Cuando hace cincuenta años se consumó la salida de España del Sáhara Occidental —el entonces Sáhara Español, la provincia número 53 de España—, quedó inaugurada una fase que se suponía limitada en el tiempo pero que ha terminado convirtiéndose en un limbo perpetuo. La conmemoración del medio siglo del conflicto aporta una doble lectura: la del pasado, y con él, de una descolonización incompleta, y la del presente, marcado por un tablero diplomático en el que la reciente resolución del Consejo de Seguridad de la ONU introduce un nuevo giro que Marruecos intenta vender como el definitivo y Trump como su novena guerra resuelta. En noviembre, con motivo de esa efemérides ligada a la agonía y muerte de Francisco Franco, El Independiente ofreció un extenso especial de la batalla por un territorio del que España sigue siendo potencia administradora de 'iure'.

El 31 de octubre de 2025, el Consejo de Seguridad aprobó la resolución 2797 sobre el Sáhara Occidental. Rabat presentó el texto como una victoria diplomática. Aprobado con las abstenciones de Rusia, Pakistán y China, renueva el mandato de la misión de la ONU para la celebración del referéndum por un año, propone que las negociaciones tengan como base el plan marroquí de autonomía y, por primera vez, introduce el concepto de “autonomía genuina” como marco posible. “Esta resolución está lejos de ser una victoria total”, advierte en conversación con El Independiente Jacob Mundy, profesor de Estudios de Paz y Conflictos en la Universidad estadounidense de Colgate. “La resolución sigue exigiendo una solución que contemple la autodeterminación, que debe incluir la opción de la independencia para que se considere legal. Hasta que el Frente Polisario renuncie al derecho del Sáhara Occidental a la independencia, no veo ningún cambio significativo”, agrega. “Curiosamente, la resolución desafía las reglas del idioma inglés. Esta frase es gramaticalmente incorrecta: 'tomando como base la propuesta de autonomía de Marruecos'. En inglés, 'base' puede ser 'una' o 'la'. Aquí no es ninguna de las dos. Washington y París rompieron las reglas del inglés para apoyar a Marruecos”.

El rey Mohamed VI, junto a su hijo Moulay Hassan, en un acto esta semana.

Una "chapuza" de resolución

Para Stephen Zunes, profesor de la Universidad de San Francisco, la resolución representa un retroceso en términos de derecho internacional, pero matiza que no suprime el derecho saharaui a la autodeterminación. “Incluye cláusulas que hacen referencia a la necesidad de una 'resolución mutuamente aceptable' (que el Polisario no aceptaría); a la necesidad de que sea 'coherente con la Carta de las Naciones Unidas' (que prohíbe la expansión del territorio por la fuerza); y a que podría representar el resultado más factible (en contraposición a la declaración del representante de los Estados Unidos de que era la única base). Además, hace referencia a la 'autonomía genuina', algo que claramente no es la propuesta marroquí”, subraya.

Lejos de abrir una salida, la resolución del Consejo de Seguridad -que podría forzar una ronda de negociaciones directas sin demasiadas expectativas- parece prolongar un estatus quo

A pesar de la apuesta de Trump, el principal riesgo del conflicto saharaui es su cronificación. Lejos de abrir una salida, la resolución del Consejo de Seguridad -que podría forzar una ronda de negociaciones directas sin demasiadas expectativas- parece prolongar un estatus quo en el que Marruecos -que en otoño lidió con las protestas de la Generación Z sofocadas con varios miles de detenciones- consolida su control de facto, el Polisario mantiene su resistencia y la comunidad internacional tolera el equilibrio sin cuestionar sus consecuencias humanitarias y legales.

Un cambio de posición unilateral

En España, por su parte, el conflicto alimenta la contienda política tras el histórico y unilateral cambio de posición del PSOE, cuestionado repetidamente por el resto del arco parlamentario. Durante 2025 el ala socialista del Gobierno español siguió reforzando su controvertida alianza con Marruecos con la celebración a principios de diciembre de la Reunión de Alto Nivel o votando a favor de un reglamento en el Parlamento Europeo con el que Bruselas sortea las históricas sentencias del TJUE de octubre de 2024, en contra de los intereses de los agricultores españoles y la legalidad internacional.

Medio siglo después de la Marcha Verde y de la abrupta retirada española, el Sáhara Occidental sigue donde estaba: atrapado entre las ansias frustradas de un pueblo que reclama decidir su futuro y la presión de una potencia regional que ha sabido imponer su narrativa. En ese desierto que acumula cinco décadas de espera, en los campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia) donde nuevas generaciones han crecido sin conocer otra vida que la del exilio, la historia continúa sin un final a la vista.