El cansancio que muchos tienen a mediodía no se debe exclusivamente a haber dormido poco o a haber hecho una buena comida. De hecho, el cansancio repentino puede exhibir un desajuste en el funcionamiento de la forma en que el cuerpo utiliza la energía. Cuándo la glucosa no logra entrar en los músculos y en el hígado, el cuerpo acaba dando señales de alerta más allá del simple cansancio después de comer.

El cansancio y el desequilibrio interno

En el primer tramo del día, nuestro organismo utiliza la glucosa como principal combustible del mismo. No obstante, si la insulina no es capaz de actuar como sería conveniente, esta glucosa permanece en la sangre y no puede llegar a las células musculares, por lo cual se produce una sensación de agotamiento, de pesadez, de somnolencia, de falta de concentración o como se dice, "estar cansado" y que se manifiesta incluso en el caso de haber dormido o comido bien.

El bloqueo energético conlleva que el organismo deba compensar, utilizando grasas o las proteínas de estructuras como el músculo, para obtener la energía que necesita. Este recurso técnico de emergencia, si bien es momentáneamente útil, podría acarrear pérdida de la masa muscular y un grado de agotamiento físico constante.

Un proceso que pasa factura

Cuando hay demasiada glucosa en sangre, el organismo intentará expulsarla a través de la orina. Este esfuerzo extra puede llegar a ser excesivo para los riñones, los órganos encargados de depurar la sangre, y puede acabar mostrando señales que evidencian este exceso, como puede ser, por ejemplo, la presencia de espuma persistente al orinar. El tiempo, y una sobrecarga continua en la depuración de la sangre, pueden acabar afectando a arterias y nervios, acelerando el deterioro celular y generando una sensación de envejecimiento prematuro.

Cansancio y metabolismo

La visión borrosa, sequedad en la boda o una sensación incesante de consumir líquidos, constituyen algunos de los síntomas que puede acompañar al cansancio al mediodía. También será habitual la progresiva pérdida de fuerza o la caída del pelo en las piernas y los tobillos, lo que puede ser un claro signo de que la circulación empieza a dar señales de deterioro. Todas estas pequeñas alteraciones, si se van repitiendo continuamente, pueden responder a una enfermedad metabólica.

El músculo y la energía

El músculo constituye la principal reserva del organismo para realizar la acumulación y combustión de la glucosa. Por lo tanto, el hecho de que disminuya la masa muscular va a provocar que el metabolismo sea menos eficiente, lo que a su vez provocará que la resistencia a la insulina siga avanzando a mayor velocidad. Por este motivo, la conservación de la masa magra, que se logra con la práctica de ejercicio de forma habitual, es importante para prevenir el cansancio crónico o la fatiga metabólica.

Cómo recuperar la vitalidad

Seguir una dieta equilibrada, rica en proteínas de calidad, vegetales, grasas saludables y que, además, haga posible mejorar la sensibilidad a la insulina. Dormir las horas necesarias y evitar el sedentarismo son claves para que fluya correctamente el flujo de energía. La práctica de ejercicio, aun en sesiones cortas, estimula los músculos y mejora la regulación del azúcar en sangre.

Un cambio de rutina que marca la diferencia

Con constancia y con buenos hábitos alimentarios, el cuerpo puede encontrar su equilibrio metabólico y reducir la sensación de fatiga a mediodía o a las pocas horas de haber comido. Adoptar una actitud correcta antes de que sea tarde permite proteger órganos del organismo, mejorar la calidad de vida y mantener la sensación de energía constante a lo largo del día.