La fiebre es un síntoma que, indudablemente, todos hemos vivido en más de una ocasión y que además sube bastante más en la noche. No es un dato anecdótico, sino que se trata de un fenómeno absolutamente relacionado con el estado del sistema inmunitario, el reloj biológico y el propio descanso. Entender por qué la fiebre sube por la noche puede ayudarnos a interpretar mejor la reacción del organismo al tiempo que nos permite saber cómo manejarla sin tener que entrar en pánico en situaciones innecesarias.
La fiebre y las defensas del organismo
La fiebre no es una enfermedad sino una señal de que el organismo está reaccionando ante una infección. Cuando se encuentran virus o bacterias, el organismo libera pirógenos, que se trata de sustancias químicas que suben la temperatura del cuerpo humano tras su actuación en el hipotálamo. El incremento de la temperatura dificulta la supervivencia de los patógenos y potencia la eficacia de las células del sistema inmune.
Estrategia de supervivencia
La fiebre es un recurso propio de la evolución humana, ya que el calor que se genera dentro del cuerpo convierte al cuerpo en un ambiente hostil para los gérmenes y al mismo tiempo, permite una activación más rápida de los glóbulos inmunitarios; por ese motivo a pesar de que pueda llegar a resultar incómoda, la fiebre constituye una defensa muy importante para nuestra salud.
Por qué la fiebre sube por la noche
El efecto del ritmo circadiano
El reloj interno del organismo es el que regula la secreción hormonal, la vigilia el sueño y la temperatura corporal, la cual varía a lo largo del día de forma natural, presentándose en su punto más bajo durante la madrugada y alcanzando un máximo en el transcurso de la tarde. Si existe infección, la fiebre modifica este ciclo natural, de tal forma que, en las últimas horas del día, la sensación de calor se ve intensificada.
La caída del cortisol
En la noche, disminuye la producción de cortisol (hormona antiinflamatoria). Al disminuir su producción, esto permite que las sustancias que suben la temperatura corporal actúen mejor. Sin embargo, al estar en reposo el cuerpo ejecuta un mayor esfuerzo para adaptar el modelo de respuesta inmunológica. Esto explicaría que al anochecer se intensifiquen los escalofríos y la sensación de fiebre.
El sueño y la fiebre
El sueño de ondas lentas potencia la producción de citoquinas, es decir, aquellas proteínas que llevan a cabo la coordinación de la defensa frente a las infecciones. Pero la fiebre puede llegar a ser un obstáculo para el sueño, creando un círculo vicioso difícil de salir: nuestro cuerpo tiene necesidad de dormir, pues necesita repararse, pero el calor, los sudores y el malestar hacen que el sueño sea muy cíclico.
La percepción nocturna de los síntomas
Por la noche el medio ambiente es más tranquilo, el cuerpo se encuentra en una posición de reposo. La ausencia de distracción hace que aumente la atención sobre las molestias que el cuerpo experimenta. El dolor, los escalofríos o la fiebre se viven con mayor intensidad, aunque la variabilidad real de la temperatura corporal respecto al momento del día es, en la práctica, muy escasa.
Cómo afrontar la fiebre nocturna
En procesos febriles es importante una buena ventilación del cuarto donde descansemos, garantizar una correcta hidratación y adoptar ropa cómoda para poder tener una sensación de mayor bienestar durante la noche. También es importante mantener una dieta equilibrada, dormir el máximo de horas posible, hacer ejercicio moderado y evitar un exceso higiénico.
La fiebre que se manifiesta en el transcurso de la noche no es un problema del organismo: representa una respuesta biológica cuidadosamente diseñada; comprender que este mecanismo forma parte de un proceso natural de defensa nos permite conocer mejor el organismo y seguir, conscientemente, la evolución de la recuperación.
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