Los actores regionales se mueven ante la amenaza de Israel, semana y media después del ataque israelí contra territorio qatarí. Arabia Saudí y Pakistán han firmado un histórico pacto de defensa mutua tras el bombardeo israelí sobre Doha, mientras los seis países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) han acordado reforzar de forma conjunta sus mecanismos militares, especialmente en materia de defensa aérea. Las decisiones llegan en un momento de máxima tensión, después de que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, advirtiera de que Israel podría atacar de nuevo “si fuera necesario”.

El tratado entre Riad e Islamabad, rubricado el 17 de septiembre por el príncipe heredero Mohammed bin Salman y el primer ministro Shehbaz Sharif, establece que cualquier agresión contra uno de los dos Estados será considerada como un ataque contra ambos. El acuerdo contempla cooperación en todos los ámbitos defensivos, desde la coordinación estratégica hasta la disuasión conjunta, lo que ha despertado especulaciones sobre si podría incluir el paraguas nuclear de Pakistán, aunque los términos exactos no han sido detallados. Pakistán es el único país de mayoría musulmana que posee armas nucleares declaradas y probadas.

De forma paralela, los líderes del CCG —Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait, Bahréin y Omán— celebraron una cumbre de emergencia en Doha tras el bombardeo israelí. En el encuentro se decidió reforzar los mecanismos regionales de defensa con un paquete de seis medidas que incluyen entrenamientos conjuntos, intercambio de inteligencia y coordinación de los sistemas aéreos de defensa. El mensaje es claro: un ataque contra un miembro será considerado un ataque contra todos.

Mensaje a Netanyahu

El contexto regional explica la urgencia de estos movimientos. El ataque israelí contra Doha, dirigido contra una reunión de líderes de Hamas, fue calificado como una violación flagrante de la soberanía árabe y ha propiciado un frente común poco habitual en la región, tras la cumbre de países árabes e islámicos celebrada en Doha a principios de semana. Las palabras de Netanyahu, amenazando con nuevos bombardeos, actuaron como catalizador para la activación de respuestas coordinadas.

Las implicaciones son múltiples. En primer lugar, ambos pasos envían una señal directa a Israel de que el Golfo y Pakistán están dispuestos a reaccionar colectivamente. En segundo término, apuntan a una mayor integración militar entre los países del CCG, que hasta ahora habían tenido dificultades para coordinarse en seguridad. Y, en tercer lugar, podrían redefinir la arquitectura defensiva de la región, históricamente dependiente de Estados Unidos como garante de seguridad.

Si se producen avances efectivos, el doble movimiento —la alianza saudí-paquistaní y la decisión del CCG de reforzar su escudo regional— puede marcar un punto de inflexión en la política de defensa del Golfo, que durante la última década han protagonizado conflictos internos como el bloque decretado contra Qatar por el resto de petromonarquías de la región.