En apenas semana y media se abre la campaña electoral en Extremadura, la primera prueba de fuego para los principales partidos de cara a las elecciones generales. Tras un ciclo marcado por gallegas, vascas, catalanas y europeas a principios de 2024, los comicios autonómicos permiten evaluar la fortaleza o el desgaste de los bloques de izquierda y derecha. Aunque se trate de una competición regional, la presencia de los líderes estatales ha nacionalizado la campaña: será clave para Sánchez, que comprobará si puede frenar la oleada derechista que reflejan las encuestas, pero también para Alberto Núñez Feijóo, que mira a Extremadura como un termómetro estratégico particular.
Extremadura se convierte en un triple termómetro para el líder del PP: interno y externo para comprobar la fortaleza de liderazgo, como para determinar hasta que punto se puede depender de Vox en el futuro. Esa medición, además, se irá perfilando con la cita de Castilla y León a mediados de marzo y la de Andalucía, por definir pero previstas entre primavera y verano, y en la que está en juego la mayoría de Juanma Moreno.
Son múltiples las dudas existentes en Génova de cara a una campaña electoral de generales en 2027, aún con distancia. Pero hay convicción de que cuando menos se espere Sánchez apretará el botón electoral. Quizá con el fracaso augurado de los presupuestos generales del Estado si llegan a presentarlos y el Congreso los rechaza. O si nuevas informaciones, dicen fuentes populares, terminan de acorralar al presidente. Una primera medida en Extremadura, permitirá saber el estadio por el que pasa el PP, de cara a afinar la maquinaria electoral ante cualquier imprevisto o movimiento de última hora de Sánchez. Sobre todo, cuando el último adelanto fue provocado por el declive generalizado en las municipales y autonómicas de mayo de 2023.
Definir el grado de dependencia de Vox
La dependencia de Vox es una incógnita clave. En Extremadura, la presión de Santiago Abascal y su partido es especialmente fuerte. Solo hay que ver el contraste en plenas negociaciones para el relevo al frente de la Generalitat valenciana, donde predomina la sintonía al borde de un acuerdo, en contraste con la denuncia permanente de María Guardiola, a la que se acusa de seguir la línea del socialismo extremeño y no querer cambiar nada. La única encuesta publicada una vez Guardiola convocó autonómicas para el 21 de diciembre augura da entre 29 y 30 escaños al PP, a tres diputados en el mejor de los casos de la mayoría absoluta (33). Es la de SigmaDos para El Mundo, y va en la línea de lo que viene recogiéndose a lo largo del año.
De lograrla la actual presidenta en funciones, el PP mandaría un mensaje a Vox de capacidad de independencia en plena oleada de crecimiento de la derecha y del propio Abascal. En escenarios históricamente progresistas, como ocurrió en Andalucía en 2022. Asimismo, de posibilidad de penetrar por el centroizquierda -con vista a unas generales- a costa del desfondamiento del PSOE, que en Extremadura es más que claro a raíz del procesamiento de Miguel Ángel Gallardo por los presuntos delitos de prevaricación y tráfico de influencia al colocar al hermano del presidente del Gobierno, David Sánchez, en la diputación de Badajoz. Los socialistas bajarían del primer puesto y los 28 escaños a entre 24 y 26 parlamentarios.
Sin embargo, de no alcanzarse la mayoría absoluta, la imagen de Feijóo como candidato moderado puede verse afectada. Cualquier mínima dependencia de Vox obligará a ceder en políticas ideológicas, lo que reforzará el argumento del PSOE: el PP solo gobierna bajo la influencia de la ultraderecha. Dejaría al PP en mayores dificultades para encajar su discurso en una campaña frente al extremismo de Vox y la retroalimentación con los socialistas, que lo asociarían constantemente al PP. Aunque se da la suma por descontada, eso restaría capacidad propia a las siglas populares.
Esa dureza se ha visto a lo largo del año, con exigencias muy duras y trabas por parte de los de Abascal que Guardiola no aceptó y dinamitaron en esta convocatoria de autonómicas.
Enfoque externo de Feijóo
El resultado y la dependencia o no de Vox también condicionará la percepción externa de Feijóo como candidato. En Génova apuestan por un proyecto propio, moderado e inclusivo, abierto a la mayoría social y alejado de los extremismos o del paso que quiere marcar Abascal. Pero la mínima dependencia de Vox supondrá tensión territorial, y proyectará una imagen de incapacidad de gobernar sin ir de la mano de Abascal. Esta narrativa reforzaría el argumentario del PSOE y de alerta de un gobierno de coalición con Abascal de presidente.
Los ultraconservadores se encuentran en un periodo de bonanza en la que saben que les beneficia más quedar fuera de un gobierno, al menos autonómico, para tensionar en cada iniciativa o cada momento esencial al PP y pedir algo a cambio al contrario de lo que supone la firma de un pacto y contar directamente con una cartera, lo que favorece que se aplacen los cumplimientos.
Se ha ido viendo en el último año en Valencia, Aragón, Murcia o Baleares. Pero en todas la posiciones adquiridas han ido un paso más de lo que siempre ha planteado Feijóo, que en parte se ha dejado algo arrastrar en su posición por las necesidades de estabilidad junto a Vox. La actitud del PP en Extremadura representa a la perfección la línea que quiere marcar el gallego. Se vio tras las autonómicas de 2023, cuando Guardiola se negó a asumir postulados en violencia machista o cuestiones ideológicas que, finalmente, por conveniencia para esa estabilidad general en el resto de comunidades, se tuvieron que asumir.
Depender de Vox de nuevo en varios territorios implicaría mayores cesiones ideológicas y un peaje a cambio de gobiernos que restarían puntos a Feijóo para atraer voto transversal
Depender de nuevo de Abascal sería duro. Ya no por alentar el argumentario socialista o de la izquierda, y no poder acudir a una campaña de generales con esa capacidad de autonomía reflejada en los últimos territorios afianzados, sino porque las condiciones de Vox serían mucho más fuertes en materia de inmigración, derechos sociales o moral. Un peaje necesario para gobernar que restaría puntos a Feijóo. Las propuestas del PP más allá de lo económico, no serían recibidas con garantías por el electorado más progresista, dado que llegado el momento Vox podría endurecerlas a cambio de ese apoyo que en Bambú, a diferencia del plano autonómico, señalan que será sí o sí dentro de una coalición en Moncloa. Y ese tipo de electorado es esencial para ampliar fronteras.
La nacionalización de la campaña electoral no hace más que amplificar eso, dado que se conecta directamente la dinámica autonómica de Extremadura con el devenir del plano estatal. En esta precampaña, pese a la estrategia dual a la que apuntaba Guardiola, de querer competir contra Vox a la vez que contra el PSOE, en los últimos actos el protagonismo se lo está llevando los socialistas. Saben que la batalla por el voto de Vox será complicada y que es más fácil arañar votos de los socialistas en un momento de crisis. Por ahora, se evita entrar en los marcos de Vox.
Termómetro dentro del PP
Por último, más allá de esa dependencia de Vox, el resultado en Extremadura y luego en el resto de enclaves, marcarán una medición interna del liderazgo de Feijóo desde Génova, entre los suyos. Tras las últimas generales, la incapacidad de sumar absoluta por parte del gallego supuso un golpe. Era la gran apuesta tras la defenestración de Pablo Casado para ganar a Sánchez. El ala más dura le reprochó falta de sintonía con Abascal. La más moderada culparon a barones como el valenciano, prácticamente fuera, Carlos Mazón, por haber corrido para atar su gobierno dando concesiones a Vox antes de tiempo.
Fuentes nacionales del PP ven a Feijóo fuerte. Recalcan que llegó en un momento muy complicado para el partido, con un grupo en el Congreso situado en 89 escaños frente a los 137 de la primera elección con él al frente. Igualmente, se menciona que no ha habido un periodo con tantos gobiernos autonómicos a la vez de municipales del PP. Además, se destaca que a nivel europeo, Feijóo consiguió más porcentaje de voto que la CDU de Friedrich Merz.
El compromiso de Feijóo en las últimas generales era la de marcharse si no ganaba las elecciones. Puntualmente, eso mutó en la insinuación, de cara a este ciclo, de que si no alcanzaba la Moncloa debería de dar un paso al lado, con un panorama como el actual muy favorable para conseguirlo. Sobre todo con las causas judiciales que rodean al Gobierno, al PSOE y al entorno personal de Sánchez. Pero en los últimos meses esa valoración ya no se da. Se confía ciegamente en la victoria con los sondeos en la mano y apuntando a la misma dirección. Creen que es cuestión de tiempo.
Otra cosa es que internamente la incapacidad de gobernar llegado el momento, por una suma de nuevo ligeramente ventajosa de Sánchez y sus socios -ahora en su peor fase de convivencia- levante ampollas y surjan corrientes críticas a su autoridad. Por ahora, los dos nombres que más valoración podrían tener entre las dos almas del PP, Isabel Díaz Ayuso -la más dura, apoyada por la mayoría de la militancia- y Moreno Bonilla, -el más moderado- descartan dar un paso nacional. Incluso continuar en política durante mucho más tiempo. Todo puede cambiar llegado el momento. Por ahora, una victoria clara de Guardiola en Extremadura, será oxígeno directo para el proyecto de Feijóo.
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