Se presentó Ridley Scott en Cannes en 1977 con una película, Los duelistas, que el tiempo ha revelado como una de sus grandes obras maestras, que no es poco decir en un director tan decisivo para la historia del cine por cintas como Alien, Blade Runner, Thelma & Louise, Gladiator, American Gangster o recientemente Napoleón, donde el realizador británico regresa a la Europa postrevolucionaria arrasada por la ambición imperial de un general megalómano. Aquella película, inspirada estéticamente en el Barry Lyndon de Kubrick, como confesó el propio Scott, y nominada a la Palma de Oro fue premiada en el festival francés como mejor opera prima, pero tuvo, además, la virtud de llamar la atención sobre una breve novela de Joseph Conrad, El duelo, publicada en 1910 dentro de un libro de relatos titulado anodinamente A Set of Six (Un conjunto de seis) donde se escondían auténticas joyas de la literatura inglesa como este mismo cuento, Gaspar Ruiz o Un anarquista.

Desde la soberbia película de Scott, protagonizada por Harvey Keitel y Keith Carradine, muchas han sido las interpretaciones que se han dado sobre el texto del escritor británico. Para algunos, se trata de uno de los alegatos pacifistas más contundentes de la literatura inglesa, mientras que otros la señalan como una novela capaz de adentrarse en la naturaleza del odio que está detrás de todas las guerras. Para estos últimos, el duelo vendría a ser la expresión más depurada del conflicto y la constatación de que cualquier causa que se enarbole para justificarlo es en realidad absurda, ya que toda confrontación tiene como objeto único la fijación de un enemigo para dar rienda suelta a la homicida condición humana, aplacada sólo por otra pulsión de igual potencia que Conrad señala como la pasión amorosa. Y esos instintos de vida y muerte vendrían a definir, en constante lucha, la esencia misma de todo hombre.

A esta última interpretación parece adscribirse Javier Sahuquillo, que ha sabido adaptar con demostrada solvencia el relato conradiano para convertirlo en una pieza dramática de poco más de hora y media, que hasta el próximo 18 de enero dirigirá Emilio Gutiérrez Caba en el Teatro Fernán Gómez de Madrid. “Adaptar a Conrad ha sido aceptar un duelo”, confiesa Sahuquillo. “Un duelo contra el imaginario colectivo que recuerda nítidamente la adaptación al cine de Ridley Scott. Un duelo contra lo narrativo para lograr que un cuento devenga en teatro. Un duelo, en fin, contra el presente, porque es arriesgado poner en pie una historia de guerra y guerras en una realidad actual tan belicosa”. El resultado, resume el dramaturgo, es una obra que refleja “la obsesión humana por la búsqueda de la propia muerte. El honor no es otra cosa que una buena dosis de orgullo, celos y estupidez que Conrad muestra en su historia como un profeta y parece decirnos: no seáis como D’Hubert y Feraud, huid de tanto disparate”.

Un odio irracional

D’Hubert y Feraud, dos tenientes de húsares en las tropas napoleónicas que tiñeron de sangre Europa hasta la caída de Bonaparte en 1815. Aristócrata el primero (interpretado por Francisco Ortiz), hijo de un herrero analfabeto el segundo (al que da vida Juan José Sevilla), son la representación de esa modalidad de ejército salido de la Revolución francesa en el que, aparentemente, las clases sociales se diluían en favor de la nación y, en este caso, del Imperio. Aunque es evidente que los resentimientos nunca se aplacaron y no todos los ciudadanos tuvieron la misma consideración.

Saltándose la prohibición expresa de Napoleón de que sus oficiales se batieran en duelo (pese a la voladura de los valores tradicionales del Ancien Régime impuesto a base de guillotina, el honor seguía moviendo los corazones de los militares), los dos oficiales a medida que sus tropas iban conquistando países y ellos ascendiendo de rango hasta llegar a generales, mantuvieron abierta una particular disputa cuyo origen ni ellos mismos tuvieron nunca claro y cuyo desenlace quedó también envuelto en un misterio para el resto de sus compañeros de armas. Y ese odio irracional los mantuvo paradójicamente unidos hasta el final de sus días. “Es curioso”, confesaría D’Hubert a su esposa, “cómo de un modo u otro, este hombre ha conseguido ligarse a mis sentimientos más profundos”. 

Daniel Ortiz y Aurora García Agud, al piano, interpretan a Joseph Conrad, el popular autor polaco, y a su mujer, Jessie Conrad. | TFG

La originalidad de la propuesta de Sahuquillo y Gutiérrez Caba radica en la creación de dos personajes a través de los cuáles se va aclarando tanto la trama de la obra como su trasfondo político, social y cultural. Daniel Ortiz, caracterizado como un Joseph Conrad que se resiste a morir, y Aurora García Agud (que demuestra que sus destrezas interpretativas no son menores que las musicales), llevan el peso de la narración con la ayuda de un piano y unas propuestas de diseño e iluminación que consiguen espectaculares logros escénicos, como aquel en el que una inmensa sábana sobre la que se proyecta la densa nieve de las estepas rusas que terminó derrotando a los ejércitos franceses cubre todo el escenario mientras suena la Sarabanda de Händel en homenaje al tema principal de Barry Lyndon.


'Los duelistas' se representa del 11 de diciembre al 18 de enero de 2026 en la Sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez, Centro Cultural de la Villa de Madrid.