La Armada sigue pensándose si apuesta por construir el primer portaviones convencional español de la historia. Desde que el pasado mes de junio se supiera que Navantia estaba realizando un estudio de viabilidad, tomando como referencia el Charles de Gaulle, actualmente el buque insignia de la Marine nationale francesa, el debate interno ha ido ganando peso y empieza a dibujar un proyecto que, de materializarse, cambiaría el futuro del potencial naval español.

Como explica una fuente militar, los portaviones constituyen el elemento principal de la capacidad de proyección del poder naval. Tienen capacidades muy valiosas, como las de trasladar el combate a escenarios lejanos, proteger con su aviación a unidades navales próximas, apoyar operaciones anfibias o realizar incursiones en tierra neutralizando defensas o centros vitales enemigos. "Se trata, en resumen, de plataformas que actúan como bases aéreas en escenarios alejados de sus propias bases, con gran libertad de movimientos y permitiendo mantener una fuerza aérea de combate distante, sin depender de infraestructuras terrestres", ilustra.

"Dentro de la Armada todo el mundo está claramente a favor de este proyecto", asegura otra fuente consultada, que coincide en que un grupo de combate formado por un portaviones y sus escoltas es "una forma indudable de proyectar el poder naval sobre amplias zonas de mar o tierra en la defensa de intereses amenazados". Pero la gran clave está en la posibilidad de mantener o de perder el ala fija embarcada.

"Para la Armada sería imprescindible no perder capacidad aérea para poder actuar, principalmente, lejos de nuestras costas”, incide la misma fuente que, por contra, considera que para operaciones cercanas un portaviones convencional podría no ser tan necesario porque esas zonas podrían quedar cubiertas, solo en sus aspectos aéreos y al menos en parte, también por la aviación basada en tierra del Ejército del Aire. Dejando aparte la capacidad antisubmarina de los escoltas que acompañen al portaeronaves.

Si llegara a concretarse, este buque sería una punta de lanza para las Fuerzas Armadas. "Si hablamos de dimensiones, sin duda sería el buque militar más grande diseñado y construido en España", afirma una fuente. "Y si hablamos de complejidad, sería muy probablemente comparable a la de los submarinos, aunque la gran dificultad del portaviones radica principalmente en los sistemas de lanzamiento y recuperación de las aeronaves", añade.

En este contexto, también hay que valorar si Navantia tendría capacidad suficiente para acometer un programa así. A sus espaldas el astillero tiene grandes casos de éxito, como las fragatas F-100, pero también polémicas importantes como los submarinos S-80, que a pesar de ser muy avanzados tecnológicamente, y dotar a España de unas capacidades que pocos países tienen, acumularon retrasos, sobrecostes y fallos técnicos durante años.

Con esas esas luces y sombras, una de las fuentes no duda de Navantia. "Estoy convencido de que sería posible que lo hicieran en colaboración con la industria española. Pero por supuesto, los primeros pasos deberían darse con el apoyo y colaboración de un socio tecnológico con experiencia en ese tipo de buques. Es precisamente esa figura del socio tecnológico la que más puede ayudar a minimizar riesgos y problemas", argumenta. "Parece que Navantia tiene ya un proyecto que ofrecería comercialmente a naciones aliadas. Pero a lo mejor necesitaría alguna ayuda técnica para el sistema de la catapulta", relata otra de las voces consultadas.

Por qué el Juan Carlos I no es suficiente

Lo cierto es que España tiene ante sí un dilema importante, marcado también por algunas decisiones del Gobierno. Actualmente, la Armada dispone de los aviones Harrier, que cuentan con un sistema de despegue vertical conocido como STOVL. El problema es que estas aeronaves están a punto de finalizar su vida útil, y hay dudas sobre cómo encarar su jubilación.

Como explican fuentes militares, las características del portaeronaves Juan Carlos I, el único que tiene la Armada, impiden que se puedan operar aviones que no cuenten con el sistema STOVL. Como señala una fuente, "para reemplazar a los Harrier (que son de cuarta generación), lo más inmediato sería comprar los F-35B (quinta generación), al igual que han hecho otros países. En este momento, son los únicos aviones que pueden reemplazar al Harrier en este tipo de plataformas".

Pero el pasado agosto Moncloa pareció descartar la compra de los F-35. Aunque Defensa aseguró que todavía no se había tomado una decisión en firme, sí deslizó que estos aviones no eran una "prioridad", como parte de la estrategia de reducir la dependencia militar de Estados Unidos. Hace apenas unos días Lockheed Martin, el fabricante de los F-35, volvió a tender la mano para que España reconsidere su compra. Pero todavía no ha encontrado respuesta.

Para ganar tiempo, el plan parece ser alargar la vida de los Harrier, que iban a empezar a retirarse a partir de 2030, aunque eso implicaría "riesgos crecientes" y sería, en todo caso, una solución estrictamente temporal, según detallaron fuentes del sector a este periódico. Ahí entraría el portaviones convencional.

"Si finalmente España no adquiere los F-35, la única alternativa sería disponer de un portaviones dotado de una cubierta más larga, con catapultas de lanzamiento y sistemas de recogida de aviones. Por eso no cabe duda de que este tema debe ser prioritario. Una capacidad como esta se puede perder muy rápido y, recuperarla, llevaría demasiado tiempo", arguye un militar, que concluye diciendo que esta opción permitiría mantener la capacidad operando con otros aviones, ya existentes, hasta que, más adelante, se pudieran sustituir por aviones de quinta o sexta generación (como el FCAS).