Mucho resta a los grandes fabricantes alemanes del motor para dar por cerrada la crisis del dieselgate. Más de cuatro años después de que Volkswagen reconociera que había manipulado los datos de emisiones de sus motores diésel, el cerco de las autoridades se mantiene sobre un sector que se ha habituado a moverse bajo la sombra de la sospecha y el peso de las sanciones.

La presión ha vuelto a intensificarse este martes, después de que la Justicia alemana haya acusado de manipulación al actual consejero delegado de Volkswagen, Herbert Diess, por "manipulación del mercado de valores" en relación con el problema del software que alteraba las emisiones de algunos vehículos diésel de la corporación.

La Fiscalía de Braunschweig (Alemania) sostiene que Diess, al igual que el ex consejero delegado de la compañía, Martin Winterkon, y el presidente del consejo de vigilancia del consorcio, Hans Dieter Pötsch, habrían incumplido "las leyes que les obligan a informar sin dilación a sus accionistas de los riesgos sobrevenidos por el llamado 'escándalo del diésel", ya que, defienden, conocían el problema desde varios meses antes de que estallara el escándalo y decidieron ocultarlo.

El escándalo del diésel ha supuesto para Volkswagen multas superiores a los 20.000 millones de euros desde 2015

Este nuevo frente judicial supone un nuevo revés para el icónico fabricante de coches alemán, que lucha desde hace años por dejar atrás el escándalo de las emisiones del diésel -que le ha supuesto además de un severo daño reputacional, una factura en multas superior a los 20.000 millones de euros- mientras se centra en la transición hacia las nuevas formas de movilidad y los vehículos del futuro.

Precisamente esas han sido las grandes líneas que han marcado el liderazgo de Diess, que fue designado para el puesto en abril de 2018 y cuya continuidad al frente de la compañía se ve ahora en peligro por la acusación, pese a que él defiende su total inocencia.

En cualquier caso, Volkswagen no ha sido la única marca salpicada por el escándalo del diésel, que ha acabado extendiéndose, en mayor o menor medida, a casi la totalidad de los fabricantes de coches alemanes, así como a otras firmas europeas.

No en vano, este martes también se ha conocido que Daimler, el fabricante de Mercedes, ha recibido una multa de 870 millones de euros por "violación negligente", en una investigación sobre la venta de vehículos manipulados. Los fiscales han determinado que el fabricante alemán vendió alrededor de 684.000 vehículos de la marca Mercedes-Benz que no cumplían con las regulaciones sobre emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx).

Los grandes fabricantes alemanes han perdido más de un 40% de su valor en bolsa desde sus máximos de 2015

Estas noticias, obviamente, han dejado una huella negativa en el mercado, frustrando los intentos de recuperación del sector. Mientras Daimler restó en la jornada de este martes algo más de un 1,6%, las pérdidas de Volkswagen superaron el 2%, mientras que las de su principal accionista, Porsche, retrocedieron alrededor de un 2,5%.

Estas caídas no hacen sino ahondar la crisis bursátil de unas compañías que arrastran desde 2015 pérdidas millonarias sobre el parqué. Si Volkswagen y Porsche cotizan hoy casi un 40% por debajo de sus máximos de aquel año, las pérdidas de Daimler y BMW en el mismo periodo rondan el 50%.

El escándalo del diésel no sólo se ha traducido en procesos judiciales y millonarias multas para los fabricantes del sector -que también se han visto forzados a efectuar onerosas revisiones de vehículos- sino que ha derivado en una creciente presión regulatoria contra esta tecnología, lo que ha forzado a las firmas del sector a embarcarse en una acelerada transición hacia los vehículos eléctricos y autónomos, que les obliga a efectuar inversiones millonarias con rendimientos aún escasos.