Las pastas de dientes que contienen carbón activo se han convertido en un fenómeno viral gracias a las redes sociales y a la promesa de un blanqueamiento de efecto inmediato a precio muy bajo e, incluso, aparentemente natural; pero tras esta tendencia tan popular existe un riesgo oculto que perjudica el estado de la salud bucodental. Y es que el carbón activo no solo no tiene efectos beneficiosos duraderos, sino que puede llegar a erosionar el esmalte de los dientes, hacerlos más sensibles y perjudicar notablemente el estado de salud de las encías.
El riesgo del carbón activo en la higiene bucal
El carbón activo no puede sustituir a ningún blanqueador ni a un tratamiento profesional. Su textura áspera va desgastando poco a poco la capa protectora de los dientes, dejando al descubierto la dentina, de un color más amarillento y mucho menos estético. Este hecho hace que el diente se vuelva más sensible y quede más expuesto a la acción bacteriana y ácida, así como a otros factores que serían favorables para producir caries.
Daños invisibles a largo plazo
El uso persistente de este tipo de pastas dentales no solo modifica la estética de los dientes, sino que también perjudica el estado de los tejidos periodontales. La abrasión de forma casi continua puede inducir inflamación del tejido gingival y favorece procesos de retracción que, inexorablemente, generarán su pérdida de soporte. El aspecto progresivo de la aparición de estos efectos hace que la percepción del daño llegue en un momento en que ya es difícil de erradicar y que ya se ha vuelto muy evidente.
Pastas de dientes con carbón activo
La popularidad de estas pastas de dientes no tiene su origen en estudios clínicos contrastados, sino más en estrategias comerciales que recurren a un atractivo particular por la naturaleza y lo inmediato; sin embargo no existe evidencia científica que avale que el carbón activo sea un verdadero blanqueador. Su uso continuado es más un reclamo estético que un cuidado responsable de la salud oral.
El mito del blanco perfecto
La promesa de unos dientes más blancos en poco tiempo resulta engañoso y, en la práctica, imposible. El color natural de los dientes se sitúa entre el hueso blanco y el marfil y está determinado por los factores genéticos y por los hábitos de vida de cada uno; forzar el cambio con sustancias agresivas se vuelve ineficaz y expone al usuario a sufrir daños permanentes que después exigen tratamientos complejos y costosos.
Cómo cuidar los dientes
Conservar sanos dientes y encías no implica usar fórmulas milagrosas y tampoco modas pasajeras; la rutina adecuada sería cepillarse los dientes por lo menos dos veces al día durante al menos dos minutos, con un cepillo suave o un cepillo eléctrico con control de presión. Asimismo, el uso de hilo dental o de cepillos interdentales favorece la limpieza de placa en lugares de acceso difícil. El cepillado de lengua también sería una acción de la limpieza diaria que previene el mal aliento.
La mejor forma de cuidar la boca
Una dieta equilibrada baja en azúcares, la reducción del consumo de tabaco y el alcohol, va a ayudar a tener una boca robusta y sana. Ir al dentista, al menos, una vez al año va a permitir prevenir cualquier tipo de problema y reforzar esos buenos hábitos. La clave está en la constancia, en la prevención y en elegir productos de higiene bucodental que estén basados en la evidencia científica y no en modas pasajeras que van a poner en riesgo la sonrisa y comprometer la salud del conjunto de los dientes y de todo el organismo.
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