Cuando el termómetro marca más de 35 grados el ser humano hace funcionar todos los mecanismos de defensa de los que dispone para evitar un estado de sobrecalentamiento que puede desembocar en un golpe de calor. En esa situación, tomar agua fría aparece como una opción lógica para intentar aliviar el calor. Pese a ello lo que muchos desconocen es que esa acción, que parece inocente, puede tener consecuencias negativas para el organismo. No se trata de demonizar el agua fría, sino de comprender cuándo y cómo puede afectar a la salud en plena ola de calor.
Así afecta el agua fría
Consumir agua muy fría durante el verano podría desencadenar un choque térmico que afecte al aparato digestivo, especialmente si el cuerpo ha sido sometido a un fuerte sobrecalentamiento, por el paso del tiempo al sol o por el hecho de haber realizado una actividad deportiva de gran esfuerzo. La temperatura de funcionamiento del estómago oscila en torno a los 37 °C y reacciona ante el brusco cambio de temperatura a la baja disminuyendo el rendimiento de este órgano que puede generar malestar.
Riesgo de cortes de digestión
El mito de verano -el corte de digestión- presenta una explicación fisiológica, dado que un contraste térmico brusco mediante la introducción de agua excesivamente fría dentro del cuerpo tras un esfuerzo físico puede alterarla provocando una respuesta vagal. Este mecanismo implica al nervio vago y puede finalizar dando lugar a una pérdida de conciencia o bien a un síncope, lo que popularmente se conoce como un “corte de digestión”. Constituye el mecanismo que se activa en el organismo de forma defensiva para protegerse del cambio brusco de temperatura.
Cómo reacciona el cuerpo
El primer sorbo de agua helada puede dar una sensación revitalizadora o muy gratificante, pero tal sensación dura muy poco tiempo. El cuerpo percibe que es una situación de peligro por su baja temperatura; lo que hace es una vasoconstricción. Esta vasoconstricción corta el proceso natural de disipar el calor. Por lo tanto, no enfría el organismo sino que lo obliga a tener que trabajar más para restablecer su equilibrio interno.
Efectos en el corazón
Concretamente, este contraste también puede ser más arriesgado para individuos vulnerables, por ejemplo, para personas mayores o para pacientes con enfermedades cardiovasculares, puesto que el agua fría puede hacer que el ritmo cardiaco se modifique de forma temporal y pueda dar lugar a palpitaciones o arritmias.
A pesar de que no tienen por qué ser graves, sí que pueden volverse alarmantes e incrementar el riesgo en personas que ya tienen problemas de salud.
Beber agua de forma segura
Lo que se recomienda es beber agua fresca a temperaturas entre 10 y 15 grados ya que este intervalo térmico provoca que entre en el organismo correctamente sin interferir en los mecanismos internos, favorece la hidratación continua y evita algunas molestias por problemas gastrointestinales.
Hidratación y prevención del golpe de calor
El golpe de calor supone una urgencia médica que puede aparecer de forma repentina, principalmente si no se han tomado medidas destinadas a prevenirlo adecuadamente, como por ejemplo, como beber agua en cantidades suficientes o en intervalos regulares. Hay que partir de la idea de que la hidratación depende no solo de la cantidad de bebidas ingeridas, sino también de cómo y cuándo se hace.
En el verano tener controlada la temperatura del agua puede parecer un simple detalle pero tiene implicaciones directas sobre el estado de bienestar del organismo. Beber agua no excesivamente fría es una de las maneras más sencillas y efectivas para poder mantener la salud de nuestro cuerpo y evitar problemas.
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