo de la solemnidad estática y permitir que circule. Un edificio que anda se vuelve cuerpo; un emblema que pesa, se vuelve real.

El Coro Fermín Gurbindo, integrado mayoritariamente por personas con ceguera, ha sido el motor físico del recorrido. Su presencia introduce una lectura adicional: quienes a menudo han sido invisibilizados cargan hoy el edificio donde se legisla lo común.

A media tarde, la procesión concluyó en su destino final. El Congreso, alzado y suelto, recorrió la ciudad como un corazón portátil: visible, vulnerable, sostenido por manos y esfuerzo. Queda la escena, quizá más potente que cualquier discurso: el hemiciclo convertido en objeto móvil, la democracia entendida como peso compartido. No un edificio quieto, sino un acuerdo que camina cuando lo empujan quienes creen en él.

Hoy, un día después de que el Congreso fuera un diálogo de sordos, un coro de personas ciegas lo ha cargado simbólicamente sobre sus hombros.

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