Lavarse el pelo puede parecer un gesto mecánico, pero esconde más complejidad de la que parece. Muchas de las rutinas que se llevan a cabo y que a priori no parecen muy nocivas están debilitando la fibra capilar sin llegarse a conocer en el momento. Este aspecto negativo llega con los años en forma de sequedad, de falta de brillo o de rotura. Modificar algunos pequeños detalles marca la diferencia y te ayudará a mantener una melena más sana sin tener que cambiar de productos ni tener que dedicar más tiempo.

El pelo y el tiempo bajo el agua

Pasar demasiado tiempo bajo el agua no beneficia al cabello. El contacto prolongado hace que la fibra se debilite y favorecerá la pérdida de resistencia del pelo. Como el agua entra y sale de la estructura capilar, el pelo acaba fatigándose. Un lavado breve y eficaz limpia igual y protege mejor la melena. Reducir unos minutos la ducha ya es una mejora notable a medio plazo.

Temperatura y frecuencia mal ajustadas

Mantener el uso habitual de agua muy caliente modifica el comportamiento del cabello. El calor abre la cutícula y hace más fácil que el cabello pierda su hidratación natural. Se debe usar agua templada en las fases normales y tener agua caliente solo para el cuerpo. Aparte, espaciar los lavados cuando el tipo de pelo lo permite es la forma más adecuada para tener equilibrio en el cuero cabelludo y para evitar el desgaste del cabello en condiciones que no lo exigen.

El pelo durante el lavado

Ejerciendo fuerza en círculos, limpiar el cuero cabelludo favorece el enredado del cabello y hace que se rompa de la raíz. La técnica más fácil y aplicable consiste en mover los dedos en una sola dirección mediante un movimiento suave y continuado que elimine la suciedad de la superficie sin modificar la estructura del pelo y sin sensibilizar el cuero cabelludo.

Zonas que acumulan residuos

Varias zonas del pelo siempre son las más manipuladas en el lavado mientras que otras quedan un poco más retiradas. La parte superior del cabello, la zona detrás de las orejas, o la parte posterior que queda en la nuca, a veces acumulan más residuos. Conseguir repartir bien el champú por toda la cabeza y trabajar estas áreas, favorece la limpieza en general y evita lavados que castigan el cabello a la larga.

El secado del pelo

Enrollar el pelo en una toalla y torcerlo para eliminar la humedad es algo que afecta la fibra capilar. Esta acción estresa y causa roturas imperceptibles que van a aparecer con el tiempo. Presionar sin frotar es mucho más efectivo y respetuoso. Se trata de eliminar el exceso de agua, no de hacer que se seque por la fuerza.

Alternativas suaves y tiempos correctos

Las microfibras se caracterizan por otorgar una mejor sequedad y una menor propensión al encrespamiento, de tal modo que usarla por un pequeño periodo de tiempo protegerá al cuero cabelludo y también facilitará su posterior secado. No obstante el hecho de dejar el cabello completamente envuelto en las telas de microfibra durante un periodo prolongado no es ventajoso ni favorable. Dejar libre el cabello y seguir el proceso de secado al aire o mediante calor moderado completa el proceso con un éxito mayor y más equilibrado.

Modificar estos hábitos no implica un cambio radical en la rutina diaria. Solamente hay que prestar atención a cómo se lava y se seca el cabello para ir viendo los resultados día a día. Un pelo más fuerte, brillante y manejable es el resultado más habitual de pequeños gestos bien realizados. Cuidar el lavado del cabello es cuidarse la base para una salud capilar, prevenir daños acumulativos y mantener una imagen cuidada con menor esfuerzo y menor número de productos a incorporar. Pequeños detalles diarios sostienen una melena equilibrada en las diferentes estaciones del año.