En las dos últimas décadas, marcadas por la crisis financiera de 2008 y la pandemia de 2020, España ha vivido profundas transformaciones económicas que han alterado el empleo, el endeudamiento familiar y la capacidad de ahorro de los hogares. Los ganadores de estas transformaciones han sido los mayores de 75 años, según el informe Evolución de la riqueza de las familias en España (2002–2022) que ha publicado este jueves Fedea. Este grupo de edad ha incrementado de forma sostenida su participación en la riqueza total de España, pasando de concentrar el 8,3% sobre el total de grupos de edad en 2002 al 18,3% en 2022.
Esta riqueza se refiere al patrimonio, es decir, las deudas y préstamos menos las propiedades inmobiliarias, los negocios por cuenta propia, los ahorros de los depósitos y los rendimientos derivados de los activos financieros, como fondos de inversión o planes de pensiones. Así, mientras que los mayores de 75 años han más que duplicado su peso sobre el total de cohortes, también ha habido perdedores. Los más damnificados han sido los menores de 35 años, cuyo patrimonio se ha hundido desde representar el 8,2% en 2002 al 2,1% en 2022.
De hecho, si se amplía la perspectiva generacional, la fractura se acentúa. Todos los grupos por debajo de los 54 años han reducido su peso sobre la riqueza total, un espacio que han ocupado las generaciones de más de 55 años.
Según Fedea, el aumento patrimonial de los mayores "refleja tanto una mayor longevidad como una acumulación patrimonial no transferida, lo que sugiere una limitada transmisión intergeneracional de activos". Y en paralelo, los más jóvenes enfrentan "crecientes dificultades para acceder a la propiedad o construir patrimonio desde edades tempranas", lo que supone que "no solo acumulan menos riqueza en términos absolutos, sino que también pierden relevancia relativa dentro del conjunto patrimonial nacional, lo que dificulta su acceso a los beneficios asociados a la acumulación de activos".
Dinámica generacional
Parte de este cambio responde a un efecto demográfico, actualmente hay más personas mayores de 55 años que hace veinte años, y eso eleva su peso sobre el patrimonio total. Sin embargo, desde Fedea subrayan que la demografía no basta para explicar el desplazamiento de la riqueza.
El centro de estudios también ha realizado un análisis por cohortes que muestra que las generaciones nacidas antes de 1955 han visto aumentar de forma sostenida su riqueza media durante las últimas dos décadas, favorecidas por la revalorización de la vivienda y la estabilidad laboral de su etapa activa. Así, los baby boomers y la generación X “acumulan sistemáticamente más riqueza neta” que las generaciones posteriores, en un entorno de “acceso más temprano a la vivienda, empleo estable y expansión del crédito”.
Por el contrario, las cohortes más jóvenes, nacidas a partir de 1976, presentan trayectorias patrimoniales más débiles e incluso descendentes. Entre ellas, los millennials —los nacidos entre 1986 y 2000— son los que exhiben “la trayectoria de riqueza más baja”, incluso en edades en las que antes ya se había consolidado parte del patrimonio familiar. Esto es consecuencia de que los más jóvenes tienen “un menor acceso a la vivienda en propiedad, un endeudamiento elevado en los primeros años y un entorno laboral más precario”.
¿Cómo se descompone el patrimonio?
La radiografía patrimonial que traza Fedea confirma que la riqueza de las familias españolas sigue dominada por los activos reales —bienes físicos como la vivienda, otras propiedades inmobiliarias o negocios familiares—. En 2022, estos activos sumaban unos 5,3 billones de euros, lo que equivale al 80% de la riqueza de los hogares, frente al 87,8% registrado en 2002.
Dentro de ellos, la vivienda principal concentra la mitad del patrimonio medio, concretamente el 51,7%, mientras que el resto corresponde a segundas residencias, locales u otros inmuebles. Esta estructura explica que las oscilaciones del mercado inmobiliario sigan determinando buena parte del ciclo patrimonial de las familias: cuando sube el precio de la vivienda, el país se enriquece; cuando cae, la riqueza nacional se erosiona.
Los activos financieros —depósitos, cuentas bancarias, fondos de inversión, acciones o planes de pensiones— representaban en 2022 el 20% del total, unos 1,3 billones de euros, frente al 12,2% de 2002. Aunque su peso global sigue siendo menor que el del ladrillo, su composición ha variado: los depósitos, que antes eran la principal forma de ahorro, han perdido protagonismo frente al auge de los fondos de inversión y las pensiones privadas.
Este giro refleja un proceso de diversificación entre los hogares de rentas más altas y edades más avanzadas, mientras que los más jóvenes apenas disponen de excedentes para invertir. Fedea subraya que esta brecha financiera es una de las caras menos visibles de la desigualdad patrimonial.
Por último, los pasivos —que incluye hipotecas, créditos al consumo y otros préstamos— también han cambiado de peso en este tiempo. En 2022, los hogares españoles debían alrededor de 609.000 millones de euros, casi el doble que en 2002, cuando los pasivos ascendían a 318.000 millones. Este incremento refleja el fuerte endeudamiento asociado a la expansión del crédito hipotecario previo a la crisis de 2008, seguido después por un largo proceso de desapalancamiento. Aun así, el endeudamiento continúa concentrándose en las familias jóvenes, que afrontan la compra de vivienda con salarios más bajos y menos margen para el ahorro.
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