“Navegamos con renovada determinación para romper el bloqueo, entregar ayuda y mantener nuestra misión de solidaridad no violenta con el pueblo de Gaza”. Fue el mensaje que a última hora de este miércoles lanzaron desde las redes de la Flotilla Global Sumud cuando los barcos se hallaban a 118 millas náuticas de la Franja de Gaza (unos 200 kilómetros), el destino al que pocos dudan que llegarán este jueves. El ataque israelí, con la interceptación de las naves y el hundimiento de algunas, parecía cada vez más inminente. Poco después, hacia las 19.10 hora española, la flotilla declaró el estado de emergencia a bordo, mientras se preparaban para la esperada interceptación israelí de su misión para romper el bloqueo de Gaza, que podría producirse en la próxima hora.

“Estamos llegando a un momento decisivo de nuestra misión”, declaró Thiago Ávila, uno de los miembros del comité de la flotilla ."En este momento, nos estamos acercando a lo que parece ser su bloqueo militar [el de Israel]". “Hay una gran concentración de buques, lo que coincide con los planes anunciados por el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí y el consenso de los medios de comunicación sobre lo que ocurriría esta noche, así como con su plan declarado de interceptar ilegalmente nuestra misión para romper el bloqueo y crear un corredor humanitario”, agregó.

“La Flotilla está realizando su aproximación final y crítica. El nuevo rastreador Sumud Nusantara muestra que ahora nos encontramos en la zona de alto riesgo R3, acercándonos al punto de interceptación de nuestra misión anterior con el Handala, tras haber superado el punto de interceptación del Madleen”, detallaron los organizadores.

En la zona de alto riesgo

De hecho, para entonces, la flotilla ya había logrado llegar más lejos que el Madleen, el barco que fue interceptado en junio por las fuerzas israelíes. Cuando los barcos de la Global Sumud Flotilla navegan ya por las aguas que Israel denomina “zona de alto riesgo”, el pulso geopolítico, legal y moral se había tensado al máximo. Italia había retirado a su fragata mientras el buque de la Armada española Furor había optado por acceder a la zona de exclusión para evitar cualquier choque directo con Israel.

“Todo el mundo está a salvo en estos momentos. Hemos superado el punto en el que fue interceptada el Madleen. Aun así, seguimos estando alerta”, reconocían desde la flotilla. Unos 500 activistas de 44 países -a bordo de medio centenar de barcos y con figuras como la exalcaldesa de Barcelona Ada Colau y la activista climática Greta Thunberg- seguían rumbo al enclave palestino devastado por dos años de operación militar israelí, con más de 66.000 asesinados y con la justicia internacional investigándolo como caso de “genocidio plausible”.

Los organizadores denuncian que en el último día, mientras se aproximaban a la asediada costa gazatí, buques no identificados ya han merodeado algunos de sus barcos, cortando comunicaciones y haciendo maniobras peligrosas. En una rueda de prensa desde el barco Alma, Thiago Ávila, portavoz de la flotilla, enfatizó que están “preparados para la intervención naval israelí” y que cada avance se hace con plena conciencia del riesgo.

Por su parte, Israel ya prepara una operación de interceptación. Según informes de medios israelíes, el Ejército pretende detener ciertos barcos, remolcarlos o incluso hundir otros en alta mar, y trasladar a los activistas retenidos a buques de guerra para interrogatorios antes de deportarlos vía Ashdod. La marina israelí ya ha elevado las alertas y desplegado drones para monitorear la flotilla. Este diseño estratégico busca incapacitar la flotilla sin generar un derramamiento de sangre que alimente condenas internacionales. Pero la propia flotilla espera que cualquier enfrentamiento sea documentado, transmitido y usado como evidencia.

Desde Roma y Atenas hasta Madrid, los gobiernos europeos se han enfrentado a una disyuntiva política y moral. Italia y Grecia han instado a Israel a no dañar a los activistas y han ofrecido una solución alternativa: que la ayuda se entregue a la Iglesia Católica para su distribución dentro de Gaza. España, por su parte, ha defendido públicamente que la flotilla “no representa amenaza” y que su rol es estrictamente humanitario. Sin embargo, Italia anunció que su buque naval dejaría de escoltar a la flotilla conforme ésta se aproximara a Gaza, incrementando la vulnerabilidad del convoy frente a una hipotética acción israelí.

Una medida a la que se sumó España advirtiendo que su buque no entrará en la zona de exclusión. Las declaraciones de Moncloa han vuelto a sevir como combustible político. Desde Podemos y su círculo de afines se ha acusado el Gobierno de coalición de “infamia”. “Lamentablemente el gobierno de España se ha sumado al boicot a la Global Sumud Flotilla pidiendo que no sigan hasta Gaza y no acompañándolos dejándolos a su suerte”, denunció en sus redes Julián Macías.

La flotilla apela al principio del derecho marítimo según el cual los buques que transportan ayuda humanitaria pueden solicitar paso seguro en zonas de conflicto, salvo que representen riesgo militar. En su página oficial, la GSF sostiene que el bloqueo marítimo impuesto por Israel es “ilegal” y que la flotilla actúa dentro de un mandato moral de romperlo.

Israel, en cambio, argumenta que dicha flotilla representa un canal indirecto para suministros que podrían terminar en manos de Hamas, y que sus medidas responden a sus obligaciones de autodefensa. El punto crítico será el momento del contacto físico: la flotilla insiste en que resistirá con métodos pacíficos —rentrasmisión con cámaras instalada en las embarcaciones en directo y bloqueos humanos— pero no con violencia. “Todas las miradas están puestas en la flotilla, que se acerca poco a poco a Gaza y entra ahora en la zona de peligro donde Israel ha detenido misiones anteriormente. Este es el 38º intento de romper el bloqueo, de los cuales solo 5 han tenido éxito. Los participantes se mantienen firmes, llevando esperanza y ayuda a Gaza. Exigen un paso seguro y el fin del bloqueo”, decía uno de los integrantes.