El año 2000 unas 3.600 personas, según la Guardia Urbana, participaron por la tarde en la manifestación unitaria convocada por ERC y otras organizaciones de carácter independentista. Doce años después, la ANC convocaba su primera gran manifestación. Dos millones de personas, según los organizadores, llenaron las calles de Barcelona bajo el lema "Cataluña, próximo Estado de Europa".

La diferencia entre ambas fechas la marca la ANC, fundada en marzo de ese año en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Nacía con el objetivo de aglutinar al independentismo, con Carme Forcadell como presidenta. Un año antes, el movimiento del 11M había organizado el asedio al Parlament para impedir la aprobación de unos presupuestos con los que Artur Mas ratificaba los recortes exigidos por el Gobierno y Europa. Mas tuvo que acceder al recinto de la Ciudadela en helicóptero.

Meses después, el president y líder de CiU vio en la reivindicación independentista una vía para desviar la ira de los catalanes contra su gobierno, y apostó por poner la maquinaria de la Generalitat al servicio de la ANC. Durante el verano de 2012, y especialmente en agosto de ese año, no hubo prácticamente un día en que los informativos de TV3 no informaran sobre la convocatoria para la Diada de la nueva entidad.

La unidad independentista

Una entidad que permitía a Convergencia sumarse a la reivindicación independentista abanderada hasta ese momento por Esquerra. La ANC, nacida al margen de los partidos. conseguía así aglutinar a todo el nacionalismo bajo la bandera de la independencia.

En 2010 los sondeos situaban al independentismo en su cota más alta hasta ese momento, un 24%, gracias a la sentencia del Estatut. Pero los partidos y plataformas no supieron aglutinar más allá de los fieles. De hecho, la participación en la principal manifestación independentista bajó respecto al año anterior, 9.000 personas según la Guardia Urbana frente a las 15.000 de 2009.

La gran diferencia con la convocatoria de dos años después es la ANC, que se convertiría tras la Diada de ese año en actor central de la política catalana. Ni la manifestación de 1977 para reivindicar el Estatut, ni la de julio de 2010, contra del fallo del Tirbunal Constitucional que recortó varios artículos de esta norma, convocaron a tanta gente a la calle. Y Mas ratificó ese papel central recibiendo a los organizadores de la marcha en el Palau de la Generalitat.

"President possi les urnes"

Después vendría la espectacular Vía catalana, que en 2013 unió toda la geografía catalana de norte a sur, y la V de victoria en el callejero de Barcelona en 2014. Ese año Forcadell se convierte en la protagonista de la Diada con su "President, possi les urnes" un reto al ejecutivo de Artur Mas, comprometido con la consulta del 9-N.

Mas no pudo zafarse de esa promesa, que rompió definitivamente cualquier vía de diálogo con el Gobierno de Mariano Rajoy pero le sirvió para recuperar terreno electoral en Cataluña. Al menos, eso decían las encuestas, que lo convencieron de convocar elecciones año siguiente, en una fecha tan poco inocente que la Diada de 2015 fue el arranque de la campaña electoral. Fue el año de la Vía Lliure de la Meridiana.

La ANC, en el estado mayor del 1-O

JxSi ganó las elecciones, pero se quedó a las puertas de la mayoría absoluta, lo que sirvió a la CUP para descabalgar a Mas. Su sustituto, Carles Puigdemont, rompería definitivamente la distancia entre partidos, instituciones y entidades, integrando a los líderes de la ANC y Òmnium -Jordi Sánchez y Jordi Cuixart- en su "estado mayor" para el 1-O. Antes de llegar a ese punto, Puigdemont ya dio pistas asistiendo a la manifestación de la ANC de 2016.

Tras el 1-O y la aplicación del 155 el sólido bloque que parecía formar el independentismo empieza resquebrajarse. Pero el enfrentamiento entre Junts y ERC, entre "presos" y "exilio", queda soterrado durante los dos años posteriores por la reacción contra el "estado opresor". Aún así en la Diada de 2019, emparedada entre el juicio a los líderes del procés y la sentencia del Tribunal Supremo, la ANC "solo" reúne a 600.000 personas, lejos de sus primeros registros

El Covid obligó en 2020 a concentraciones simbólicas que el Govern de Quim Torra, el más duro en las restricciones contra la pandemia, no se atrevió a prohibir. El año pasado la manifestación se quedó en 100.000 personas según la Guardia Urbana, justificadas por el temor a una nueva oleada de Covid en otoño.

Menos reservas de autocares

Este año la desmovilización agravada por la guerra abierta con ERC amenaza las previsiones de la ANC. La asamblea anunció el miércoles que se habían reservado 150 autocares para trasladar a manifestantes a Barcelona desde diversos puntos de Cataluña. El 9 de septiembre de 2012 la ANC tenía reservados 215 autocares para la manifestación.

Unas previsiones que han alarmado al independentismo. Tanto que Òmnium, que secunda pero no organiza la marcha, se ha multiplicado esta semana en apoyo de la presidenta de la ANC, Dolors Feliu, para llamar a manifestarse a los independentistas. También lo ha hecho la dirección de Junts en bloque, encabezada por Carles Puigdemont.

Mientras, Esquerra confirma el plantón de su dirección a la marcha, entre reproches cruzados de Feliu, Oriol Junqueras y Jordi Sánchez. Sólo Forcadell, fundadora de la ANC, acudirá a la cita. Los republicanos, con Junqueras y Pere Aragonès a la cabeza, sí asistirán al acto organizado por Òmnium en Barcelona.

El independentismo auténtico, en el Fossar

También estarán la noche antes en el Fossar de les Moreres, escenario primigenio de las concentraciones independentista, donde se rememora a los últimos caídos en el asedio a Barcelona de 1714. Pero este sábado no estará ahí Junqueras, que hace un año sufrió una sonora pitada por el "independentismo auténtico" que le reprocha su entendimiento con el PSOE.

Tanto el president como Junqueras acudirán también a la tradicional ofrenda floral al monumento de Rafael Casanova. Pero el escenario de las sonoras pitadas, y algún lanzamiento de comida en mal estado, a los líderes del PP y el PSC en los años 90 ya ha dejado de ser epicentro de desahogos independentistas contra las autoridades.

En los últimos años, un cordón de seguridad instalado por los Mossos mantiene la distancia con el público, más o menos desde que éste empezó a increpar también a las formaciones independentistas.