Italia ha comenzado este viernes un largo homenaje a Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1925 – Roma, 2019), el narrador siciliano que se convirtió en uno de los autores más leídos y queridos de Europa. Con motivo del centenario de su nacimiento, instituciones, universidades, teatros y televisiones han programado un centenar de actividades –exposiciones, congresos, proyecciones, ediciones especiales y estrenos– para recordar a un creador que vendió más de 30 millones de ejemplares, traducidos a cuarenta lenguas, y que transformó la literatura popular italiana con su invención del comisario Salvo Montalbano.

"El centenario de Camilleri es un proyecto complejo porque el propio artista es complejo", afirma Felice Laudadio, presidente del Comité Nacional Camilleri 100, en declaraciones recogidas por Marta Rullán para Efe. "Era un diamante con muchas caras, una personalidad volcánica". Poeta, dramaturgo, director de escena, guionista de cine, televisión y radio, profesor en la Escuela de Cinematografía y en la Academia de Arte Dramático de Roma, Camilleri fue mucho más que novelista: encarnó durante décadas la figura del intelectual público.

Un éxito tardío

El éxito literario, sin embargo, no le llegó hasta muy tarde. Poco antes de cumplir los 70 años, el primer Montalbano –La forma del agua (1994)– se convirtió en un fenómeno editorial inesperado. Desde entonces, sus novelas policíacas y sociales se multiplicaron con un ritmo imponente, al tiempo que se consolidaba un estilo singular: un italiano contaminado de sicilianismos fonéticos y léxicos, que él llamaba con ironía “italiano bastardo”.

Pese a la fama internacional, Camilleri mantuvo la sencillez en la vida cotidiana. Vivió más de sesenta años en el romano barrio de Prati, junto a su esposa Rosetta dell Siesto –"la espina dorsal de mi existencia", escribió–, fallecida el pasado mayo. Vecinos y amigos lo recuerdan como un hombre accesible, incluso después de que la ceguera le obligara a depender de los demás a partir de 2016. "Era muy querido en el barrio", relata Tiziana Appetito, responsable del archivo cinematográfico Enrico Appetito. "A pesar de la grandeza de su cultura, era una persona muy normal, como todos nosotros". En la plaza frente a su casa, un quiosquero resume esa proximidad: "Cuando ya no podía salir, muchos íbamos a llevarle la compra. Era un hombre de una gran bondad".

Centenario a lo grande

El Fondo Andrea Camilleri ETS, presidido por su hija Andreina, ha diseñado un extenso programa con un centenar de actos para 2025 y 2026. La RAI, cuya sede histórica se encuentra a dos calles de la antigua residencia del escritor, se suma con emisiones especiales y homenajes. Y la editorial familiar Sellerio, inseparable de la trayectoria del autor, ha lanzado una colección con doce títulos de Montalbano, ilustrados por Lorenzo Mattotti y acompañados de introducciones de autores como Antonio Manzini, Luciano Canfora o Zerocalcare.

La televisión ocupa un lugar central en estas conmemoraciones: la serie Il commissario Montalbano, emitida desde 1999 en 37 episodios, alcanzó audiencias de hasta 12 millones de espectadores en Italia y se vendió a una veintena de países. Más allá de la pantalla, el fenómeno generó un inesperado impacto económico: en dos décadas de éxito televisivo, el turismo vinculado a la ficción elevó en un 2% el PIB de Sicilia.

Cuando Camilleri mandó a Montalbano a freir espárragos

El centenario ha reavivado también la memoria de la relación entre Camilleri y Luca Zingaretti, el actor romano que durante 22 años encarnó al célebre policía de Vigata. "Camilleri me mandó a freír espárragos una semana después de que empezara el rodaje", recuerda entre risas. "Yo le llamé desesperado, porque no lograba dar con el alma del personaje. Tras escucharme en silencio, me dijo: 'Luca, no me rompas los cabasisi', y me colgó el teléfono".

El insulto en dialecto siciliano –muletilla cómica de las novelas– se convirtió en una lección vital: "Lo que quería decirme era que dejara de trabajar con la cabeza y pusiera el corazón. Tenía razón: todo lo que había estudiado salió a la luz cuando dejé de forzar".

Zingaretti, que había sido alumno de Camilleri en la Academia de Arte Dramático, asegura que su maestro le enseñó sobre todo a vivir. "Las dos lecciones que guardo son estas: la capacidad de hablar con todos, sin distinción de clase ni poder, y la certeza de que el éxito es un accesorio sin importancia, como la meteorología: va y viene sin que tú puedas hacer nada".

Un intelectual necesario

Para el actor, la herencia del escritor aún está en construcción: "Es un autor por descubrir plenamente, que habla de un mundo hecho de cosas auténticas. Dentro de unos años, las nuevas generaciones le darán una lectura más amplia, con puntos de vista que solo el tiempo concede".

Más allá de su creación literaria, muchos coinciden en echar de menos su voz civil. Camilleri fue un intelectual de referencia, escuchado en debates políticos, en la televisión y en la prensa. "Era uno de los pocos a los que se podía recurrir cuando hacía falta orientación o un consejo", dice Zingaretti. "Se fue demasiado pronto", pese a que murió ya nonagenario.

Un escritor tardío, nacido en un puerto siciliano y formado en la Roma del teatro experimental, acabó siendo un símbolo cultural compartido por millones de lectores. Sus personajes, su lengua híbrida y su ironía se han incrustado en la identidad italiana contemporánea, pero también han dado forma a un modo mediterráneo de narrar el presente: con humor, con melancolía y con una mirada siempre atenta a la justicia.

Camilleri, que repetía que la literatura debía servir para "contar cómo somos", vuelve ahora, un siglo después de su nacimiento, como un clásico popular. Entre las calles de Prati, donde lo recuerdan los vecinos, y las librerías del mundo entero, donde Montalbano sigue resolviendo crímenes, su centenario se celebra como lo que fue: un creador universal, que hizo de Sicilia una patria literaria para todos.