A los 97 años, Carmen Louzán ha publicado su primer libro. Se titula El ratón ilustrado y otros relatos y reúne medio centenar de textos escritos a lo largo de las últimas dos décadas en talleres literarios que la autora –ama de casa, madre y lectora perseverante– comenzó a frecuentar cumplidos los 80. El volumen, editado por El Lapicero Azul, se presenta este lunes en la Asociación de la Prensa de Madrid.

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La historia de esta ópera prima tardía tiene algo de literatura en sí misma. Fue su hija, la periodista Virginia Hebrero, quien impulsó la publicación de los relatos tras compartirlos con el novelista Iñaki Martínez (Arresti, finalista del Nadal en 2015). Su sentencia fue clara: "Carmen Louzán tiene que salir del armario".

Y eso hizo. Lo que encontró Martínez al leer aquellos textos fue una voz insólita: "El conjunto de la obra de Carmen desafía las fronteras de la lógica, empuja a una burla de lo establecido, lo hiere, no oculta su espíritu trasgresor". Relatos breves, de humor negro y absurdo, cargados de una lógica interna desconcertante que desemboca, a menudo, en una sentencia de realidad. "¿Cómo se le ocurren estas historias a una mujer como Carmen Louzán?", se pregunta en el prólogo. Admite que no tiene respuesta.

Surrealismo tangible

Basta una frase para intuir el tono: "La oveja negra, cansada de estar siempre sola, se fue a hacer unas mechas". Entre los personajes que pueblan sus páginas hay un ratón ilustrado, un hombre decapitado cuya cabeza no puede ser enterrada por culpa de una huelga, un chimpancé vetado en una sala de cine, una pulga viajera y un obrero enterrado como un faraón. También aparecen unas navidades en casa de la tía Lola, "que un día se fue al cielo y se acabó la magia".

Nacida en Porriño (Pontevedra) en 1927, Louzán ha definido su estilo como "surrealista pero tangible, creíble", con ecos de realismo mágico. "Siempre me movía por el borde del margen establecido, mirando las cosas desde otra ventana", explica. Antes de encontrar su voz, dice, solo escribía hojas parroquiales: "Creía que debía ser así, aún no me habían crecido las alas". Hoy, con casi un siglo de vida a sus espaldas, celebra haberlas desplegado por fin. "El estilo surrealista mágico lo debía de llevar dentro naciendo".

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