Hemos creado un mundo en el que la mayor parte de nuestras actividades, ya sean lúdicas, formativas, profesionales… pasan por una pantalla, esto implica un extra que hasta hace bien poco no era necesario, el de proteger los dispositivos y todo lo que manejan de forma prioritaria. Afortunadamente, esto ha dejado de ser una cuestión puramente técnica, exclusivamente reservada a expertos.

El autocuidado digital ya está al alcance de cualquier usuario, sin complicaciones, al menos en los supuestos básicos. Y es que el móvil y el ordenador se han convertido en la llave de acceso a nuestra identidad, nuestras conversaciones, nuestra vida laboral y financiera, elementos que hay que proteger a toda costa. En cualquier momento puede perderse o ser copiados si no se manejan con atención. La ciberseguridad cotidiana empieza en pequeños hábitos que repetimos cada día, casi sin pensarlo.

Cuando buscamos entretenimiento, compramos, trabajamos o incluso solicitamos información en internet, dejamos un rastro digital. Por ejemplo, al consultar información sobre casinos online en España, o cualquier otra plataforma con registro de usuario, estamos compartiendo datos personales y bancarios que pueden llegar a ser vulnerables si no contamos con medidas básicas de seguridad. Este tipo de páginas, como tantas otras del sector digital, han tenido que reforzar sus protocolos debido al creciente volumen de ataques dirigidos específicamente a plataformas de ocio y juegos, donde el movimiento económico es constante y abultado. Por eso es tan importante que el usuario, por su parte, conozca y tome parte activa en su protección.

La primera línea de defensa está en el propio dispositivo del usuario. Mantener el sistema operativo actualizado es uno de los pasos más importantes debido a que las actualizaciones integran parches de seguridad diseñados para cerrar brechas que los ciberdelincuentes tratan de explotar, y lo mismo ocurre con las aplicaciones. Si un programa lleva algunos meses sin actualizarse, es más probable que tenga vulnerabilidades conocidas por estos piratas de la información. La actualización es una cuestión de funcionalidad, pero, sobre todo, es una herramienta de seguridad.

También es esencial trabajar con contraseñas robustas y únicas. Repetir la misma contraseña en todas partes es uno de los errores más comunes. La recomendación de emplear gestores de contraseñas es puro sentido común que responde a esta necesidad actual: la cantidad de perfiles online que gestionamos supera la capacidad humana de recordarlo todo sin comprometer la seguridad. Un gestor permite crear claves complejas sin tener que memorizarlas.

Otro aspecto clave es aprender a desconfiar de lo que parece demasiado fácil. En temporada alta de compras online, como durante rebajas o fechas festivas, los fraudes aumentan. Los atacantes crean webs clonadas, ofertas irresistibles o mensajes urgentes para inducir al clic rápido. El correo electrónico sigue siendo una de las puertas de entrada favoritas para el phishing. La recomendación aquí es simple, pero efectiva: ante un correo que solicita información personal o financiera, es mejor detenerse, revisar el remitente, contrastar la dirección web y, si persisten las dudas, acudir a la página oficial escribiendo la URL directamente en el navegador.

En el caso del móvil, la instalación de aplicaciones también merece atención. Descargar apps únicamente desde tiendas oficiales, como Google Play o App Store, reduce significativamente el riesgo de instalar software malicioso. Sin embargo, incluso dentro de las tiendas oficiales pueden colarse aplicaciones fraudulentas. Leer reseñas, revisar permisos y observar quién es el desarrollador son pasos que no hay que saltarse, aunque sea lo habitual.

Los informes que analizan el estado de la ciberseguridad en España muestran una constante evolución en la sofisticación del delito digital. Los ataques de ransomware (secuestro de información), las estafas bancarias por SMS y las suplantaciones de identidad en redes sociales han aumentado considerablemente en los últimos años. A pesar de los esfuerzos públicos y privados, la seguridad absoluta no existe, por eso la educación y la prevención se sitúan como pilares principales de protección.

De manera práctica, también conviene configurar las copias de seguridad automáticas. Esto permitirá, además de recuperar archivos en caso de pérdida o daño del dispositivo, ser la medida más segura frente a secuestros de datos. Si la información está respaldada, la amenaza pierde gran parte de su fuerza. El almacenamiento en la nube, cuando se usa correctamente y con autenticación en dos pasos, es una solución viable y extendida.

La autenticación en dos factores, precisamente, es otro punto fundamental. Añadir una capa adicional (como un código SMS, un token o una aplicación de verificación) complica enormemente la intrusión, incluso si un atacante logra obtener la contraseña. Activarla en redes sociales, correo electrónico y cuentas bancarias es una de las prácticas más efectivas y, sin embargo, todavía poco utilizada por el usuario medio.

La ciberseguridad práctica pretende convertirnos en usuarios conscientes. Igual que cerramos la puerta de casa, apagamos la luz o cuidamos nuestras tarjetas en un cajero, debemos incorporar hábitos preventivos ante la pantalla. Se trata de una rutina, no de un sobresfuerzo.

Proteger el móvil y el ordenador es proteger nuestra vida digital, que ya es parte de nuestra vida real. Y aunque ningún sistema sea infalible, los pequeños pasos diarios marcan la diferencia entre ser un blanco fácil y ser un usuario que sabe cuidarse en un entorno cada vez más complejo.