Ya era de noche en El Puerto, la corridas empiezan tarde para aliviar el calor. Barullo en el callejón tras un quite de Roca Rey al toro de Morante, se pronosticaba la bronca. "Maestro, fúmate un purito despacito", quedó para la historia de aquella discusión de figuras vestidas de luces, que no será la última. Fue la respuesta de Roca Rey a la recriminación de Morante por un quítame allá esos lances.

Ocurrió el sábado 9 de agosto, ya de noche. A finales del siguiente mes, en la última corrida de la Feria de San Miguel de Sevilla, Morante y Roca firmaron la paz con un abrazo discreto que descubrieron las cámaras mientras el toro de Zulueta andaba por el ruedo.

Justo dos semanas después, Morante decidió cortarse la coleta en el centro de Las Ventas. Se acabó.

Sin ánimo de marear con las fechas, pero es muy importante todo lo que ha pasado en un escaso plazo de tiempo, apenas medio año. 20 de abril, Domingo de Resurrección en Sevilla; Morante no se anda con contemplaciones y empieza a cuajar al toro, pero la cosa no carbura en el ambiente. Entonces, alza la cabeza al tendido y suelta: "¡Pero ¿qué queréis?!". Y pega una tanda de naturales de escándalo.

(Importante: antes de esta corrida había hecho pública su enfermedad mental -trastorno disociativo que precisa de electroshocks- en una entrevista-terremoto a Jesús Bayort).

Ahí, en ese ramalazo de sinceridad en La Maestranza, prende una temporada en la que Morante de la Puebla se convierte en un "mito viviente", como defiende Rubén Amón en su Morante, punto y aparte (Espasa). El éxtasis llega el 12 de octubre, con la teatralidad del corte de coleta absolutamente inesperado después de dar la vuelta al ruedo con las dos orejas. Segunda Puerta Grande de Madrid, en el mismo año. Otra vez la salida -dolorido- en hombros y cuellos de la marea hasta la furgoneta, con destino al Wellington, donde se alargó la noche vestido con el batín se seda.

Dio la vuelta dolorido porque, para llegar a saborear las dos orejas, el toro de Garcigrande le volteó en el quite. Y ahí se vivieron los segundos más angustiosos del año para el Genio de La Puebla. Tendido en la arena de Las Ventas, sin poderse levantar; si Tripulante se hubiera girado, tenía la presa indefensa, a merced. Le socorrieron antes, tardó en reponerse y volvió a la cara del toro para bordarlo y dejar una estocada de alta escuela.

¿Cuánto influyó este percance en la decisión final de marcharse, faenón de por medio?

A Morante le hirió un toro en la Feria de La Peregrina de Pontevedra, justo un día después del incidente con Roca Rey en El Puerto. El mes de agosto se fue entonces al garete.

Tras la reaparición, en las declaraciones no dejaba de hacer referencia al 12 de octubre en Madrid, con su doblete a cuestas. Por la mañana, en el maravilloso festival que organizó a beneficio del monumento a Antoñete, en el que su discípulo Curro Vázquez elevó el toreo a los cielos; por la tarde, en la corrida de la Hispanidad que puso un glorioso punto y final a su carrera, con 46 años de edad.

Toreando desde pequeñito.

El Espacio Arquia se llenó el pasado miércoles 17 en la presentación en Madrid de Morante, punto y aparte (Espasa). En la tarjeta de invitación relucía que acompañaría al autor, Rubén Amón, Morante de la Puebla. Pero no apareció, su silla quedó vacía. "El trono vacante", proclamó Amón.

Y el resto de copresentadores hicimos lo que pudimos, tirando del hilo Elena Sánchez y bajo una secuencia de fotones del maestro. No estaba, pero estuvo.