No deberían extraerse grandes conclusiones sobre el último episodio menor y sin importancia que ha sucedido en la capital barcelonesa, que podríamos relatar con cierta sorna, dado que así han de abordarse las situaciones anecdóticas y poco representativas que suceden en la vida. ¿Para qué emplear la hipérbole ante algo que es excepcional y de mínima importancia? Resulta que a la pareja de un ciudadano llamado Guillem Roma, que es concejal de distrito por ERC, le apetecía un helado el pasado 17 de agosto y buscó una heladería, ante la certeza de que allí podía obtener el producto que se le había antojado, lo cual tiene todo el sentido.
La mujer optó por adquirir el postre en Heladería Dellaostia, situada en el distrito de Gracia y propiedad de un empresario argentino llamado Leandro Rincón. Vistas las pistas, no debió extrañar a la clienta que allí se hablara en español y se ofrecieran distintas variedades de helado de dulce de leche con un voseo y un uso del imperativo que son siempre encantadores. Lo que sucede es que ella solicitó que le atendieran en catalán, al considerar aquella opción como la más indicada. O, mejor dicho, como la única que lo es, sea el camarero de Palencia, de Rosario o de la Cochabamba. Así pues, no sólo quería un helado, sino que también que el dependiente atendiera a una exigencia idiomática que la activista consideraba como un requisito.
El trabajador se negó a ello y le recordó que se encontraba dentro del territorio español y que, por tanto, era posible comunicarse en el mismo idioma que se habla en Madrid, en Cádiz y en Bilbao; un código común que comparten todos estos ciudadanos con otros 500 millones y que no es tampoco tan complicado de entender para quien habla en catalán, como tampoco lo es al contrario. El caso es que esta actitud fue interpretada como una afrenta por ella. También por el independentismo activista, que, según Salvador Illa y sus allegados, ha renunciado a la agresividad que le caracterizó durante los años más complejos del proceso soberanista para guiarse por la paz y el diálogo.
Prueba de ello es que dos días después de esta anécdota, menor, se producía un episodio hilarante. Un gesto gracioso. Una broma que incluso ha merecido la atención de la prensa argentina, incapaz de entender que lo sucedido no fue una coacción aberrante, sino simplemente un acto que únicamente busca la carcajada y la complicidad del señor Rincón, dueño del negocio, quien, por las risas, encontró el martes la persiana de su heladería con una pintada que afirmaba “Feixistes de merda”, a la que acompañaban una serie de pegatinas que indicaban que en ese establecimiento no se atiende en catalán.
A Rincón le fotografiaron cuando intentaba limpiar todo aquello, ante lo que los graciosos grupos de bromistas-pacifistas le dijeron: no vamos a parar hasta que cierres el negocio.
Esta hilarante anécdota no sólo prueba el espíritu acogedor y divertido del corpus independentista, sino también que el partido encabezado por Gabriel Rufián -nuevo ídolo de la izquierda con las meninges menos trabajadas- dispone de cierto carácter cosmopolita que le ha llevado a importar influencias vintage de capitales europeas de referencia, como Berlín, donde hubo un tiempo en el que el graffiti fue habitual en ciertas zonas comerciales. Podría pensarse que el independentismo de izquierdas es xenófobo con los sudamericanos hispanoparlantes y que los intenta discriminar e incluso agredir, pero, ¿acaso nos encontramos algo de eso en esta situación, que es simplemente un acto cómico?
Activistas bienintencionados, como Antonio Baños, habitual de TV3, exdiputado catalán y siempre cómodo e incluso gozoso entre cuestiones malolientes, no sólo audiovisuales, aplaudieron a los amigables independentistas que realizaron la gracieta, los cuales, por cierto, inundaron internet de reseñas negativas. También para exhibir su pluralismo y su buena voluntad.
Todo este buen clima es posible porque Illa gobierna Cataluña y eso ha provocado una impresionante evolución del zeitgeist de la región, como se puede apreciar en el hecho de que los activistas independentistas hayan sustituido la hostilidad por las sonrisas para con quienes difieren con su forma de concebir la política catalana. Por eso, mantienen sus ataques contra los comercios donde no atienden en catalán, aunque sus dueños sean de un país sudamericano donde se habla español.
Está claro que las coacciones y las extorsiones las hacen con un afán mucho más constructivo. Con una mayor voluntad de diálogo, algo que debería ser apreciado por quienes las reciben, quizás demasiado condicionados por sus fobias. Si un grupo de personas hace todo lo posible para llevar tu negocio a la ruina, no te cuesta nada pensar que, en realidad, están animándote a mejorar tu vida a través de una actividad empresarial distinta. Quizás con mucho más empaque que una simple heladería.
Hay, por desgracia, radicales de derechas en el Estado español que se niegan a aceptar esta irrefrenable tendencia positiva y desconfían de los editoriales de los principales medios catalanes en favor de Salvador Illa, un president que no sólo ha conseguido “enterrar el procés”, sino que ha demostrado una especial sensibilidad con el catalanismo que apuesta por el diálogo. Así lo reflejaron las principales cabeceras de esta comunidad autónoma en un momento en el que -mire usted- Illa anunció ayudas millonarias para la prensa, dentro de su plan de promoción del catalán para los ejercicios 2025-2030.
Una Cataluña totalmente distinta
Todo ha mejorado sustancialmente durante el último año en Cataluña. El PSOE ya no judicializa a los independentistas por el hecho de serlo. El mismo día de la investidura de Illa, hace ya un año, Carles Puigdemont pudo pasear por Barcelona sin ser detenido por sus ideas políticas. Unos meses después, en enero, los socialistas enviaron a Santos Cerdán a Ginebra a negociar con Junts medidas que, como siempre, perseguían el interés general de todos los españoles, y no privilegiar a tal o a cual. Mientras, Illa defiende lo suyo y habla de "dumping fiscal a la madrileña" mientras pide medidas tan progresistas como la singularidad fiscal para su región. Es decir, lo mismo que exigía CiU hace 25 años. ¿Qué mejor estrategia hay para enterrar un conflicto que dar la razón a quien lo ha creado en todos los puntos que reclama? Así sí se acaba con el procés.
Es cierto que ningún político independentista ha escenificado su renuncia a la secesión y que sus milicias intentan mantener la tensión a través de acciones como la extorsión siciliana a la citada heladería. Hasta el propio Rufián, a quien intenta ensalzar la izquierda más tontaina de este país, se mantiene firme en sus convicciones, que pasan por avanzar hacia la autodeterminación. Pero, ¿acaso no se puede decir, un año después de la llegada de Illa a la presidencia autonómica, que el conflicto está resuelto?
Pues si usted no lo ve, sepa que es un fascista, aunque todavía no sea consciente de ello. Y, en fin, ¿de verdad piensa que coaccionar a un comerciante por no hablar catalán es algo preocupante? ¿Qué diría un portugués si todos los niños de Francia no supieran hablar francés?
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1 Comentarios
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hace 17 minutos
La mejor manera de llegar al Emirato Catalunia es esta. Ánimo, catanazis, duro con el sudaca. Pero Welcome Refugees!