La sensación de dolor físico se ha convertido en un compañero habitual en una sociedad cada vez más sedentaria. Muchas personas pasan horas y horas frente a una pantalla, parados en una posición de espera, o haciendo movimientos repetitivos, por lo cual la tensión se acumula en zonas del cuerpo generando dolor, presente tanto en los músculos como en las articulaciones. La actividad física es un recurso básico para regular el dolor y para prevenirlo.

El impacto del ejercicio sobre la salud física

El movimiento constante estimula la actividad muscular y la oxigenación de los tejidos: cuando los músculos reciben una correcta oxigenación, mantienen la fuerza y la resistencia durante un tiempo prolongado. Esto evita la rigidez y previene lesiones que generalmente aparecen en las personas inactivas. También el ejercicio ayuda a que las articulaciones mantengan su lubricación y su funcionalidad, lo cual es básico para frenar la pérdida de movilidad.

Reducción de la fatiga y mejora del equilibrio corporal

El cuerpo responde al ejercicio de una forma inteligente distribuyendo el peso y la tensión acumulada durante la rutina, lo que da lugar a más estabilidad postural y menos riesgo de padecer dolores crónicos. A la vez el ejercicio estimula la circulación de la sangre en el interior del organismo, de tal forma que el oxígeno y los nutrientes llegan hasta cada célula de una forma más eficaz, lo que a su vez permite aumentar la energía disponible y disminuir la fatiga (habitual en todas aquellas personas que llevan un estilo de vida sedentario).

Ejercicio físico y bienestar mental

La actividad física es la mejor forma de regular el estado emocional gracias a que se liberan endorfinas durante la práctica de ejercicio, que además provoca un estado de bienestar inmediato que reduce la sensación de dolor; este efecto químico se transforma en un mayor nivel de energía, motivación y capacidad de afrontar los desafíos del día a día con una actitud positiva.

Ayuda a relacionarse socialmente

El ejercicio también refuerza la dimensión social; ejercitarse en grupo o compartir espacios de ejercicio potencia la interacción y la motivación colectiva. Este vínculo social refuerza la adherencia y la sensación de soledad, que suele ser frecuente en las personas que padecen molestias físicas. El movimiento, en este caso, va más allá de lo individual y se convierte en un elemento de integración y de ayuda.

Moviéndonos con dolor

La actividad física favorece la producción de hormonas que, si es necesario, reducen la sensación de malestar a la vez que evitan un mayor sedentarismo -a mayor inactividad, mayor dolor e incomodidad-. El ejercicio aunque se padezca alguna molestia, permite tener una mejor gestión del dolor y contribuye para que este no progrese con el paso del tiempo.

Más confianza al hacer ejercicio

El ejercicio a través de los esfuerzos hace que volvamos a adquirir confianza en nuestro propio cuerpo; hacer desaparecer esas barreras psicológicas de miedo nos lleva a la conclusión de que el movimiento es beneficioso. Así, la práctica regular proporciona una sensación de buena gestión emocional, confianza, autonomía, vitalidad, en toda edad.

El dolor no se debe convertir en un obstáculo para hacer ejercicio ya que hacerlo es la mejor opción para cuidar la salud. Realizar actividad variada adaptada sería la manera de cuidar tanto la salud física como la mental y la emocional. En una sociedad cada vez más sedentaria donde estar delante de una pantalla se ha convertido en algo rutinario para miles de personas en todo el mundo, hacer ejercicio es la inversión para ganar en calidad de vida y asegurar un futuro con menos limitaciones.