San Martín de la Vega, en el sur de Madrid, y la localidad inglesa de Swanwick, en el centro del país, están separadas por 1.985 kilómetros de distancia, justo los metros que recorrerá la sede del Centro de Vigilancia de Seguridad Galileo, que a partir de 2019 estará en el municipio madrileño.
El Brexit va a provocar el traslado de este centro, que se dedica a velar por la buena marcha del satélite Galileo, cuya misión es mejorar los servicios de geoposicionamiento. Son las segundas instalaciones de este tipo que tendrán su sede en Madrid, ya que hay otra similar en el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial de Torrejón de Ardoz, en el entramado de la base militar del ejército del aire.
Madrid se ha impuesto en la competición por acoger este centro a Rumanía, Portugal y Bélgica, que también se habían postulado.
La llegada de este nuevo centro, más allá de las evidentes implicaciones tecnológicas que tiene, tampoco repercutirá de una manera decisiva en la marcha del empleo y la economía en la región.
La propia Comisión Europea ha explicado que el único trabajador a tiempo completo que tiene ahora el centro en Inglaterra se trasladará a Madrid y que la nueva ubicación generará en Madrid entre tres y 30 puestos de trabajo.
Esas cifras, en cualquier caso, no coinciden con las que ha dado la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, que ha asegurado este jueves que el centro supondrá la creación de 100 empleos.
Además, la mandataria regional ha afirmado que la llegada de esta oficina puede suponer "un efecto llamada" para que otras instituciones se desplacen a Madrid tras el Brexit, una aspiración de la capital española desde que se confirmaron los resultados del referéndum de separación.
Premio de consolación
La llegada de este centro de vigilancia del satélite Galileo es una pobre consolación después de que Barcelona perdiera la gran presa, la Agencia Europea del Medicamento (AEM), el pasado mes de noviembre.
La Ciudad Condal era la favorita para imponerse a Amsterdam y Milán en la lucha por acoger a una de las agencias más importantes, pero la inestabilidad política derivada del procés soberanista en Cataluña terminó por asustar a las autoridades europeas, que decidieron que la ciudad holandesa era mejor opción.
Perder esta batalla sí que ha supuesto un importante golpe para la economía catalana, ya que la AEM iba a generar 18.000 empleos en la ciudad, 4.000 directos y 14.000 indirectos, e iba a suponer el traslado de hasta 1.000 funcionarios europeos de alto rango y casi 2.000 empresas a Barcelona.
Además, una agencia de este tipo supone la llegada de miles de profesionales cada año. Los estudios publicados en las candidaturas afirmaban que llegarían a la capital catalana alrededor de 40.000 visitantes anuales, con lo que eso supone para hoteles, restaurantes y demás servicios en la región.
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