Si la casta y los bancos eran el objeto de confrontación y a la vez de aglutinación de unas bases populares descontentas en aquella España que se levantaba con el 15-M en 2011, ahora una ola populista asume esos postulados por el costado contrario, el derecho, determinando a la inmigración como el mal mayor de los españoles. El año pasado, entre el ciclo electoral autonómico de gallegas, vascas y catalanas, así como las europeas de junio, Vox priorizó el mensaje contra la inmigración irregular y la inseguridad. Especialmente entre los comicios de Euskadi y sobre todo los de Cataluña, lo que les permitió crecer ligeramente.
El objetivo era claro: distinguirse del PP en un momento de crecimiento de la marca y tras el golpe en las generales de 2023. Algo que se demostró, pese a todo, con la candidatura popular de Alejandro Fernández, que consiguió pasar de tres a quince escaños en el Parlament. El movimiento, además, respondía a la capitalización del PP —que también disponía de las herramientas para la ofensiva, tanto Senado como capacidad de recursos al TC— de la oposición a la ley de amnistía.
Vox insistió en ello toda la campaña, relacionando temas y mezclándolo con el problema migratorio. Si para Podemos el problema de la vivienda o la calidad de los servicios públicos responde a los fondos buitre, la especulación inmobiliaria y la corrupción o el rearme; para Vox se deben a la priorización de ayudas económicas o sanitarias a inmigrantes, la falta de inversión y protección a los nacionales, y la inseguridad y la okupación. Afirman que van de la mano.
Si bien desde su salto al Congreso de los Diputados Vox defiende tesis nacionalistas e identitarias, en los últimos se ha ido permeando de los postulados de sus socios europeos. Durante la pandemia del coronavirus experimentó con un discurso de tintes sociales pero prioritario con los nacionales. Para buscar el voto de izquierdas, algo que no se consiguió. Aún seguía contando con figuras clave de ese neoliberalismo no tan proteccionista. De los Iván Espinosa de los Monteros o Rubén Manso, más distanciado de las prioridades antimigratorias de figuras como Ignacio Garriga o Jorge Buxadé. De ese sector catalán más extremo por el contexto en Cataluña.
Para ese giro ideológico fue esencial el nombramiento de Garriga como vicepresidente además de secretario general. Más allá de los comicios vascos, se priorizó el discurso contra la inseguridad en las catalanas bajo su batuta y coordinación. Se incidió de nuevo en ese discurso de bienestar de los españoles en peligro por el incremento de la inmigración. De la precariedad laboral y de la destrucción de la identidad nacional. De colonización de los espacios públicos por población extranjera —esencialmente centrado a la procedente de países islámicos— y fomento de "religiones extrañas".
En definitiva, se dio entrada a nuevos conceptos, como el de social-patriota, del cual hacen gala las nuevas generaciones de dirigentes en Vox así como sus juventudes y brazos juveniles como Revuelta. Se apuesta por priorizar las políticas sociales para españoles, homogeneidad cultural y religiosa y rechazo de todo lo demás. Desde quien lo fomenta a quien lo respalda. Ello mezclado con la defensa de la nación y su unidad. Tiene tintes falangistas y de los movimientos neofascistas de finales del siglo XX. Las redes sociales permiten una difusión a gran escala.
Otro paso clave y no menos relevante ha sido la entrada en Patriotas, junto a la propia Marine Le Pen y su Agrupación Nacional. Uno de los primeros partidos que desde principios de la década anterior han reformulado la estrategia ultraderechista hacia posiciones más transversales que aúnan hasta el obrero descontento con la izquierda y por la precarización laboral, al colectivo LGTBI o a las mujeres preocupadas por sus derechos por esa inmigración musulmana, y al tradicionalismo republicano francés. Ha tenido sus réplicas en toda Europa.
Desde Vox se asegura que les viene bien que la agenda se centre en el debate migratorio tras los altercados de Torre Pacheco
Todo este posicionamiento coincidió el año pasado con la crisis de llegada de cayucos a Canarias y el aumento de entradas ilegales por flancos como Ceuta y Melilla. Durante el verano y el último trimestre la inmigración centró parte de la agenda pública. Definió roles: el PSOE a un lado, a favor del reparto de migrantes o la regulación de extranjeros ya asentados en España. Vox en contra de esos repartos. Amagando primero, y después materializando esas salidas de los gobiernos autonómicos junto al PP, que fueron la segunda fase de esa lepenización.
Cambio de discurso en el PP y contraataque
La gran apuesta política fue sacrificar cuotas de poder por la estrategia a futuro. De al menos un proceso que avistan en Vox con plazos de hasta diez años para una consolidación plena. Sobre todo, de la mano del nuevo votante joven y el relevo generacional de quienes siguen apostando por el bipartidismo. En esa dicotomía con el PSOE, el PP quedó algo descolgado. Si bien apostaba por firmeza, blindaje de las frontera y fomentar la inmigración regular, seguía dispuesto a negociar con el Gobierno una reforma de Extranjería que Vox rechazaba. Ahora, la ponencia política del PP abre una nueva posición de Génova que ha hecho a los de Abascal intensificar mucho más esa faceta contra la inmigración.
Feijóo asume ahora el tono duro con la inmigración irregular que sus homólogos europeos vienen defendiendo desde las últimas europeas. Incluso algunos partidos socialdemócratas como el SPD alemán antes de perder la cancillería o el Partido Laborista británico. En el documento ideológico para encarar el próximo ciclo electoral el PP habla de "fronteras desprotegidas" y de la realidad de "un sistema de regularización caótico" que hay que solventar. Por un lado, este cambio pone en alerta a Vox, y le obliga a ir un paso más. A tensionar más con su discurso contra la inmigración. Patente ya es por esa corriente socialpatriota, que en ocasiones coquetea con el lenguaje de movimientos extremistas europeos.
El uso del término 'remigración' es el mejor ejemplo. Públicamente se ha incrementado su uso, más en los perfiles jóvenes del partido. La última ocasión fue el lunes de la semana pasada, cuando se habló de deportaciones masivas y vuelva a los países de origen. Lo hizo Rocío de Meer, la portavoz de Emergencia Demográfica y Políticas Sociales. El partido insiste en que su portavoz no aludió a cifras concretas —sabrán cuantas personas cuando lleguen al Ejecutivo— para esas expulsiones que quiere emprender de llegar al Gobierno. Insisten en que los medios han tergiversado sus declaraciones y que se limitarían a quienes cometan delitos o estén de forma irregular en el país. Aunque abren la puerta también a quienes fomenten religiones "incompatibles" con España o el yihadismo.
El problema es que el mero empleo de 'remigración' es una enmienda a esas aclaraciones de Vox. El concepto ha ido de abajo arriba, de esas juventudes que se mueven en Revuelta y que incluso asesoran a miembros del partido. Se puede ver en diferente tipo de merchandising comercializado, como chapas o pegatinas. Tiene su origen en distintas etapas históricas pero recientemente lo han empleado los movimientos supremacistas blancos en el norte de Europa. De esos grupúsculos extremistas ha dado el salto al nacionalpopulismo.
AfD en Alemania lo ha copiado de forma íntegra, y con ello otros socios en el continente, trivializándolo y asemejándolo al término deportación. Intrínsecamente, no solo alude a ese perfil irregular o asociado a la delincuencia que denuncia Vox, sino que se extiende a lo cultural, a lo que no encaje con el concepto de "lo español". Y, en añadido, no solo se articula para inmigrantes de primera generación, también para los de segunda o tercera. Pese a todo, Abascal este martes insistió en que ellos no han dicho eso.
En las últimas semanas distintos movimientos ultra han aumentado su presencia en la calle contra la inmigración. Hace dos semanas en Alcalá de Henares, por la violación a una joven atribuida presuntamente a un menor extranjero no acompañado de 21 años, procedente de Mali e internado en un Centro de Acogida, Emergencia y Derivación (CAED) de la localidad. En ella participó Revuelta. Pero ha sido la agresión a un anciano en Torre Pacheco (Murcia) a manos de, supuestamente, unos jóvenes magrebíes, la que ha disparado la tensión. Primero en redes sociales. Después en la propia población.
Se han producido incluso convocatorias a manos de esos nichos ultras a través de las redes para realizar "cacerías" de migrantes. Sin matices de su situación como ciudadanos. La murciana, por su actividad frutícola y hortícola, tiene una elevada presencia de población extranjera. Especialmente magrebí. Los enfrentamientos entre vecinos y los problemas de convivencia no son una novedad, pero sí es implicación externa, de llamamientos a traslados masivos a Torre Pacheco para depurar. Esa agresión, al final, se usó como pretexto para desplegar más odio al margen de la investigación que está realizando la policía.
En medio del caos, Vox encontró una forma de distinción del PP, nuevamente, y un escenario en el que volver a insistir en las tesis comentadas, poniendo el foco solo en la población magrebí. Feijóo, en contraste, sin estigmatizar, pidió actuación al Gobierno para "frenar la espiral de violencia". Exigió la aplicación de la ley para que "todos respondan". Tanto los agresores de ese anciano como los autores de las trifulcas callejeras. El alcalde popular del municipio, Pedro Ángel Roca, aunque mencionó la existencia de "cierta inseguridad" en la localidad, afirmó que la convivencia es buena y criticó a quienes venían de fuera a buscar el enfrentamiento. Fernando López Miras, por su parte, incidió en la necesidad de calma y de efectivos al Gobierno.
Abascal no ha condenado las llamadas a la violencia por parte de grupos ultra. Por su parte, negó que decir la verdad sea crispar
Este lunes, después del fin de semana álgido en Torre Pacheco, Abascal compareció en Bambú en rueda de prensa. Evitó condenar la llamada a la violencia por partes de colectivos ultra y, en cambio, señaló al bipartidismo y a los medios de comunicación de "demonizar" a Vox frente a esa denuncia migratoria, consolidando esa deriva lepenista a grandes rasgos. Del nosotros contra ellos, de la élite —en todos sus sentidos— frente al pueblo.
Se escudó en una encuesta publicada por El Mundo en el que se refleja que el 70% de los consultados apuestan por esas deportaciones masivas para cargar contra PP y PSOE y contra sus políticas en beneficio, dijo, de la inmigración irregular. De hecho, pidió referéndums para consultar a los españoles sobre estos asuntos. Además, rechazó que Vox esté crispando la convivencia. Repudió que los medios así lo consideren cuando Vox solo dice "la verdad", aseguró. "Antes la crispación que la paz en los cementerios. Antes la crispación que los españoles callados frente a la inmigración ilegal. Si decir la verdad trae crispación, habrá crispación", insistió Abascal.
El líder de Vox reprochó, por tanto, al ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, que acuse a Vox de promover esos enfrentamientos. Le acusó de no cumplir la legalidad y expulsar a los irregulares, y de estar [su Gobierno y Sánchez] promoviendo así un "suicidio" demográfico. En esa línea contra el bipartidismo que cada vez acerca más a Abascal con los postulados desplegados por sus socios europeos, el de Amurrio no evitó entrar al choque con el PP, que sigue culpándole de oxigenar cuidadosamente al PSOE cuando peor esta por dependencia.
A Feijóo le recriminó estar más preocupado de los vetos a Vox para entrar en un gobierno de coalición y en lograr una mayoría absoluta para sortear pactos, que en la realidad del país y en esa crisis de inseguridad que avista. "Es un debate que no entiendo", sentenció en rueda de prensa, diferenciándose del PP.
Las conclusiones que hacen en Vox es que el mero hecho de que se hable de inmigración de una forma u otra, les beneficia políticamente. Les gusta poder condicionar la agenda. Esto llega después de que la misma haya estado copada por la situación del Gobierno y del PSOE por la corrupción y escándalos como el de Santos Cerdán, o de que la atención en la derecha la haya ostentado el PP por su congreso extraordinario. "Quieren llamar la atención", aseguraban fuentes populares la semana pasada. El rechazo del PP a deportaciones masivas complica el entendimiento entre fuerzas, en todo caso, para el futuro. Y en Vox alertan, ante la confianza de Feijóo en gobernar: "Que no den por sentado nuestro apoyo".
Pese a esa apuesta en monopolizar el discurso migratorio, no se aprecia aún en ninguna de las encuestas publicadas un trasvase masivo de voto por parte de PSOE o Sumar y la izquierda a Vox. Sí de las nuevas generaciones o del abstencionismo, principalmente. Se le resiste de momento el voto femenino.