El rey Felipe VI vive momentos delicados a nivel personal, profundamente afectado por el grave deterioro de salud de su tía, la princesa Irene de Grecia, y por el impacto emocional que esta situación está generando en su madre, la reina doña Sofía.

La creciente preocupación en el entorno familiar ha llevado al monarca a intensificar su apoyo y presencia en el Palacio de la Zarzuela.

Según informa la agencia de noticias, fuentes cercanas a la Casa Real confirman que el monarca ha intensificado sus visitas al Palacio de la Zarzuela para acompañar a su madre, quien atraviesa una profunda tristeza ante la posible pérdida de su hermana y compañera de más de cuatro décadas.

La princesa Irene, de 83 años, reside junto a la reina emérita desde 1981, forjando un vínculo que trasciende lo fraternal para convertirse en un pilar emocional. Sin embargo, su salud se ha agravado en los últimos meses, requiriendo cuidados médicos continuos y movilidad asistida, como revelaron sus apariciones públicas en silla de ruedas. Aunque no existe comunicación oficial, se confirma que padece deterioro cognitivo avanzado, posiblemente Alzheimer, según fuentes periodísticas.

Este contexto ha generado una "carga emocional intensa" en la reina Sofía, de 86 años, tras la muerte de su hermano Constantino en 2023. Testigos describen a la emérita con "mirada apagada" y vulnerabilidad anímica, exacerbada por los episodios de confusión y dependencia física de Irene. Ante esto, Felipe VI ha priorizado su rol filial, ajustando su agenda para brindar apoyo discreto en Zarzuela, donde prevalece un clima de "prudencia y recogimiento.

La situación también movilizó al equipo médico real, que redobló los controles sobre Sofía tras detectarse fragilidad física y episodios de ansiedad. Aunque la familia evita declaraciones públicas, fuentes palaciegas enfatizan la determinación del rey por preservar el bienestar de su madre, incluso explorando opciones para trasladar a Irene a Grecia, según sus supuestos deseos.

Este drama familiar subraya la humanidad detrás de la institución, donde Felipe VI equilibra deberes de Estado con la protección de un legado afectivo que se desvanece. Mientras Zarzuela guarda silencio, la fortaleza de la reina Sofía y la contención de su hijo revelan el costo emocional de una despedida anunciada.