La felicidad no es una cuestión de fortuna o de temperamento con el que nacemos, sino que constituye un ejercicio, el cual, como podemos apreciar, el cerebro responde a través de variaciones medibles. La investigación prueba que cuando se establecen ciertas habilidades mentales, se ven además reforzados los circuitos que regulan las emociones, la atención y la capacidad para tolerar el malestar. El resultado es inequívoco, la felicidad funciona como un músculo que se tonifica gracias a la práctica.

La felicidad se entrena

La neurociencia más actual confirma que el cerebro se amolda a lo que repetimos día tras día. Esta plasticidad nos ayuda a fortalecer conexiones neuronales relacionadas con el bienestar cuando llevamos a cabo actos de atención plena, para llevar a cabo la introspección, para llevar a cabo una conexión social deliberada e intencional. Estos actos refuerzan las redes cerebrales que fomentan la estabilidad emocional.

Capacidades que transforman el bienestar

Los investigadores subrayan cuatro pilares que pueden ser entrenados: la conciencia, la conexión, la comprensión y el propósito. Los pilares organizados en forma de práctica, permiten aumentar la claridad mental, recudir el nivel de distracción y mejorar la estabilidad emocional. Su efecto aparece medido a través de resonancias y estudios longitudinales que reflejan continuidades en la mejora de la regulación del estrés y de la satisfacción vital de las personas.

Cómo entrenar la felicidad

Si bien la práctica de ejercicios cortos de plena atención reduce el piloto automático mental, todo dependerá de la actividad práctica del momento presente. La mente se hace más estable, más intensamente centrada y menos abierta a los pensamientos intrusivos.

La conexión social protege la salud emocional

El contacto humano de calidad contribuye a la felicidad, al menos en lo que se refiere a las relaciones sociales. La activación de circuitos que incrementan el bienestar y que favorecen la disminución del aislamiento es provocada por actos tan simples como la amabilidad o la ayuda. Fomentar las relaciones sanas actúa como un amortiguador del estrés cotidiano.

El entrenamiento de la felicidad

El tener un objetivo claro y bien definido orienta las decisiones y disminuye la sensación de flotar en la existencia, sin objetivo ni meta. Las personas que alinean sus decisiones con sus valores fundamentales, alcanzan una mayor estabilidad emocional, así como una visión más optimista y positiva del futuro. Esta estrategia reduce el sentimiento de desmotivación, a la vez que favorece la continuidad del esfuerzo.

Reducir el malestar diario

Poner el propósito en acción con el objetivo de hacer cosas concretas evita la sensación de contradicción interna. Cumplir con aquellos hábitos que expresan lo que realmente cuenta, va generando una sensación gradual de coherencia. Esta alineación genera un ciclo de bienestar que se mantiene en el tiempo.

Hábitos para potenciar la felicidad

El ejercicio corto, pero habitual, favorece la producción de neurotransmisores positivos y, a su vez, mejora la memoria. Salir a caminar a diario también contribuye a la neurogénesis y, por consiguiente, se traduce en una mayor claridad mental y cognitiva. El descanso adecuado también influye de manera directa en la regulación emocional, ya que protege la función cognitiva y es una forma de prevenir la fatiga mental.

Entrenar la felicidad no requiere prácticas complicadas o gastar mucho tiempo. A través de la práctica diaria de atención, conexión, exploración y propósito, se cambia la manera en la que el cerebro responde a la vida. El bienestar se ejerce a partir de gestos sencillos y repetidos, al alcance de cualquiera que quiera fortalecer estas habilidades para vivir mejor equilibrado. El mensaje último que deja este trabajo es claro, la felicidad no llega por casualidad, sino que se entrena constantemente.