Leonardo Padura ha definido Morir en la arena (Tusquets) como “la novela más triste” que ha escrito. Parte de un hecho real cercano a su vida —un parricidio— que le sirve de motor narrativo para hablar del derrumbe de su generación. Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2015, ha visitado Madrid para presentar el libro, que describe como “la crónica del destino final de una generación”: la de quienes trabajaron, se sacrificaron y sufrieron limitaciones durante décadas, y que hoy, ya jubilados, “se encuentran más pobres que nunca”.
“En Cuba no puedes alienarte de la realidad: entra en tu casa en forma de apagón, de falta de agua o de que no hay el medicamento que necesitas”, ha afirmado el autor en un encuentro con periodistas. A su juicio, la isla vive una situación “dramática”, marcada por “grandes bolsones de pobreza” frente a destellos de riqueza. Entre los ejemplos que citó, mencionó el precio de un cartón de huevos, que alcanza los 3.000 pesos cuando muchas pensiones rondan los 2.000.
Los protagonistas de la novela, Rodolfo y su excuñada Nora, encarnan esa precariedad cotidiana. Su relativa estabilidad se entiende, explica Padura, por un elemento decisivo en la vida cubana actual: tener FE, es decir, “familiares en el extranjero” que envían remesas. La trama se complica con la inminente salida de prisión de Geni, hermano de Rodolfo, enfermo y con un pasado traumático que regresa a la casa familiar.
Cuba, en situación “dramática”
El escritor, nacido en La Habana en 1955 y conocido por la serie del detective Mario Conde o por El hombre que amaba a los perros, reconoce que la política atraviesa sus reflexiones, aunque no participe en programas partidistas. “En ninguna de mis novelas hay una sola mentira sobre la realidad cubana”, defiende.
Padura, que pide “cambios económicos muy profundos que generen también cambios políticos”, ha denunciado el “gravísimo” problema de la crisis eléctrica —“hay pueblos que pasan 20 horas sin electricidad”— y ha criticado que en los últimos años se hayan inaugurado hoteles para turistas sin invertir lo mismo en sectores productivos básicos como el arroz o el azúcar. También ha recordado episodios recientes de marginación y pobreza en la isla, y declaraciones como las de la exministra de Trabajo que acusó a mendigos de disfrazarse para buscar en la basura, palabras que provocaron su destitución.
Un libro prohibido y pirateado: “Para mí es una alegría”
En el terreno cultural, Padura ha evocado las persecuciones de los años 70 que llevaron al ostracismo a autores como José Lezama Lima o Virgilio Piñera, y ha apuntado que la crisis de los 90 abrió paradójicamente un espacio de libertad para los creadores. Muchas de sus últimas novelas no se publican en Cuba, oficialmente por falta de papel. Sin embargo, apenas dos días después de la salida de Morir en la arena ya circulaba en la isla una copia pirata en PDF. “Puede ser un desastre económico, pero para mí es una alegría: es la única manera que tienen muchos cubanos de acceder a mis libros, y en esencia también es un acto de libertad”, ha señalado.
Aunque admite que podría establecerse en España —“nunca digas nunca”—, Padura asegura que sus raíces culturales y familiares lo mantienen en Cuba. “Mi pertenencia cultural es muy fuerte”, ha subrayado. Para él, la isla sigue siendo su materia prima: “El alimento de esa realidad cubana es lo que me permite escribir. Creo que tengo una responsabilidad civil con respecto a esa realidad”.
El autor ha defendido también la literatura como un reservorio de memoria frente a los intentos de manipulación política: “Todos los sistemas escogen qué recordar y qué olvidar. La literatura rescata lo que de otro modo quedaría perdido”.
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