La sandía destaca como una de las frutas más apreciadas del verano, valorada tanto por su sabor dulce como por su capacidad para refrescar debido a su elevado contenido de agua. Sin embargo, el hábito de comer sandía por la noche puede resultar contraproducente para ciertas personas, especialmente cuando se consume en grandes cantidades o justo antes de dormir.

Una de las razones principales es su alto porcentaje de agua, que supera el 90%. Esto, aunque es beneficioso durante el día para mantener la hidratación, puede volverse un inconveniente en la noche, ya que tiene un leve efecto diurético. Consumir sandía antes de acostarse incrementa la probabilidad de despertarse varias veces por la necesidad de ir al baño, lo que afecta negativamente la calidad del sueño al interrumpir las fases profundas del descanso.

Otra característica relevante es el contenido de fibra soluble e insoluble en la sandía. En condiciones normales, la fruta se digiere rápidamente, pero durante la noche, el metabolismo se ralentiza y el flujo sanguíneo digestivo disminuye. Como consecuencia, la digestión se vuelve más lenta y puede aparecer una molesta sensación de pesadez. Además, el abundante contenido de agua puede diluir los jugos gástricos imprescindibles para descomponer los nutrientes, agravando la sensación de digestión difícil y, en personas sensibles, fomentando la aparición de gases o hinchazón.

Para quienes son susceptibles o tienen sensibilidad hacia el sorbitol o la fructosa, presentes en la sandía, el riesgo de sufrir molestias digestivas es aún mayor. El consumo nocturno puede desencadenar fermentaciones intestinales, que se traducen en hinchazón, gases, retortijones o incluso episodios de diarrea.

La sandía también posee un índice glucémico elevado. Esto favorece una digestión rápida, pero, si se ingiere en exceso por la noche, puede provocar desajustes en el sistema digestivo como pequeñas inflamaciones o alteraciones en el tránsito intestinal. Además, tomar una gran porción poco antes de ir a dormir implica añadir una carga digestiva innecesaria en el momento en que el cuerpo debería estar en modo de reposo.

Hay que mencionar también el posible reflujo ácido o acidez estomacal que algunas personas experimentan al tumbarse poco después de consumir sandía. Esta incomodidad se suma a la interrupción del sueño y puede producir un ciclo de malestar nocturno difícil de romper.

En resumen, aunque la sandía es una opción saludable y refrescante durante el día, es recomendable moderar su consumo en la noche para evitar molestias digestivas y preservar un sueño reparador. Elegir porciones pequeñas y dejar un margen de tiempo suficiente entre su ingesta y el momento de acostarse puede marcar la diferencia para quienes desean aprovechar las propiedades de esta deliciosa fruta sin afectar su bienestar nocturno.