Ha vuelto a suceder. El calor extremo que estas semanas viaja por Europa ha tenido un efecto negativo en algunas centrales nucleares europeas. Ha sucedido en la vecina Francia, la potencia nuclear del continente, y en la cercana Suiza. En España, en cambio, pese a padecer la misma ola de calor las cinco centrales han funcionado con normalidad, sin incidencias a consecuencia de las altas temperaturas. ¿Por qué las nucleares españolas no han sucumbido a las olas de calor? La respuesta básica es por su sistema de refrigeración. La más compleja, por su diseño.

En realidad, lo que lleva a una central a tener que parar o reducir su actividad es su obligación de proteger el medio ambiente del que se abastece. En particular, del agua que requiere para enfriar sus reactores. Si el calor eleva la temperatura de un río y el proceso posterior al que es sometida en la central lo hace aún más, a la hora de reintegrarla en los ríos no se pueden rebasar determinados umbrales de temperatura. Hacerlo puede suponer un grave riesgo para el ecosistema y en esos casos las legislaciones europeas priorizan la protección del entorno a la continuidad de la actividad de las centrales.

En Suiza uno de los reactores de la central de Beznau ha tenido que parar recientemente y el otro de sus reactores reducir su producción a la mitad. En Francia recientemente se ha tenido que parar un reactor de la central de Golftech, al suroeste del país. Además, otras tres centrales galas, las de Bugey, Blayais y Cruas han tenido que reducir su actividad. Cuando muchas de estas instalaciones se diseñaron no se pensó en los incrementos de temperatura que ya empiezan a ser habituales en Europa. Menos aún en países del norte en los que el calor no es una realidad tan habitual como en países del sur de Europa como el nuestro.

En España el diseño actual de las instalaciones y sistemas de refrigeración ha permitido seguir operando con normalidad. En todos los casos, la clave pasa por el tratamiento que se hace del agua que emplean para refrigerar las instalaciones.

Proteger el ecosistema

En el caso de Francia y Suiza, las limitaciones medioambientales les prohíben emplear el agua si se encuentran a una cierta temperatura –y la ola de calor la había elevado de modo importante-. El riesgo a que esa agua captada se devuelva a los ríos a una temperatura aún mayor es evidente: podría suponer un daño al ecosistema. La prioridad de preservación del entorno es la que fuerza en esos casos a tener que parar o modular la producción de energía nuclear.

En España eso no sucede. Las temperaturas más elevadas en nuestro país ya hicieron preparar las instalaciones nucleares para soportar en mejores condiciones posibles olas de calor. El diseño y preparación de las instalaciones y sus sistemas de refrigeración está pensado para poder operar en periodos de altas temperaturas. Algunas de las centrales cuentan con torres de refrigeración, un sistema que en Francia ahora se quiere implantar. Este mecanismo permite que el agua empleada para el enfriamiento de los reactores –tras lo cual el agua sube de temperatura- pueda volverse a tratar y enfriar antes de ser reintegrada en los ríos o el mar del que se captó. De esta manera, la utilización del agua no supone ningún impacto peligroso en el ecosistema.

Desde el Foro Nuclear se recuerda estos días que Ascó, Valdellós, Cofrentes y Trillo cuentan con torres de refrigeración. De este modo, no vierten el agua que emplean para refrigerar el condensador directamente al río. Sus torres de refrigeración permiten disipar el calor al aire y disminuir así la temperatura del agua antes de devolver el agua.

Agua marina, mejor opción

En otros casos la clave está en los embalses de los ríos en los que se abastecen de agua. Es el caso de Almaraz, en Cáceres. Esta central emplea el embalse de Arrocampo, que se diseñó como un sistema de refrigeración cerrado para la central. De esta manera, actúa como un gran intercambiador térmico, sin la dependencia del caudal o temperatura de un río natural. Disponer de embalses permite mantener la temperatura del agua mucho más estable que la de un río ante episodios de calor extremo.

El caso de Valdellós II también es singular en la red de centrales españolas. Su sistema de refrigeración procede del agua que capta del mar mediterráneo. El mar tiene una mayor capacidad térmica que un río, absorbe el calor de modo mucho más eficiente y su temperatura no se incrementa de modo tan importante en episodios de ola de calor. De esta manera, el agua de retorno procedente de la central se diluye mucho más rápido en su reintegración en el mar y lo hace sin impacto medioambiental.

Poder blindar la actividad de las centrales nucleares ante episodios de calor es una garantía para asegurar el suministro. En el caso de países como Francia, donde la energía nuclear representa nada menos que el 69% de su mix energético, el calor extremo puede llegar a ser un gran problema energético para el país. El estado galo cuenta con 57 reactores nucleares. Detener alguno de ellos ha tenido incidencia directa en el precio de la energía estos días. Ese incremento del precio de la electricidad también afecta a países vecinos como Alemania, uno de sus principales compradores de energía. Los precios en ambos países se han disparado a máximos estos días.