A principios de agosto saltó la noticia de que el Ministerio de Defensa había descartado comprar los cazas estadounidenses F-35 para apostar por alternativas europeas. Pocos días después, la ministra del ramo, Margarita Robles, aseguró que todavía no se había tomado una decisión en firme, pero deslizó que estos aviones no eran una "prioridad" para España.

De esta forma, aunque todavía no se ha confirmado, conviene radiografiar qué supondría para nuestro país renunciar definitivamente a los F-35, algo que se da por hecho. La Armada cuenta a día de hoy con los Harrier II, los únicos cazas que pueden operarse desde el portaaviones Juan Carlos I sin necesidad de catapultas, ofreciendo defensa aérea embarcada, ataque a tierra y apoyo a la flota. Sin los F-35, por tanto, solo quedaba un camino: alargar la vida de los Harrier, que estaba previsto que se dieran de baja en el 2030.

"El F-35 versión B es la única posibilidad para sustituir al Harrier. No hay otra aeronave de combate moderna, con o sin piloto, que pueda despegar desde el tipo de portaviones que nosotros tenemos, que es el más barato y simple porque solo consta de una sencilla pista aérea móvil y no tiene catapultas para lanzar al avión", resume Yago Rodríguez, director de The Political Room.

La tecnología de despegue vertical es conocida como VTOL. "Es un sistema muy caro de desarrollar, y por eso solo hay un avión en el mundo moderno que lo puede hacer, el F-35B, y solo hay uno antiguo que lo puede hacer, que es el Harrier", apunta Rodríguez, que considera que alargar la vida de estas aeronaves puede tener "ciertos riesgos", aunque cree que, si bien están "anticuadas", sí pueden seguir siendo útiles un tiempo más con los procedimientos adecuados.

"Se puede estirar algo más la vida de los Harrier, pero no mucho más sin asumir riesgos crecientes", desliza Juan José Morales, consultor de Defensa. "Ahora mismo el horizonte razonable que maneja la Armada es final de esta década, entre los años 2030 y 2032, apoyándose en paquetes de sostenimiento y canibalización de repuestos. Pero el problema no es solo la célula: es cadena logística, obsolescencia de aviónica y formación. Incluso el Cuerpo de Marines de EE.UU., que era el gran pilar de soporte mundial del Harrier, ha fijado su retirada completa en torno a 2026–2027, lo que tensiona aún más la disponibilidad global de soporte", añade.

Los programas europeos para desarrollar cazas

A día de hoy, España cuenta con dos cazas de cuarta generación: el EF-18 del Ejército del Aire y el mencionado Harrier II de la Armada. La decisión de renunciar al F-35 (que es de quinta generación) y de buscar alternativas europeas pone el foco en dos programas en concreto.

El primero es el nuevo Eurofighter, llamado Halcón II. En diciembre de 2024 España firmó un acuerdo para comprar 25 de estos aviones, que comenzarán a llegar entre los años 2030 y 2035 y están considerados como generación 4,5, a medio camino entre la cuarta y la quinta.

El otro programa es el del Futuro Sistema Aéreo de Combate (FCAS), el proyecto militar más caro de Europa, con un coste de al menos 100.000 millones de euros. Concebido para desarrollarse entre la compañía francesa Dassault Aviation, la alemana Airbus Defence and Space y la española Indra, busca fabricar un caza de sexta generación. Aunque no ha dejado de retrasarse, a día de hoy el objetivo es que estas aeronaves sean operativas en 2040.

Sobre el papel, en realidad ni el nuevo Eurofighter ni el FCAS son el relevo natural de los Harrier, porque no contarán con la tecnología de despegue vertical. Aunque la Armada sí ha señalado que el segundo podría considerarse un sustituto en cierto sentido, porque supondría avanzar de generación.

Sin ir más lejos, el jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), almirante Teodoro López, admitió que si España no comprara el F-35 "tendremos que sobrevivir con la cuarta generación que tenemos y esperar algún día la llegada del FCAS". "Lo que pasa es que, claro, serían muchos años de espera", lamentó.

La situación se complica aún más por la difícil situación que atraviesa el programa del FCAS. Las presiones de Francia por ganar protagonismo dentro del proyecto se han encontrado con la negativa de Alemania, que, según las noticias de los últimos días, estaría estudiando abandonar el consorcio para unirse a la otra gran alternativa europea para desarrollar un caza de sexta generación, el Programa Global de Combate Aéreo (GCAP).

La tensión dentro del FCAS es tal que no es descartable que finalmente el programa acabe naufragando. "Si el FCAS no sale adelante, no solo habremos tirado muchísimo dinero directamente a la basura, sino que existe el riesgo de que Francia vaya por su lado, Alemania vaya por otro y España se quede descolgada y en ningún programa. Lo que, visto lo visto y en virtud de los costes que tiene, quizás sea la mejor opción", afirma Rodríguez.

"El FCAS es un proyecto estratégico, pero no llega a tiempo para cubrir el hueco que dejan los Harrier. Por diseño, el FCAS está pensado para el Ejército del Aire y del Espacio (operación desde bases en tierra, enjambres de drones, nube de combate, etc.), no para despegar en vertical desde un buque tipo Juan Carlos I. Contar con él como 'sustituto naval' no es demasiado realista. Si el F-35B era una especie de 'puente' hasta el FCAS, romper el puente deja un vacío operativo de una década larga", aclara Morales.

Los problemas para la Armada

Todo este cúmulo de circunstancias podría acabar impactando en las capacidades de la Armada. "Renunciar a los F-35 implica aceptar una brecha de ala fija embarcada durante años, con impacto directo en vigilancia aérea de largo alcance, superioridad aérea puntual y ataque de precisión desde el mar. Además, varios aliados que operaban Harrier ya han migrado o migran al F-35B (Reino Unido, Italia, USMC), lo que refuerza un ecosistema de mantenimiento, entrenamiento y repuestos del que quedaríamos fuera. Cuando tus socios estandarizan un sistema y tú no, la interoperabilidad se vuelve más cara y limitada", explica Morales

Para Rodríguez, esta "falta de planificación" va a provocar, salvo giro de guion por parte del Gobierno, que España pierda la capacidad expedicionaria aeronaval para los próximos años: "No vamos a poder despegar una pequeña fuerza aérea a gran distancia para poder dar apoyo a nuestras tropas, con lo que si hay que operar frente a un adversario que tenga un mínimo de aviación va a ser bastante difícil. Y carecer de un ala aérea también va a imposibilitar que podamos plantear operaciones de asalto anfibio en la costa marroquí si se produjeran conflictos". 

De acuerdo con Morales, la Armada podría verse afectada por todo esto desde cuatro frentes. El primero es la disuasión. y es que un buque anfibio con ala fija embarcada proyecta mucha más potencia (y credibilidad) que el mismo buque solo con helicópteros. "La ausencia de caza embarcado reduce el efecto bandera' en entornos tensos", argumenta. En segundo lugar, sin cazas de despegue vertical dependes de bases en tierra o de la cobertura de aliados. Algo que, en misiones a distancia, significa menos autonomía de decisión y más ventanas de vulnerabilidad.

Además, los cazas embarcados permiten golpear rápido y lejos sin pedir pista a nadie. "Sin ese vector, la respuesta es más lenta y condicionada por el alcance de helicópteros o vehículos aéreos no tripulados (UAV) y misiles de superficie", detalla Morales, antes de razonar que perder la aviación embarcada fija durante años implica erosión de habilidades (pilotos, mecánicos, controladores, procedimientos) y menos tracción industrial asociada a mantenimiento y mejoras.

¿Un portaviones español?

Con todo esto, Morales explica que hay tres alternativas principales para intentar paliar los problemas. La primera es estirar los Harrier hasta el límite, algo que considera "una solución puente, no un destino". La segunda sería sobrevivir únicamente con helicópteros o vehículos aéreos no tripulados, que podría servir para lo relacionado con la inteligencia, la vigilancia y el reconocimiento, así como frente a la guerra submarina, pero no sustituiría la superioridad aérea ni el ataque profundo del caza embarcado.

La tercera opción es la de desarrollar nuestro propio portaaviones convencional. En junio la Armada encargó a Navantia un estudio de viabilidad para construir el que sería el primer portaaviones convencional español de la historia, que estaría inspirado en el 'Charles de Gaulle', uno de los buques insignia de Francia, y permitiría el despegue convencional de aviones rodando desde su cubierta.

Sobre esto, Morales opina que el portaaviones permitiría reducir la dependencia del  único modelo con despegue vertical: "Es estratégicamente interesante, pero no evita la brecha: hablamos de proyectos a 10–15 años y con gran esfuerzo presupuestario y político a sufragar por un camino tortuoso con elecciones políticas por medio".

Rodríguez, por su parte, habla de que construir un portaaviones convencional exigiría recortar de otros sitios por los costes que entrañaría tanto el propio portaaviones como su ala embarcada. "Y teniendo en cuenta que los drones embarcados modernos para hacer combate aéreo, para hacer ataque aéreo, no existen, los que hay son para cosas sencillas, lanzar un misilito puntualmente y tal. Por tanto, gastar el dinero en un portaaviones para el que no vamos a comprar aviones y para el que no vamos a tener presupuesto muy probablemente es un sinsentido", concluye.