En el contexto actual, donde las redes sociales dominan nuestra vida cotidiana, ha surgido una cultura que lleva alrededor de una década creciendo sin freno: el negocio de ser una instamami. Las influencers de la maternidad comparten en redes sociales su vida cotidiana como mujeres y progenitoras, ofreciendo consejos para otras familias o proyectando un estilo de vida vinculado a los productos que con frecuencia promocionan. En estas cuentas abundan los momentos entrañables y los buenos sentimientos. Pero con frecuencia implica también una exposición constante de menores de edad.
Esta práctica, conocida como sharenting, consiste en que los padres compartan fotos y datos personales de sus hijos para la generación de contenido. Sin embargo, lo que parece una acción inocente conlleva riesgos que rara vez se analizan con la seriedad que merecen.
¿Qué son las instamamis?
La mayoría de estas influencers de la maternidad siguen un perfil similar: madres jóvenes que muestran su día a día junto a sus hijos a través de redes sociales. Mujeres como Estefanía Unzu, más conocida como Verdeliss, María García de Jaime o Grace Villareal han convertido la crianza en un negocio, acumulando millones de seguidores.
Verdeliss fue pionera en España. Madre de ocho hijos, documentó con detalle cada embarazo y cada etapa del crecimiento de sus pequeños, creando una comunidad fiel y una marca personal sólida. Su estilo natural y cercano le abrió las puertas para lanzar su propia línea de productos infantiles y aparecer en televisión. En 2018 participó en la sexta edición de GH VIP. Fue la primera mujer embarazada en participar en un reality. En una de las galas del programa, Verdeliss se sometió a una ecografía para conocer el sexo de su bebé. Conoció en directo junto con el resto de la audiencia que su sexto hijo sería una niña. A lo largo de los años, Verdeliss ha sabido conectar con una audiencia que valora la transparencia y la cotidianeidad de su contenido. Sin embargo, la exposición constante de sus hijos no ha estado exenta de controversias, generando debate sobre los límites de la privacidad en redes sociales.
María García de Jaime, junto a su marido Tomás Páramo, también ha convertido su familia en una marca, combinando religión, moda y maternidad joven y conquistando a miles de padres que buscan referentes. La pareja ha sido criticada en diversas ocasiones. También desde que decidió dejar de mostrar el rostro del mayor de sus tres hijos, de nueve años, para respetar su intimidad. Sin embargo, han sido cuestionados por no respetar el derecho a la privacidad de otros menores en los países que visitan, como en sus recientes viajes a Perú y Egipto, donde comparten constantemente imágenes de niños en la calle.
En cuanto a Grace Villareal, conocida como HappySunnyFlowers, destaca por su enfoque espiritual y su mensaje positivo. Madre de tres hijos, comparte desde nacimientos hasta momentos familiares íntimos, generando tanto admiración como críticas en torno a la privacidad infantil.
En el caso de la mayoría de instamamis, el deseo de compartir experiencias se convierte con el tiempo en parte de una estrategia para mantener su popularidad y monetizar su vida. Sus críticos señalan que esta visibilidad puede afectar a la autonomía y el desarrollo emocional de los niños. La falta de límites claros en los contenidos propicia un debate legítimo acerca del equilibrio entre la autenticidad y la utilización de los niños como un reclamo publicitario.
Derecho a la imagen: ¿qué dice la ley?
En España, la Ley Orgánica 1/1996 de Protección Jurídica del Menor garantiza el derecho al honor, la intimidad y la propia imagen. La difusión de fotografías solo es legítima si no afecta la dignidad del menor ni pone en riesgo su seguridad.
A partir de los 14 años, los adolescentes tienen la capacidad legal de decidir sobre el uso de su propia imagen, según el Reglamento General de Protección de Datos y la Ley Orgánica 3/2018 de Protección de Datos Personales. Sin embargo, en la práctica, este derecho suele ser vulnerado por los propios padres, que bajo la patria potestad publican imágenes de sus hijos sin considerar su consentimiento ni las posibles consecuencias.
Si bien compartir momentos familiares puede parecer inofensivo o incluso entrañable, cuando se trata de la infancia debe primar la cautela y la protección. Exponer a los menores en redes sociales en pijama, con uniforme escolar o en bañador puede revelar información sensible sobre rutinas, ubicaciones o hábitos.
Según datos del Ministerio del Interior, más del 70 % del material abusivo hallado en manos de delincuentes sexuales procede de imágenes familiares o comerciales, muchas de ellas compartidas públicamente con fines publicitarios, de entretenimiento y no dañinos.
La infancia desde un escaparate
Los niños no son un producto ni una marca que se pueda vender a golpe de likes o beneficios económicos. Proteger su privacidad no es solo un derecho legal, sino un acto de humanidad y ética. Todo lo que expongamos en redes, por pequeño que parezca, puede marcar para siempre la vida de esos pequeños. La responsabilidad recae en todos nosotros: padres, influencers y sociedad.
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