El déficit comercial con China —es decir, cuando se importa más que se exporta— se ha disparado en los últimos seis años. En el primer semestre de 2019, España acumulaba un saldo comercial negativo de 10.890,6 millones de euros en sus intercambios con el gigante asiático. Durante el primer semestre de 2025, esta cifra se ha transformado en 20.207,6 millones, un 85,8% más que en 2019, según los datos que ha publicado este lunes el Ministerio de Economía, Comercio y Empresa. El crecimiento refleja una relación cada vez más desequilibrada en la que las importaciones pisan el acelerador mientras las exportaciones apenas logran seguirles el ritmo.

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Entre enero y junio de 2025, los españoles han demandado productos chinos por valor de 24.157,1 millones de euros, impulsados sobre todo por la demanda de aparatos eléctricos, medicamentos y juguetes. Este volumen ha supuesto un 16,4% más que hace un año y un 72% más que en 2019. En sentido contrario, las ventas españolas a China han ascendido hasta los 3.949,5 millones, con un repunte interanual del 13,7% y del 25,3% respecto a 2019. Un crecimiento que, pese a ser notable, sigue quedando muy lejos de lo necesario para equilibrar la balanza.

En este sentido, la comparación por cuotas de mercado revela con nitidez este desequilibrio comercial. En 2019, las exportaciones españolas a China suponían el 2,1% del total, mientras que las importaciones representaban el 8,7% del total. En 2025, pese al crecimiento de las ventas en ambos sentidos, la brecha se ha ampliado. Las exportaciones se han reducido una décima hasta representar el 2%, frente al 10,9% que han concentrado las importaciones a China, más de dos puntos porcentuales que en 2019. Es decir, Pekín ha ganado peso en el mercado español a un ritmo mucho mayor del que lo han hecho las empresas nacionales en el mercado chino.

Europa incrementa un 127% su déficit comercial con China

No obstante, este fenómeno no es singular de España ya que China es el mayor proveedor de bienes a nivel global. Así, el aumento de importaciones chinas también se ha producido en el resto de Europa. Mientras que el déficit comercial de la Unión Europea (UE) con China en el primer semestre de 2019 fue de 76.463,6 millones de euros, en 2025 se ha incrementado un 127%, hasta los 173.730,5 millones.

Una circunstancia que se ha visto agravada por la guerra comercial. El 11 de agosto, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, prorrogó por otros 90 días la entrada en vigor de los aranceles sobre productos chinos mientras continúan las negociaciones con China. Actualmente, ambas partes acordaron una reducción de los gravámenes hasta el 30% sobre las importaciones chinas y hasta el 10% sobre las estadounidenses, frente al 145% y 125% que habían alcanzado en abril.

De esta forma, las empresas chinas tienen dos posibilidades: asumir el sobrecoste del 30% o buscar mercados alternativos. Precisamente, Europa se perfila como respuesta a esta segunda alternativa. Puede sustituir el mercado estadounidense, cuenta con más de 440 millones de consumidores, un poder adquisitivo comparable al de EEUU, una moneda fuerte y seguridad jurídica. Sin embargo, la entrada masiva de productos chinos en el mercado europeo incrementa la competencia para las compañías comunitarias y puede presionar a la baja el precio de los bienes.

Para anticipar este riesgo, Bruselas puso en marcha en abril un sistema de vigilancia de importaciones, con el que pretende "detectar rápidamente cualquier aumento repentino” y evitar desvíos comerciales que puedan dañar a las empresas europeas, según explicó la Comisión Europea en una nota de prensa. Para que un producto sea señalado como "afectado", deben cumplirse simultáneamente cinco condiciones: que en 2025 se observe un cambio en los patrones de importación respecto a los niveles de 2023; que el volumen importado haya aumentado al menos un 5%; que el precio medio de importación haya disminuido al menos un 5%; que el valor semanal promedio de las importaciones sea de al menos 100.000 euros; y que exista producción de ese producto dentro de la Unión Europea.

En mayo, la Comisión publicó la primera lista con 55 productos afectados de un total de 9.525. En su última actualización —1 de agosto—, la lista ha escalado hasta los 100, lo que equivale al 1,05% del total. Las categorías de bienes más importantes son la maquinaria, los equipos eléctricos, los productos informáticos, los productos químicos, los textiles, otras máquinas y los equipos de transporte, que en conjunto concentran el 90% del valor total de los productos afectados.

En el caso de que Bruselas considere que el impacto sobre estos bienes resulta preocupante, podría activar herramientas de defensa comercial, como elevar aranceles, imponer límites a las importaciones o conceder ayudas públicas, además de recurrir a la Organización Mundial del Comercio para presentar reclamaciones formales. Sobre este último aspecto, China es el país contra el que más medidas de defensa comercial han aplicado los Veintisiete: 82 en 2023, de un total de 182.

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