El pilates y el entrenamiento de fuerza van en aumento. Cada una de las modalidades potencia las capacidades físicas específicas de la persona y, cuando se combinan, acaban mejorando la postura, la estabilidad, la fuerza, así como la salud metabólica. Ambas disciplinas atraen públicos diferentes, desde el que busca un movimiento más suave y controlado, hasta el que está interesado en un entrenamiento más intenso orientado al aumento de la capacidad muscular.

El auge del pilates

El pilates se ha convertido en una de las actividades más solicitadas por las personas que desean realizar un ejercicio de bajo impacto, que favorezca la postura y la movilidad corporal. La práctica del pilates se fundamenta en los conceptos de precisión, respiración y control del centro del cuerpo, comenzando a activar una musculatura profunda que se va a encargar de estabilizar la columna y de eliminar posiciones incorrectas en la vida diaria. Las sesiones de pilates producen una sensación de bienestar, que puede explicarse como un parte de la aparición de su aumento entre personas que apuestan por una rutina de ejercicio suave, a la vez que eficaz.

Beneficios para la musculatura y la movilidad

Esta disciplina ejercita capas musculares que se tienden a obviar en otros tipos de ejercicios más intensos. La musculatura profunda proporciona estabilidad, posibilidades de moverse con fluidez y previene tensiones que aparecen en la práctica de actividades cotidianas. El pilates fomenta la movilidad articular, mantiene la alineación y establece un incremento en la conciencia corporal. La capacidad para activar esas estructuras lo hace una herramienta útil contra el sedentarismo, así como para quienes deseen complementar otro plan de trabajo físico más exigente.

El entrenamiento de fuerza

El entrenamiento de fuerza se ocupa de los músculos para producir y vencer resistencias, y se realiza a través de cargas externas, bandas elásticas o el propio peso corporal, pero en este caso entendiendo que la fuerza ejercitará los músculos de superficie que son responsables de los movimientos de alta intensidad y gran velocidad, de ahí que esta se fatiga más rápidamente, aunque se conseguirán resultados más inmediatos y cambios visibles en la fuerza, la potencia y la resistencia.

La fuerza en la vida diaria

La fuerza se manifiesta en acciones habituales tales como llevar las bolsas de la compra o subir escaleras. La fuerza permite realizar estas acciones de forma más eficiente y disminuir el riesgo de lesiones. Ejercitar la fuerza mejora la salud ósea, la masa muscular y el metabolismo, y la hace efectiva en los planes de entrenamiento de cualquier edad. Además, las mujeres son cada vez más las que se decantan por entrenamientos de fuerza, impulsadas por un mayor nivel de divulgación y por los evidentes signos de progresos que se logran a medio-largo plazo.

Combinar entrenamiento y pilates

Ambas prácticas se combinan generando un equilibrio difícil de conseguir con un solo medio. El pilates proporciona un refinamiento del control motor, de la estabilidad y de la movilidad, mientras que el entrenamiento de la fuerza ayuda a la capacidad muscular y la resistencia. La combinación de ambas rutinas genera un cuerpo más eficiente, más firme y capaz de gestionar movimientos complejos que evitan molestias y sobrecargas.

Objetivos y características individuales

Cada uno debe adaptar la intensidad, la frecuencia y la clase de ejercicios en función de su tipo y preferencias. Un buen programa puede combinar pilates orientado a estabilización y una rutina de fuerza orientada a progresar intercalando uno o varios días cada uno, con sesiones de entrenamiento en fuerza planificada para progresar poco a poco, que aportará al cuerpo una mejora de forma global y una buena sensación interna en el día a día con una adecuada movilidad y una buena capacidad de aplicar fuerza en los momentos que sea necesario.