El escritor, dramaturgo y cineasta francés David Foenkinos ha vuelto a España para presentar su novela La vida feliz (Alfaguara), en una gira que lo ha llevado a Sevilla, donde ha participado en un encuentro con lectores en la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo. Durante la conversación, y en declaraciones recogidas por la Agencia EFE, Foenkinos ha comentado tanto su nuevo libro como la convulsa actualidad política de su país, marcada por el ingreso en prisión del expresidente Nicolas Sarkozy.
"Siempre que vengo a España pasa algo importante en Francia", ironizó el autor de La delicadeza, que recordó que en su anterior visita el tema de conversación era el juicio contra Dominique Pelicot, condenado por drogar y entregar a su exesposa a decenas de hombres durante una década. Esta vez, reconoció sentirse "impactado" por lo que calificó de un episodio "extremadamente brutal": la entrada en prisión, retransmitida en directo, del antiguo jefe del Estado.
Foenkinos confesó que le cuesta "entender las razones concretas" de la condena. Pero una vez dictada, "podría haberse dictado sin encarcelamiento", apuntó. A su juicio, la medida resulta "violenta, habida cuenta de las circunstancias que conocemos". Según el escritor, la opinión pública francesa "en su mayoría considera esta decisión excesiva, aunque no sea políticamente correcto decirlo, porque hay que respetar a la justicia".
Francia, "ingobernable" y "fracturada"
El autor también se refirió al reciente robo en el Museo del Louvre, un suceso que, en su opinión, "no da una buena imagen de Francia". Recordó que ya había ambientado una de sus novelas, Hacia la belleza, en el Museo de Orsay, pero admitió que "ni un novelista habría podido prever un robo así, con tanta facilidad y calma".
Foenkinos describe el momento político de su país como "ingobernable" y "fracturado". "No puedo transmitir un mensaje de tranquilidad, porque la situación es complicada", afirmó. "Soy optimista, pero en este caso no puedo decir nada positivo sobre Francia". Preguntado sobre si la literatura podría contribuir a calmar las tensiones, ha sido categórico: "No".
Sus libros, traducidos a más de cuarenta idiomas, gozan de una especial acogida en el ámbito hispano. Foenkinos asegura sentirse particularmente vinculado a los lectores españoles. "Mis libros tienen una vida propia en español, y eso me hace muy feliz", asegura. También valora el papel de las editoriales españolas, a las que considera abiertas a la literatura extranjera: "España presta mucha atención a los autores franceses, al contrario que otros mercados que tienden a cerrarse sobre sí mismos".
El escritor compara esta situación con la del panorama editorial en Francia y Reino Unido. "En Francia la cuota de literatura extranjera se ha reducido mucho, y en Inglaterra prácticamente no existe", lamenta. Por eso celebra la colaboración con Alfaguara, responsable de sus ediciones en castellano, de la que destacó incluso "lo bien que hace las portadas".
Buscar la belleza
Entre los temas recurrentes de Foenkinos figura la búsqueda de la belleza, que atraviesa buena parte de su obra. En Sevilla citó El idiota de Dostoyevski y su célebre frase de que "la belleza salvará al mundo", aunque él mismo se declaró escéptico ante esa idea. "No creo en eso. La belleza puede acompañar y consolar en situaciones personales, pero no puede solucionar todos los problemas. Sería utópico pensarlo", reflexionó.
Aun así, animó a buscarla "en cualquier sitio". En su caso, esa búsqueda se expresa tanto en la escritura como en el cine. Sin embargo, confesó haber rechazado varias propuestas de adaptación: "El dinero no es problema, no lo necesito", presume. Aceptaría, dice, solo si la dirige "un gran director".
Desde 2021 no ha vuelto a situarse tras la cámara. Su última película fue Las fantasías, codirigida con su hermano Stéphane. Hoy prefiere concentrarse en escribir y en dialogar con su público. "Ahora mismo disfruto más hablando de mis libros", reconoce.
La vida feliz, la novela que presenta estos días, transcurre entre Corea del Sur y Francia, y ha sido descrita como un Lost in Translation en Seúl. Como en la película de Sofia Coppola, su protagonista se enfrenta a la soledad y la incomunicación en un entorno ajeno. Foenkinos no rehúye la comparación: sabe que su literatura habita en ese territorio intermedio entre la melancolía y la ironía, donde la belleza no salva el mundo, pero lo ilumina un instante.
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