¿Por qué las cotorras han proliferado tanto en España?

Las cotorras argentinas (Myiopsitta monachus) y de Kramer (Psittacula krameri) se han convertido en un fenómeno invasivo sin precedentes en España, alcanzando cifras poblacionales alarmantes y desplazando especies autóctonas.

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El origen de esta proliferación se remonta a factores históricos, ecológicos y sociales que han facilitado su establecimiento y expansión.

El principal catalizador de la invasión fue el comercio internacional de especies exóticas, permitido hasta 2005. Entre 1986 y 2005, España importó legalmente más de 190.000 cotorras argentinas (capturadas en Uruguay y Argentina) y 63.000 cotorras de Kramer (traídas de Pakistán y Senegal). 

Estos ejemplares, vendidos como mascotas, escaparon o fueron liberados deliberadamente, iniciando colonias silvestres. La ausencia de regulación estricta durante décadas permitió que estas aves se asentaran en entornos urbanos, donde hallaron condiciones ideales para reproducirse.

Alta capacidad reproductiva y adaptabilidad

Las cotorras argentinas destacan por su tasa reproductiva excepcional: hasta seis huevos por hembra y una generación por año. Además, su población se duplica cada 8-10 años en zonas urbanas, superando incluso sus tasas en áreas nativas. 

La falta de depredadores naturales en Europa y su resistencia a enfermedades como el virus de Newcastle han facilitado su éxito.

En cuanto a la cotorra de Kramer, aunque su población es menor, también muestra una dinámica similar. Su agresividad y capacidad para competir por nidos expulsan a especies como el cernícalo primilla, en peligro de extinción. 

Ambas especies han demostrado una adaptabilidad extrema a entornos urbanos, usando árboles caducifolios (Madrid), palmeras (Barcelona) o eucaliptos (Málaga) para construir nidos comunitarios que alcanzan los 200 kg.

Factores urbanos y ausencia de control inicial

Las ciudades españolas se han convertido en hábitats óptimos debido a la abundancia de alimentos (frutos, semillas) y la escasa regulación en décadas pasadas.

Por ejemplo, Madrid acumuló más de 13.000 cotorras argentinas en 2019, mientras Barcelona superó los 10.000 ejemplares. 

La densidad poblacional y la presencia de áreas verdes han favorecido su establecimiento, especialmente en barrios con mayor porcentaje de población mayor, donde la tolerancia a su ruido es más alta.

Aunque en 2013 se prohibió su comercio, las poblaciones ya establecidas siguen creciendo sin frenos naturales. La inacción inicial de las administraciones y la dificultad para aplicar medidas de control efectivas (como la captura o la esterilización) han permitido que estas aves se consolidaran como una plaga.

Hoy, España alberga la mayor densidad de cotorras en Europa, con proyecciones que indican la duplicación del parque de Cotorras cada tres años en ciudades como Sevilla o Barcelona. 

Este crecimiento exponencial no solo amenaza la biodiversidad, sino que genera riesgos sanitarios (transmisión de enfermedades zoonóticas) y estructurales (nidos que dañan infraestructuras).

La combinación de comercio masivoreproducción descontroladaadaptabilidad urbana y falta de medidas preventivas ha convertido a las cotorras en un problema ecológico y social sin precedentes en España.

Su proliferación subraya las consecuencias de la explotación desregulada de especies exóticas y la urgencia de implementar estrategias de control efectivas.

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